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Al examinar el cuerpo casi <strong>de</strong>snudo, apenas cubierto por un saq o taparrabos<br />
sucio y <strong>de</strong>shilachado, comprobé que se hallaba seriamente <strong>de</strong>snutrido. Los<br />
síntomas, a simple vista, eran inequívocos: vasos muy visibles bajo una piel<br />
seca, atrofia muscular y un acentuado -casi escandaloso- relieve óseo. Calculé<br />
a ojo la circunferencia <strong>de</strong> los brazos. Lamentable...<br />
Rogué a Eliseo que lo mantuviera inmóvil y le obligué a abrir la boca.<br />
Lo que me temía...<br />
La inspección <strong>de</strong> las mucosas en lengua, encías y velo <strong>de</strong>l paladar confirmaron<br />
el inicial diagnóstico.<br />
Y el jovencito, inquieto, emitió unos broncos sonidos guturales. ¿Cómo fui tan<br />
torpe? ¿Cómo no me di cuenta?<br />
También las conjuntivas (membranas que recubren el interior <strong>de</strong> los párpados<br />
y la cara anterior <strong>de</strong> la esclerótica) me reafirmaron en lo dicho. El pequeño<br />
mamze pa<strong>de</strong>cía una acusada <strong>de</strong>snutrición. Algo bastante común en aquel<br />
tiempo y, sobre todo, entre los más <strong>de</strong>sgraciados: los bastardos.<br />
Insistí, interesándome por su familia, por el lugar don<strong>de</strong> vivía e, incluso, por<br />
su nombre.<br />
Imposible. Se negó a contestar.<br />
Palpé por último el hígado y dirigí una significativa mirada a mi compañero.<br />
Entendió que algo no iba bien y, con la misma espontaneidad con que abroncó<br />
al pillo, rebuscó en la bolsa <strong>de</strong> hule, extrayendo un reluciente <strong>de</strong>nario <strong>de</strong><br />
plata.<br />
Los expresivos ojos <strong>de</strong>l niño se fueron <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la pieza. La observó ávido.<br />
Pero siguió acuartelado en aquel absoluto y enigmático mutismo.<br />
Me <strong>de</strong>cidí a soltarlo.<br />
Y Eliseo, mostrando la moneda, le invitó a emplearla en la compra <strong>de</strong> comida.<br />
Pareció dudar.<br />
-Quizá no compren<strong>de</strong> el arameo -insinué como un perfecto idiota.<br />
Mi hermano repitió el consejo en griego, en koiné, pero el resultado fue el<br />
mismo. El pelirrojo no se inmutó. El rostro, con una mugre crónica, permaneció<br />
inalterable. Sólo los ojos, ágiles y afilados como los <strong>de</strong> un halcón, siguieron<br />
fijos en los esporádicos <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> la plata.<br />
Finalmente, cariñoso, con la mejor <strong>de</strong> sus sonrisas, Eliseo tomó la mano <strong>de</strong>l<br />
muchacho y <strong>de</strong>positó en ella la moneda.<br />
El niño le miró <strong>de</strong>sconcertado. Se llevó la pieza a la boca y, tras mordisquearla,<br />
el ver<strong>de</strong> hierba <strong>de</strong> los ojos se iluminó. Trató, creo, <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo, pero sólo<br />
distinguimos un leve movimiento <strong>de</strong> los labios. Acto seguido, como impulsado<br />
por un muelle, saltó hacia el bosque, <strong>de</strong>sapareciendo.<br />
Eliseo se encogió <strong>de</strong> hombros.<br />
Minutos <strong>de</strong>spués, satisfechas las tres leptas, entre los cuchicheos <strong>de</strong> las<br />
matronas, el alborozo <strong>de</strong> la chiquillería y los lamentos <strong>de</strong> los onagros, estos<br />
exploradores reemprendían la marcha, alejándose hacia el norte.<br />
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