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Caballo de Troya 6 - IDU

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Al examinar el cuerpo casi <strong>de</strong>snudo, apenas cubierto por un saq o taparrabos<br />

sucio y <strong>de</strong>shilachado, comprobé que se hallaba seriamente <strong>de</strong>snutrido. Los<br />

síntomas, a simple vista, eran inequívocos: vasos muy visibles bajo una piel<br />

seca, atrofia muscular y un acentuado -casi escandaloso- relieve óseo. Calculé<br />

a ojo la circunferencia <strong>de</strong> los brazos. Lamentable...<br />

Rogué a Eliseo que lo mantuviera inmóvil y le obligué a abrir la boca.<br />

Lo que me temía...<br />

La inspección <strong>de</strong> las mucosas en lengua, encías y velo <strong>de</strong>l paladar confirmaron<br />

el inicial diagnóstico.<br />

Y el jovencito, inquieto, emitió unos broncos sonidos guturales. ¿Cómo fui tan<br />

torpe? ¿Cómo no me di cuenta?<br />

También las conjuntivas (membranas que recubren el interior <strong>de</strong> los párpados<br />

y la cara anterior <strong>de</strong> la esclerótica) me reafirmaron en lo dicho. El pequeño<br />

mamze pa<strong>de</strong>cía una acusada <strong>de</strong>snutrición. Algo bastante común en aquel<br />

tiempo y, sobre todo, entre los más <strong>de</strong>sgraciados: los bastardos.<br />

Insistí, interesándome por su familia, por el lugar don<strong>de</strong> vivía e, incluso, por<br />

su nombre.<br />

Imposible. Se negó a contestar.<br />

Palpé por último el hígado y dirigí una significativa mirada a mi compañero.<br />

Entendió que algo no iba bien y, con la misma espontaneidad con que abroncó<br />

al pillo, rebuscó en la bolsa <strong>de</strong> hule, extrayendo un reluciente <strong>de</strong>nario <strong>de</strong><br />

plata.<br />

Los expresivos ojos <strong>de</strong>l niño se fueron <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la pieza. La observó ávido.<br />

Pero siguió acuartelado en aquel absoluto y enigmático mutismo.<br />

Me <strong>de</strong>cidí a soltarlo.<br />

Y Eliseo, mostrando la moneda, le invitó a emplearla en la compra <strong>de</strong> comida.<br />

Pareció dudar.<br />

-Quizá no compren<strong>de</strong> el arameo -insinué como un perfecto idiota.<br />

Mi hermano repitió el consejo en griego, en koiné, pero el resultado fue el<br />

mismo. El pelirrojo no se inmutó. El rostro, con una mugre crónica, permaneció<br />

inalterable. Sólo los ojos, ágiles y afilados como los <strong>de</strong> un halcón, siguieron<br />

fijos en los esporádicos <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> la plata.<br />

Finalmente, cariñoso, con la mejor <strong>de</strong> sus sonrisas, Eliseo tomó la mano <strong>de</strong>l<br />

muchacho y <strong>de</strong>positó en ella la moneda.<br />

El niño le miró <strong>de</strong>sconcertado. Se llevó la pieza a la boca y, tras mordisquearla,<br />

el ver<strong>de</strong> hierba <strong>de</strong> los ojos se iluminó. Trató, creo, <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo, pero sólo<br />

distinguimos un leve movimiento <strong>de</strong> los labios. Acto seguido, como impulsado<br />

por un muelle, saltó hacia el bosque, <strong>de</strong>sapareciendo.<br />

Eliseo se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />

Minutos <strong>de</strong>spués, satisfechas las tres leptas, entre los cuchicheos <strong>de</strong> las<br />

matronas, el alborozo <strong>de</strong> la chiquillería y los lamentos <strong>de</strong> los onagros, estos<br />

exploradores reemprendían la marcha, alejándose hacia el norte.<br />

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