Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Durante un trecho casi no hablamos.<br />
Supuse que los sentimientos eran idénticos. Habíamos visto la miseria en la<br />
«pasada» Operación Salomón y, a pesar <strong>de</strong>l duro entrenamiento, resultaba<br />
difícil acostumbrarse. Sin embargo, no teníamos opción. Más aún: era preciso<br />
que nos mentalizáramos. Poco o nada podíamos hacer para solventar el<br />
problema. E imaginé que «aquello» sólo era el principio. Naturalmente,<br />
acerté...<br />
La senda, siempre regada con la negra y crujiente ceniza volcánica, empezó a<br />
encabritarse. En cuestión <strong>de</strong> tres millas pasamos <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong>l yam (en<br />
aquellas fechas a «menos 208» metros respecto al <strong>de</strong>l Mediterráneo) a unas<br />
alturas que oscilaban entre los 100 y 500 metros. Y así continuaría hasta que<br />
divisásemos las lagunas <strong>de</strong> Semaconitis.<br />
Al poco, el bosque <strong>de</strong> álamos <strong>de</strong>l Eufrates y tamariscos se <strong>de</strong>tuvo. Y al salir <strong>de</strong>l<br />
benéfico «túnel», el sol <strong>de</strong> agosto nos abofeteó.<br />
Si los cálculos no erraban, el siguiente cruce <strong>de</strong> caminos se hallaba a unos<br />
cinco kilómetros, en las cercanías <strong>de</strong> Jaraba, otra población <strong>de</strong> la alta Galilea,<br />
igualmente <strong>de</strong>sconocida para nosotros. Nuestra intención era <strong>de</strong>tenernos lo<br />
menos posible, procurando alcanzar la orilla sur <strong>de</strong>l Hule, como dije, antes <strong>de</strong>l<br />
anochecer. El retraso en el claro próximo a Beth Saida Julias -bautizado <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
ese momento como el «calvero <strong>de</strong>l pelirrojo»- no era significativo, pero<br />
tampoco convenía <strong>de</strong>scuidarse.<br />
Fue instintivo.<br />
Aquellos exploradores se <strong>de</strong>tuvieron maravillados. Lo que se abría ante nosotros<br />
era más hermoso <strong>de</strong> lo que imaginamos.<br />
Allá abajo, a la izquierda <strong>de</strong> la ruta, a cosa <strong>de</strong> un kilómetro, el alto Jordán<br />
<strong>de</strong>scendía lento y verdoso, como un dueño y señor. Y en ambas márgenes <strong>de</strong><br />
las espejeantes aguas, inmensas plantaciones <strong>de</strong> frutales, laberínticos<br />
huertos, cargados viñedos y una endiablada tela <strong>de</strong> araña ensamblada con<br />
acequias y canales. Y entre ver<strong>de</strong>s, ocres y cenizas, los perpetuos vigilantes<br />
<strong>de</strong>l río:<br />
los olmos canos -los geshem-, ahora amarillentos y peleando inútilmente con<br />
las elevadas temperaturas. Decenas <strong>de</strong> chozas avisaban <strong>de</strong> la presencia<br />
humana, apretadas unas contra otras o saltando, imprevisibles, entre disciplinados<br />
escuadrones <strong>de</strong> cítricos, granados, moreras, manzanos y la «luz»,<br />
los blancos almendros, paradójica e incomprensiblemente «nevados».<br />
¡Dios!... ¡Aquél era otro <strong>de</strong> los habituales escenarios en la vida <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong>l<br />
Hombre!<br />
Y como un negro y cilíndrico «aviso», apuntando al incansable azul <strong>de</strong>l cielo,<br />
las torres <strong>de</strong> vigilancia. Unas corpulentas atalayas <strong>de</strong> piedra basáltica <strong>de</strong> diez<br />
metros <strong>de</strong> altura, siempre oteando, siempre cargadas <strong>de</strong> razón, siempre<br />
gritando que los kerem, los viñedos bajo su tutela, eran sagrados. Así lo <strong>de</strong>cía<br />
la Ley <strong>de</strong> Moisés. La gefen (la vid) y las anavim (las uvas) eran intocables. Y<br />
131