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a otros «inquilinos» <strong>de</strong> la zona, que se apresuraron a compartir el festín.<br />
Hasta el «guardarríos» (martín pescador <strong>de</strong> pecho blanco) abandonó su<br />
plácido territorio en el Jordán, aventurándose en la tórrida atmósfera <strong>de</strong><br />
aquellas elevaciones. Y con él, otras entusiasmadas familias <strong>de</strong> alondras,<br />
aviones y calandrias <strong>de</strong> cabeza negra. La «caza», en ocasiones, se prolongaba<br />
dos o tres días, convirtiendo el paraje en un maremágnum <strong>de</strong> saltos, chillidos,<br />
«martilleo» e incesantes planeos y picados.<br />
Pero las sorpresas no habían terminado...<br />
Repuestos <strong>de</strong>l susto, tras limpiar los ropones <strong>de</strong> los pegadizos y recalcitrantes<br />
«<strong>de</strong>voradores», optamos por conce<strong>de</strong>rnos un nuevo respiro. Elegimos varias<br />
<strong>de</strong> las moles <strong>de</strong> basalto que escoltaban <strong>de</strong> cerca la senda y, a la sombra <strong>de</strong><br />
uno <strong>de</strong> los bloques, nos dispusimos a matar el hambre, echando mano <strong>de</strong> las<br />
provisiones suministradas por Camar: huevos crudos, granos <strong>de</strong> trigo tostado,<br />
zanahorias, nueces, higos secos y dátiles. Una dieta obligada, rica en vitaminas<br />
E y C.<br />
Y en ello estábamos cuando, encima <strong>de</strong>l monocor<strong>de</strong> canto <strong>de</strong> las chicharras<br />
negras, creímos escuchar «algo»...<br />
Sonó cercano.<br />
Nos incorporamos e intentamos localizar el lugar <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>ncia.<br />
Se repitió por segunda vez.<br />
Intercambiamos una mirada. Parecía un gruñido.<br />
¿Un animal?<br />
En aquel tiempo, y en aquellos bosques, no eran infrecuentes el oso pardo, el<br />
jabalí arocho, <strong>de</strong> gran cabeza y colmillos curvos y temibles como dagas o, lo<br />
que era peor, las manadas <strong>de</strong> perros salvajes, generalmente famélicos y<br />
<strong>de</strong>spiadados.<br />
Deslicé los <strong>de</strong>dos hacia el extremo superior <strong>de</strong> la «vara <strong>de</strong> Moisés», preparándome.<br />
Mi hermano caminó unos metros, ro<strong>de</strong>ando parte <strong>de</strong>l negro circo <strong>de</strong> basalto.<br />
Tercer gruñido...<br />
Imité a Eliseo e, inquieto, avancé <strong>de</strong>spacio a dos o tres pasos <strong>de</strong> las piedras,<br />
siguiendo el flanco opuesto. El extraño sonido, claramente gutural, partía <strong>de</strong><br />
algún punto <strong>de</strong>l roquedal.<br />
No sé cómo explicarlo pero, al oír <strong>de</strong> nuevo el singular «lamento» (?), una<br />
imagen me vino súbitamente a la memoria. La <strong>de</strong>seché. Eso no era posible...<br />
De pronto, Eliseo me alertó.<br />
-¡Jasón!... ¡Aquí!... ¡Rápido!...<br />
Volé hacia el lugar y seguí la dirección apuntada por mi compañero.<br />
-No pue<strong>de</strong> ser... Mi hermano, intuitivo, exclamó:<br />
-Lo sabía... Algo me <strong>de</strong>cía que esto iba a ocurrir...<br />
También yo acerté. El presentimiento fue atinado.<br />
-Bien -terció Eliseo, a<strong>de</strong>lantándose a mis pensamientos-. Y ahora, ¿qué?<br />
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