Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
tentado estuve <strong>de</strong> confesar mis sospechas. Si la apreciación era correcta,<br />
acoger al niño complicaría los planes...<br />
No hubo forma. Tozudo, se mantuvo en sus trece. E intuí que empezaba a<br />
encariñarse con el pelirrojo. Algo absolutamente prohibido por <strong>Caballo</strong> <strong>de</strong><br />
<strong>Troya</strong>. Según las normas, sólo éramos meros observadores y, por nada <strong>de</strong>l<br />
mundo, <strong>de</strong>bíamos enredarnos en sentimientos o amoríos con los naturales <strong>de</strong><br />
aquel «ahora» histórico. Por supuesto, esto era lo i<strong>de</strong>al. Pura teoría. En la<br />
práctica -tal y como nos ocurría con el Maestro-, las cosas eran muy diferentes...<br />
Pero, tan obstinado como mi compañero, me atrincheré en la<br />
normativa, rechazando las sugerencias <strong>de</strong>l bien intencionado Eliseo. El Destino,<br />
afortunadamente, <strong>de</strong>jaría el asunto en el lugar que correspondía.<br />
-Lo llamaremos «Denario»...<br />
Protesté. Seguramente tendría su propia gracia.<br />
Creo que ni me escuchó. Y siguió haciendo planes.<br />
-Es listo... Podríamos enseñarle un oficio... Quizá buscarle una buena familia...<br />
Y feliz, <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> volver a verlo, fue <strong>de</strong>teniéndose <strong>de</strong> vez en cuando, buscando<br />
inútilmente entre campos y colinas.<br />
Al recordarle la terminante prohibición <strong>de</strong> intervenir en sucesos que pudieran<br />
alterar el natural <strong>de</strong>venir <strong>de</strong> los acontecimientos, se echó a reír. Y con su<br />
habitual y cristalina espontaneidad afirmó:<br />
-Teorías... Puras teorías... Sabes bien que nuestra sola presencia constituye<br />
ya una <strong>de</strong>scarada violación <strong>de</strong> este «ahora».<br />
Me atrapó.<br />
-A<strong>de</strong>más -añadió, hundiendo el <strong>de</strong>do en la <strong>de</strong>licada llaga-, ¿quién te dice que<br />
nosotros, pobres diablos, sentimentales, somos capaces <strong>de</strong> modificar el<br />
Destino? Si así fuera, ¿crees que esta operación habría tenido lugar?<br />
Y remató convencido.<br />
-No, querido mayor... Ese Destino, al que tú, ahora, quizá con razón, distingues<br />
con una merecida mayúscula, no lo hubiera autorizado...<br />
Las sensatas y justas palabras me <strong>de</strong>sarmaron. Y pensé en ellas durante<br />
mucho tiempo. En aquella operación, en efecto, palpitaba «algo» mágico.<br />
«Algo» misterioso y sublime que, por fortuna, escapó a nuestra percepción.<br />
Pero ésta es otra historia...<br />
Al doblar un recodo, la conversación voló. Y regresamos a la realidad. Frente<br />
a nosotros, lenta y cansina, apareció una caravana.<br />
Frenamos la marcha. Aunque no tenía por qué surgir problema alguno,<br />
montamos la guardia.<br />
Se trataba <strong>de</strong> una docena <strong>de</strong> redas, enormes y pesados carros <strong>de</strong> cuatro<br />
ruedas, tirados por muías agotadas y resoplantes.<br />
Nos echamos a un lado.<br />
137