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que posteriormente borró y exhibió bajo el título Erased<br />
De Kooning Drawing. Para Rauschenberg, era una<br />
forma de decir que los materiales crean, sobre todo,<br />
el vacío. En 1971, Federico Peralta Ramos quiso imitar<br />
aquí la exposición Exposición higiénica, de Herve<br />
Fischer, que consistía en un recinto con las paredes<br />
cubiertas de espejos, pero por falta de sponsors se<br />
quedó sin espejos.<br />
Por otro lado, la crítica de Virilio y Sebreli apunta a los<br />
temas y los soportes que el arte de las últimas décadas<br />
ha elegido con preferencia para sus acciones revulsivas.<br />
Uno de los casos más extremos de esto es el body-art.<br />
Género nacido en los años 60, una de sus vertientes<br />
se centró en las heridas, lesiones, marcas e incisiones<br />
en la carne; su principal exponente se llamó Rudolf<br />
Schwarzkogler, un alemán que en 1969 se amputó<br />
centímetro a centímetro el pene mientras un fotógrafo<br />
registraba la acción.<br />
Heredera en parte de esta tradición es Orlan, la artista<br />
francesa que a comienzos de los 90 “esculpe” su propio<br />
rostro mediante cirugía estética en una provocativa<br />
cruzada por convertirse en “la obra maestra absoluta”<br />
(con lo que actuaba y denunciaba al mismo tiempo las<br />
complejas relaciones entre arte y técnica, apariencia y<br />
realidad, naturaleza y artificio) en operaciones filmadas.<br />
Mutaciones y discusiones<br />
¿Por qué la experiencia del arte se ha transformado en<br />
una cuestión tan problemática? Desde los comienzos<br />
de la modernidad, el régimen de transformaciones<br />
permanentes de la era industrial modificó radicalmente<br />
la noción de lo bello. Atrás quedó el ideal armónico y<br />
trascendente: la belleza empezó a concebirse como<br />
algo que cambia con los tiempos y que acompaña a<br />
ese cambio a través del concepto de “novedad”. Para<br />
decirlo de otro modo: hace rato que ya no es dominante<br />
la creencia de que el arte debe ser el lugar de la armonía,<br />
la estabilidad. Adorno decía que el arte puede mostrar<br />
los conflictos irreconciliables en lo social.<br />
Pero en la sociedad de los massmedia, la frontera entre<br />
registros es muy lábil y las contaminaciones entre arte,<br />
espectáculo, show e impacto están a la orden del día. De<br />
ahí que la preocupación acerca de cómo sustraerse de<br />
los códigos perceptivos de la sociedad del espectáculo<br />
(el movimiento permanente, la velocidad irreflexiva, la<br />
compulsión al cambio) se vuelve central.<br />
Si bien los escándalos y polémicas se suceden mes a<br />
mes, hay algo que pareciera estar fuera de discusión<br />
en el campo del arte, tanto para los artistas como para<br />
los críticos, museólogos, directores de museos y buena<br />
parte del público: por más revulsiva que pueda ser<br />
una obra, todos coinciden en que ni los tópicos ni los<br />
tratamientos del arte deben someterse a los códigos de<br />
la moral, la religión o la política.<br />
Eso se vio en 1998, cuando la muestra Sensation se<br />
exhibió en el Museo de Brooklyn de Nueva York. Allí,<br />
la Santa María Virgen, de C. Ofili, escandalizó con su<br />
virgen negra, pintada con caca de elefante y rodeada<br />
de imágenes de vaginas. El entonces alcalde Rudolph<br />
Giuliani amenazó con cerrar el museo para complacer a<br />
los electores católicos. Ante esta ofensiva de la política,<br />
el campo artístico se movilizó para afirmar la autonomía<br />
del arte.<br />
Para el crítico colombiano José Roca, la cuestión<br />
central en esta época es ser capaz de reemplazar la<br />
pregunta “¿esto es bueno, bello, original?” por otra:<br />
“¿cuán abierto estoy a otras posibilidades artísticas?”.<br />
Aun así, el enigma no está en las preguntas. Está en las<br />
respuestas.<br />
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