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món...<br />
Esto, y mucho más, se ofrecía en casi todos los cruces <strong>de</strong> caminos.<br />
Eliseo me hizo un gesto, reclamándome.<br />
A sus pies, sobre una <strong>de</strong>scolorida y <strong>de</strong>shilachada manta <strong>de</strong> lana, uno <strong>de</strong> los<br />
ven<strong>de</strong>dores presentaba un «producto» un tanto singular. «Singular» para<br />
nosotros, claro está...<br />
El viejo, un badawi (beduino) <strong>de</strong> edad in<strong>de</strong>finible y casi escondido bajo un<br />
amplio ropón escarlata, nos invitó a curiosear.<br />
Mi hermano se inclinó y, <strong>de</strong>cidido, tomó uno <strong>de</strong> «ellos». Lo abrió y, divertido,<br />
leyó en voz alta:<br />
«Para la hija <strong>de</strong>... [el nombre <strong>de</strong>l comprador aparecía en blanco]. Para conjurar<br />
la fiebre y el mal <strong>de</strong> ojo y para echar los <strong>de</strong>monios femeninos... Ya, ya,<br />
ya, ya, ya..., y los espíritus <strong>de</strong>l cuerpo. En nombre <strong>de</strong> Yo, el que Soy.»<br />
Sonreí, comprendiendo.<br />
Y el nómada, diplomático, correspondió con otra sonrisa, mostrando unas<br />
encías <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntadas, sangrantes y purulentas. Y el enjuto rostro, oscuro como<br />
el carbón, se iluminó ante la posibilidad <strong>de</strong> una buena venta.<br />
La «mercancía», en efecto, abarcaba una nutrida y variopinta colección <strong>de</strong><br />
amuletos, talismanes e ídolos, «muy capaces -según el dueño- <strong>de</strong> resolver la<br />
vida a quien tuviera la sabiduría <strong>de</strong> comprarlos».<br />
Entre los primeros los había confeccionados en papiro, cuero, lana, cobre y<br />
piedra.<br />
-Son santos -aclaró el astuto propietario en un arameo inválido y cargado <strong>de</strong><br />
infinitivos-. Si tú comprar, ellos cuidar... Nada temer...<br />
Me fijé en dos gran<strong>de</strong>s planchas rojizas <strong>de</strong> arcilla, <strong>de</strong> 40 por 30 centímetros.<br />
Se hallaban grabadas por una <strong>de</strong> las caras, con sendas aspas, formadas por<br />
cuatro líneas paralelas.<br />
Me intrigó. Aquello era <strong>de</strong>sconocido para mí.<br />
-Santo..., muy santo -se a<strong>de</strong>lantó el badawi, adoptando solemnidad-. Líneas<br />
hechas por ángel Esdriel... Protección máxima... No tocar. Primero comprar...<br />
Barato... Te lo <strong>de</strong>jo en diez piezas.<br />
-¿Diez «ases»? -tercié convencido.<br />
El anciano echó atrás el manto, <strong>de</strong>scubriendo una larga y pastosa melena<br />
plateada.<br />
-Tú loco..., amigo... ¡Diez <strong>de</strong>narios plata por tabla!... Tu vida protegida hasta<br />
la muerte... Esdriel ser número uno...<br />
El tal Esdriel era uno <strong>de</strong> los espíritus habitualmente invocado por estas supersticiosas<br />
y temerosas gentes. Triste, sí, pero ésta, y no otra, era la realidad.<br />
A lo largo y ancho <strong>de</strong>l país, cientos <strong>de</strong> traficantes como aquel badawi vendían<br />
«felicidad» con la ayuda <strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> elementos supuestamente mágicos.<br />
Y, como iríamos <strong>de</strong>scubriendo, muy pocos se resistían. Éste, justamente,<br />
sería otro <strong>de</strong> los frentes <strong>de</strong> batalla <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong>l Hombre; la lucha por sanear<br />
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