Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
chamos un griterío.<br />
Nos miramos inquietos. Parecían voces infantiles...<br />
Y en guardia nos aproximamos a uno <strong>de</strong> los escasos claros. Al contemplar el<br />
«espectáculo» entendí. Tranquilicé a Eliseo y, rogando pru<strong>de</strong>ncia, continuamos.<br />
En el reducido calvero se dibujaba un cruce <strong>de</strong> caminos. Otra pista angosta, e<br />
igualmente trabajada con la negra escoria volcánica <strong>de</strong> la región, se aupaba<br />
con dificultad hacia un cerro <strong>de</strong> doscientos o trescientos metros. Arriba,<br />
amurallado por el apretado bosque, se distinguía un conato <strong>de</strong> ciudad. Era<br />
Beth Saida Julias, la población levantada por Filipo y, en cierto modo, «capital»<br />
administrativa <strong>de</strong> la zona. Una ciuda<strong>de</strong>la azabache y caótica que evitaríamos,<br />
<strong>de</strong> momento.<br />
Debí suponerlo. Al igual que en casi todas las rutas, los lugareños aprovechaban<br />
estas encrucijadas para sentar sus reales y ven<strong>de</strong>r toda suerte <strong>de</strong><br />
mercancías.<br />
Por supuesto, era un lugar estratégico. Y tomamos buena nota.<br />
Consultamos el sol. Volaba hacia el cénit. Estábamos cerca <strong>de</strong> la hora «sexta»<br />
(mediodía).<br />
Lo comentamos y, necesitados <strong>de</strong> un respiro, <strong>de</strong>cidimos hacer un alto.<br />
Lentamente, con precaución, nos mezclamos en aquel caos. Treinta o cuarenta<br />
miradas nos siguieron curiosas.<br />
Entre los asnos amarrados a los árboles y los improvisados ten<strong>de</strong>retes, una<br />
chiquillería incansable e incombustible <strong>de</strong>safiaba el calor, corriendo y saltando<br />
ante la lógica irritación <strong>de</strong> los paisanos. Semi<strong>de</strong>snudos, con las cabezas rapadas<br />
y las costillas al aire, los niños iban y venían, atosigando y mortificando<br />
a los altos onagros con cardos espinosos y largos y puntiagudos palos. Los<br />
justificados rebuznos y el peligroso cocear, lejos <strong>de</strong> intimidar a la gente<br />
menuda, la excitaba, haciéndola volver a la carga con renovados bríos y entre<br />
incontenibles gritos y risas malévolas y contagiosas.<br />
Varias y mo<strong>de</strong>stas columnas <strong>de</strong> humo huían perezosas <strong>de</strong> otras tantas y<br />
herrumbrosas marmitas, sofocando el lugar con los típicos y ya familiares<br />
olores a pescado frito y carne guisada.<br />
Allí, en aquellos «mercadillos» en miniatura, el caminante encontraba <strong>de</strong><br />
todo.<br />
Con aire cansino, sin <strong>de</strong>masiada contun<strong>de</strong>ncia, campesinos y pescadores<br />
espantaban un ejército <strong>de</strong> moscas <strong>de</strong> todos los portes que caía negro y<br />
zumbante sobre personas, enseres y mercancías. La plaga, sencillamente,<br />
formaba parte <strong>de</strong>l paisaje. No tendríamos más remedio que acostumbrarnos.<br />
Así era la Palestina <strong>de</strong> Jesús...<br />
Frutas, hortalizas, huevos, especias, tilapias y «sardinas» <strong>de</strong>l yam -frescas o<br />
saladas-, pan recién horneado, agua, vino recio y caliente e, incluso, zumo <strong>de</strong><br />
melón convenientemente enfriado con la nieve transportada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Her-<br />
123