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«Sí -me dije, buscando un mínimo <strong>de</strong> consuelo-, lo haré más a<strong>de</strong>lante. Quizá<br />
la víspera <strong>de</strong>l <strong>de</strong>finitivo retorno a nuestro verda<strong>de</strong>ro "ahora".»<br />
E intenté quedarme con lo positivo. Los fármacos recién <strong>de</strong>scubiertos eran un<br />
buen augurio. Nos aliviarían, inyectándonos nuevas fuerzas.<br />
¡Pobre ingenuo!<br />
Y esa misma noche iniciamos el tratamiento. Eliseo, confiado, no preguntó. Mi<br />
escueto comentario, supongo, aclaró la situación:<br />
-De parte <strong>de</strong> la Provi<strong>de</strong>ncia...<br />
16 DE AGOSTO, JUEVES (AÑO 25)<br />
¿Casualidad? Me niego a admitirlo.<br />
En realidad, parecía como si el Destino tuviera prisa. Como si <strong>de</strong>seara mostrar<br />
todas las cartas. En especial, las «marcadas». Como si quisiera <strong>de</strong>svelar la<br />
otra «cara» <strong>de</strong> <strong>Caballo</strong> <strong>de</strong> <strong>Troya</strong>. Como si pretendiera hacerlo antes <strong>de</strong>l<br />
arranque <strong>de</strong> la nueva misión...<br />
¡Y ya lo creo que lo logró!<br />
¿Casualidad?<br />
Aparentemente, sí, pero hoy sé que la palabra azar es un espejismo, una<br />
pésima justificación <strong>de</strong> la Ciencia para lo que no controla.<br />
Esta vez fue Eliseo el «<strong>de</strong>scubridor». Y el <strong>de</strong>sagradable «hallazgo» echó leña<br />
al ya crecido fuego <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sconfianza.<br />
El «inci<strong>de</strong>nte» surgió a raíz <strong>de</strong> una maniobra rutinaria. Después <strong>de</strong> meditarlo,<br />
en previsión <strong>de</strong> una posible emergencia, el ingeniero informático me puso al<br />
corriente <strong>de</strong> algo importante. Algo que, honradamente, pasamos por alto y<br />
que pudo costamos un disgusto en la «reciente» (?) Operación Salomón. (Por<br />
fortuna, esos meses estivales fueron secos y extremadamente tórridos.)<br />
Como ya expliqué, el apantallamiento infrarrojo <strong>de</strong> la «cuna» y los cinturones<br />
<strong>de</strong> protección <strong>de</strong>pendían vitalmente <strong>de</strong> la SNAP, la pila atómica. Pues bien, al<br />
<strong>de</strong>sconectarla, financiando el suministro eléctrico con los espejos solares, mi<br />
hermano se planteó una seria y lógica duda: ¿qué suce<strong>de</strong>ría si, en nuestras<br />
prolongadas ausencias, cambiaba la climatología? La respuesta era simple y<br />
grave: el sistema se vendría abajo, <strong>de</strong>jándonos sin protección. Si el cielo se<br />
encapotaba, disminuyendo la radiación solar, los acumuladores, como mucho,<br />
resistirían cinco o seis días. Había que encontrar, por tanto, una solución<br />
alternativa que nos permitiera abandonar el Ravid sin temor.<br />
Eliseo estimó que lo más pru<strong>de</strong>nte era <strong>de</strong>jar el asunto en «manos» <strong>de</strong> «Santa<br />
Claus». Bastaba con transferir una or<strong>de</strong>n para que, en caso <strong>de</strong> emergencia<br />
-variación climática o cualquier otro contingente-, el or<strong>de</strong>nador activase<br />
automáticamente la SNAP, sosteniendo así la infraestructura <strong>de</strong> seguridad.<br />
Consi<strong>de</strong>rando que la pila atómica tenía una vida útil superior a un año, el<br />
peligro quedaba conjurado.<br />
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