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nuestros cálculos -apoyados en el cómputo <strong>de</strong> Hesiodo en La teogonia-,<br />
cuando al Maestro apareció en la Tierra, sólo en la cuenca mediterránea, se<br />
adoraban ¡90 000 dioses!<br />
Es posible que hoy, influido por el monoteísmo, el hipotético lector <strong>de</strong> este<br />
diario no haya reparado en lo anómalo <strong>de</strong> un mundo con semejante proliferación<br />
<strong>de</strong> dioses. Pues bien, como digo, ésta era la terrible y cotidiana verdad<br />
que se encontró Jesús <strong>de</strong> Nazaret. Por un lado, sus propios paisanos -los<br />
judíos-, sirviendo y venerando a un Yavé distante, vengador y siempre vigilante.<br />
Un Dios «negativo» <strong>de</strong>l que se <strong>de</strong>rivaron -directa o indirectamente-<br />
365 preceptos prohibitivos contra 248 positivos o afirmativos. Toda una<br />
«pesadilla» burocrática que convirtió a ese Dios en un «contable» y en un<br />
«inspector» tan frío como absurdo.<br />
Por otro, los gentiles, esclavizados por ídolos <strong>de</strong> piedra, oro o hierro, a cual<br />
más tirano y caprichoso.<br />
Curiosamente, con ninguno <strong>de</strong> ellos -incluido el sangriento Yavé- era posible<br />
el diálogo. Sólo el sumo sacerdote, una vez al año, estaba autorizado a penetrar<br />
en el «santo <strong>de</strong> los santos» e interrogar (?) al temido Dios <strong>de</strong>l Sinaí. Por<br />
su parte, entre los paganos, sólo algunas, muy contadas, divinida<strong>de</strong>s menores<br />
se hallaban capacitadas para escuchar y transmitir las súplicas <strong>de</strong> los<br />
pesimistas e infelices seres humanos. Y, <strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong>l azar y <strong>de</strong>l humor <strong>de</strong><br />
tales entida<strong>de</strong>s, así discurría la vida <strong>de</strong> estos hombres y mujeres...<br />
Creo que, en verdad, no se ha valorado con justicia el inmenso, arduo y<br />
revolucionario empeño <strong>de</strong>l Maestro por cambiar semejante estado <strong>de</strong> cosas.<br />
¿Difícil? A juzgar por lo que teníamos a la vista, la tarea <strong>de</strong>l rabí <strong>de</strong> Galilea no<br />
fue difícil. Yo la calificaría <strong>de</strong> casi imposible...<br />
Eliseo y quien esto escribe nos alejamos <strong>de</strong>l badawi, y <strong>de</strong> su singular y significativa<br />
«mercancía», con una asfixiante sensación.<br />
¿Cómo hacer el «milagro»? ¿Cómo arrancar al mundo <strong>de</strong> tanta oscuridad?<br />
Pronto, muy pronto, lo <strong>de</strong>scubriríamos. Y quedamos maravillados. El Hijo <strong>de</strong>l<br />
Maestro, verda<strong>de</strong>ramente, tenía la «clave»...<br />
El maarabit, puntual como un reloj, entró en escena, tumbando las indolentes<br />
columnas <strong>de</strong> humo y sorprendiendo a chicos y gran<strong>de</strong>s. Entre toses y carraspeos,<br />
la parroquia procuró acomodarse bajo los ropones. Y nosotros,<br />
esquivando cántaras, enormes sandías, relucientes cacharros <strong>de</strong> cobre y a la<br />
inevitable chiquillería, fuimos atraídos por un apetitoso tufillo. Mi hermano se<br />
asomó curioso a una <strong>de</strong> aquellas anchas sartenes <strong>de</strong> hierro negro y grasiento.<br />
La mujer, impertérrita, siguió removiendo la humeante fritura. A su lado, en<br />
sendos cuencos <strong>de</strong> barro, creí i<strong>de</strong>ntificar unos sanguinolentos hígados <strong>de</strong> pollo,<br />
materialmente asaltados por las moscas. Despacio, estudiadamente, la<br />
oronda matrona tomaba las porciones, arrojándolas al aceite profundo. Una<br />
cebolla previamente cocinada, brillante y transparente, flotaba entre la<br />
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