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Aprobé la i<strong>de</strong>a y, aunque las ausencias no <strong>de</strong>berían superar nunca las dos o<br />
tres semanas, se puso manos a la obra.<br />
Y fue en el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> esa sencilla operación cuando mi hermano se sobresaltó<br />
al «<strong>de</strong>scubrir» algo con lo que no contábamos.<br />
Siguiendo el procedimiento tecleó en el or<strong>de</strong>nador central, reclamando el<br />
directorio correspondiente: «CD-SGM» («código <strong>de</strong> acceso a los sistemas<br />
generales <strong>de</strong> mantenimiento»). Como <strong>de</strong>cía, pura rutina. Al introducir la<br />
or<strong>de</strong>n, «Santa Claus» la hacía suya, archivándola en el sistema director.<br />
Pero mi compañero cometió un pequeño, casi insignificante, error. Al pulsar la<br />
mencionada clave -«CD-SGM»- los <strong>de</strong>dos equivocaron una tecla. En lugar <strong>de</strong><br />
tocar la «S» se <strong>de</strong>slizaron unos milímetros hacia la izquierda, alcanzando la<br />
«A».<br />
¿Casualidad? Lo dudo...<br />
La cuestión es que la clave requerida no fue la misma. Eliseo, involuntariamente,<br />
<strong>de</strong>mandó a «Santa Claus» la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> entrada en otro directorio: el<br />
«CD-AMG» («acceso a material genético»).<br />
Ahí llegó la sorpresa. Toda una <strong>de</strong>sagradable sorpresa...<br />
Recuerdo que escuché un exabrupto. Después, tras un breve silencio, mi<br />
hermano, alterado, pidió explicaciones (?) a la máquina.<br />
-¡Será malnacido! Me aproximé intrigado.<br />
-No puedo creerlo, Jasón... Tu «novio» <strong>de</strong>svaría... En la pantalla, en efecto,<br />
pulsaba en rojo una frase que me <strong>de</strong>jó atónito. -¿Qué pasa?<br />
Eliseo explicó el pequeño <strong>de</strong>sliz. -Inténtalo <strong>de</strong> nuevo...<br />
Así lo hizo, solicitando el directorio que contenía los informes sobre el material<br />
genético. Y lo hizo <strong>de</strong>spacio, recreándose.<br />
-¡La madre que lo parió!<br />
«Santa Claus», impertérrito, ofreció la misma y <strong>de</strong>sconcertante consigna.<br />
Nos miramos confusos. No había duda. Eliseo repitió la clave un total <strong>de</strong><br />
cuatro veces. E, impotente, me cedió el puesto ante el rebel<strong>de</strong> or<strong>de</strong>nador<br />
central. Tampoco tuve fortuna. -¿Cómo es posible?<br />
Mi hermano, tan perplejo como quien esto escribe, se encogió <strong>de</strong> hombros. Y<br />
sentenció:<br />
-Una <strong>de</strong> dos: o se ha vuelto loco o «alguien»... ¿Loco? No, la máquina era casi<br />
perfecta. Y la respuesta <strong>de</strong> «Santa Claus» abrió <strong>de</strong> nuevo la caja <strong>de</strong> los<br />
truenos: «El usuario no tiene prioridad para ejecutar esta or<strong>de</strong>n.»<br />
Increíble...<br />
Tanto Eliseo como yo estábamos lógicamente capacitados para ejecutar esa y<br />
todas las ór<strong>de</strong>nes, abriendo los directorios que estimásemos oportuno. Así lo<br />
hicimos, por ejemplo, al introducir los resultados <strong>de</strong> los análisis efectuados<br />
sobre las muestras <strong>de</strong> la Señora, <strong>de</strong> José, <strong>de</strong> Amos y <strong>de</strong> Jesús <strong>de</strong> Nazaret. ¿A<br />
qué venía ahora esta estupi<strong>de</strong>z? ¿A nosotros?<br />
Tuvimos que rendirnos. Los esfuerzos <strong>de</strong>l ingeniero se estrellaron. «Santa<br />
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