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Caballo de Troya 6 - IDU

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Mi hermano, según confesó, se vio asaltado por una duda. Él, como yo, seguía<br />

teniendo presente la súplica <strong>de</strong>l general Curtiss antes <strong>de</strong> partir hacia el segundo<br />

«salto»:<br />

«... Llevad también este retoño y plantadlo en nombre <strong>de</strong> los que quedamos<br />

a este lado... Será el humil<strong>de</strong> y secreto símbolo <strong>de</strong> unos hombres que sólo<br />

buscan la paz. Una paz sin fronteras. Una paz sin limitaciones <strong>de</strong> espacio..., ni<br />

<strong>de</strong> tiempo. ¡Gracias!...»<br />

Pues bien, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>scubierto e intuido, el joven no supo qué hacer.<br />

¿Me recordaba la presencia en el módulo <strong>de</strong>l vástago <strong>de</strong> olivo? ¿Aceptaría su<br />

propuesta? ¿Me mostraría conforme con el hecho <strong>de</strong> transportar el retoño y<br />

plantarlo en alguna parte?<br />

Los recientes acontecimientos, colocando a Curtiss y a su gente en una situación<br />

tan reprobable, lo frenaron. Él <strong>de</strong>seaba cumplir la palabra dada, pero<br />

<strong>de</strong>sconocía mis sentimientos.<br />

Lo tranquilicé. Cumpliríamos. Aunque no merecían nuestro respeto, cumpliríamos...<br />

Después <strong>de</strong> todo, aquel olivo no representaba únicamente a unos pocos, sino<br />

a toda la Humanidad. Era nuestro mo<strong>de</strong>sto homenaje al Hombre que más ha<br />

hecho por la paz.<br />

Y el vástago, «hijo <strong>de</strong> una época», fue igualmente <strong>de</strong>positado en su saco,<br />

dispuesto para ser trasplantado a «otra».<br />

Curioso. La sugerencia <strong>de</strong> Eliseo terminaría haciendo feliz a quien menos<br />

imaginábamos...<br />

Cosas <strong>de</strong>l Destino.<br />

Y la noche y el silencio -como una bella premonición- me trasladaron lejos,<br />

muy lejos...<br />

Nunca olvidaré aquel sueño.<br />

18 DE AGOSTO, SÁBADO<br />

¿Fue sólo un sueño?<br />

Quién sabe...<br />

Recuerdo que nos hallábamos en una pequeña meseta, ro<strong>de</strong>ada <strong>de</strong> espesos<br />

bosques...<br />

En la ensoñación no i<strong>de</strong>ntifiqué el lugar, pero yo sabía que era el Hermón...<br />

Eliseo estaba conmigo, a mi lado. Y al fondo, resplan<strong>de</strong>ciente, la «cuna»...<br />

Hablábamos con el Maestro...<br />

Más allá, cerca <strong>de</strong> la nave, Pedro y los hermanos Zebe<strong>de</strong>o nos miraban espantados...<br />

Parecían medio dormidos...<br />

Jesús, mi hermano y quien esto escribe conversábamos sobre el «futuro»,<br />

sobre nuestra misión y lo que nos aguardaba al retornar a nuestro verda<strong>de</strong>ro<br />

«ahora». El Maestro lo conocía todo. Y nos aconsejó valor y confianza. Todo<br />

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