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Caballo de Troya 6 - IDU

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sin conflictos.<br />

Pero el rudo caravanero, sonriendo ladinamente, fue más allá, aclarando un<br />

extremo que siempre inquietaba a los caminantes. En especial, a los muy<br />

patriotas y a los judíos más ortodoxos.<br />

-Ni rastro <strong>de</strong> los kittim..., hasta el cruce <strong>de</strong> Dabra.<br />

El tipo regresó con los suyos y dio un par <strong>de</strong> ór<strong>de</strong>nes. Al momento, las cabezas<br />

<strong>de</strong> las muías fueron tapadas con sendos y generosos sacos <strong>de</strong> arpillera. Dos<br />

<strong>de</strong> los arreadores se situaron al frente <strong>de</strong>l convoy y animaron a las in<strong>de</strong>cisas<br />

caballerías, reemprendiendo el camino. Esta vez en silencio, sin golpes, al<br />

paso y con el miedo como nuevo «caravanero».<br />

Hice algunos cálculos.<br />

La referida encrucijada <strong>de</strong> Dabra se hallaba casi al sur <strong>de</strong>l lago Hule. Al<br />

atar<strong>de</strong>cer, por tanto, tropezaríamos con los kittim (los romanos). Pero no<br />

teníamos por qué preocuparnos. Al contrario. En nuestro caso, las tropas<br />

auxiliares, <strong>de</strong>stacadas en la apartada región <strong>de</strong> la Gaulanitis, siempre constituían<br />

una cierta seguridad. ¿O no?<br />

Avanzamos <strong>de</strong> nuevo y Eliseo, tras otear por enésima vez los alre<strong>de</strong>dores, a la<br />

búsqueda <strong>de</strong>l <strong>de</strong>saparecido «Denario», refiriéndose a la caravana, se congratuló<br />

<strong>de</strong> haber elegido el sábado para iniciar la búsqueda <strong>de</strong>l Maestro.<br />

Compartí la satisfacción. Tuvimos suerte. En cualquier otro día, la estrecha y<br />

<strong>de</strong>scuidada «arteria» por la que transitábamos hubiera sido un suplicio y una<br />

fuente inagotable <strong>de</strong> conflictos.<br />

Sí, quizá sea el momento <strong>de</strong> hacer un paréntesis y hablar <strong>de</strong> ello. Cuanto voy<br />

a referir formaba parte, a<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>l cotidiano marco en el que se movía Jesús.<br />

Y propició infinidad <strong>de</strong> anécdotas y hechos más o menos importantes. Unos<br />

sucesos, como veremos, silenciados por los textos sagrados (?).<br />

Esta senda, por la que ahora caminábamos, era uno <strong>de</strong> los ejes comerciales<br />

<strong>de</strong> mayor intensidad y trascen<strong>de</strong>ncia en la vida <strong>de</strong> Palestina. Día y noche,<br />

<strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> caravanas lo cruzaban en una y otra dirección. El tráfico resultaba<br />

agobiante. En el fondo era lógico. Más al norte, en la mencionada ciudad <strong>de</strong><br />

Paneas, la ruta se unía a otra igualmente vital: la que se dirigía a Damasco,<br />

por el este, y a la bulliciosa Tiro, en la costa mediterránea. Proce<strong>de</strong>ntes, pues,<br />

<strong>de</strong> los cuatro puntos cardinales, confluían en esta carretera todas las mercancías<br />

imaginables..., y algunas más.<br />

Esta floreciente realidad no era algo nuevo. Aunque la paz <strong>de</strong>l emperador<br />

Augusto multiplicó la seguridad general, el intensísimo comercio aparecía<br />

reflejado ya en las palabras <strong>de</strong>l profeta Ezequiel, 600 años antes <strong>de</strong> Cristo.<br />

Refiriéndose a la vecina Fenicia -más concretamente a Tiro y Biblos-, hace un<br />

minucioso y exhaustivo «inventario» <strong>de</strong> cuanto entraba en dichas ciuda<strong>de</strong>s<br />

costeras. Pues bien, tanto entonces, como en aquel año 25, buena parte <strong>de</strong><br />

esas innumerables y exóticas merca<strong>de</strong>rías pasaba obligatoriamente por la<br />

«arteria» a la que me refiero, siempre paralela al alto Jordán.<br />

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