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el no iniciado, tiene una educación sensorial heredada<br />

de la cultura en la que habita que ofician de background.<br />

Esto no evita que muchas veces se produzca el efecto<br />

shock. “Hasta hace poco, los críticos trataban con obras<br />

de arte fácilmente aceptadas como tales, expuestas en<br />

museos y de cuyo valor nadie dudaba —comentaba el<br />

filósofo y crítico norteamericano Arthur Danto en una<br />

entrevista con Clarín—. Pero desde mediados de los 60<br />

proliferan las obras que tienen el aspecto de una cosa<br />

cualquiera. Desde entonces, ya no es posible distinguir<br />

entre qué es y qué no es arte utilizando sólo criterios<br />

visuales”.<br />

Según Danto, para definir hoy algo como arte “es<br />

preciso conocer la historia de la obra: de dónde viene,<br />

quién la hizo, cuál es su sentido. Pero finalmente, la<br />

decisión es colectiva, se trata de una investigación<br />

cooperativa”.<br />

Para otros, en cambio, la asistencia masiva del público<br />

es una prueba más de que el arte, otrora sinónimo de<br />

lo sacro, ha sido “profanado” al ingresar de plano en<br />

el mundo del espectáculo y la lógica mercantil. Hay<br />

quienes lamentan que los museos hayan devenido en<br />

catedrales donde se celebra la unión entre espectáculo<br />

y consumo, donde la vieja función pedagógica ha<br />

sido sustituida por la confusión entre educación y<br />

entretenimiento.<br />

A diferencia de lo que sucedía en el siglo XX, pareciera<br />

que el arte ya no puede ser irónico ni contestatario<br />

sin ser absorbido inmediatamente por el mercado. En<br />

diciembre pasado, la Tate Gallery empleó 35.000 euros<br />

para comprar caca enlatada. Su autor, el polémico<br />

artista italiano Piero Manzoni, las había fabricado a<br />

modo de protesta por lo absurdo que se había vuelto<br />

el mercado de arte. El portavoz de la galería declaró:<br />

“El Manzoni fue una adquisición muy importante por<br />

una cantidad muy pequeña de dinero. (...) Este trabajo<br />

examina aspectos esenciales del arte del siglo XX,<br />

como la autoría y la producción de arte”.<br />

Modernos, a la retaguardia<br />

Ahora que la vanguardia se institucionalizó y el impacto<br />

se transformó en ritual, se levantan nuevas voces de<br />

reacción contra el arte contemporáneo. Entre las más<br />

virulentas figuran las del ensayista argentino Juan José<br />

Sebreli y el historiador británico Eric Hobsbawm. Este<br />

último, en su ensayo A la zaga, hace una dura crítica<br />

a las vanguardias de la primera mitad del siglo XX,<br />

desmitificando su supuesto espíritu de subversión: “Las<br />

artes verdaderamente revolucionarias fueron aceptadas<br />

por las masas, porque tenían algo que comunicar”, dice<br />

Hobsbawm; “pero las vanguardias plásticas del siglo<br />

XX fracasaron en la tarea de comunicar el sentido de los<br />

tiempos”. Y agrega más: “Espantar al burgués es más<br />

fácil que derribarlo”.<br />

Más allá de estas críticas, que le atribuyen al arte la<br />

obligación de subordinarse a la política, es indudable<br />

que hacia finales del siglo XX el arte se ha vuelto<br />

cada vez más despiadado. Eso afirma el francés Paul<br />

Virilio en su libro El procedimiento silencio, donde la<br />

emprende furioso contra lo que denomina una derrota<br />

(o complicidad) del arte frente a las ideologías macabras<br />

y asesinas del siglo XX: “¿No es la estética del enemigo<br />

la que finalmente ha triunfado?”, se pregunta Virilio.<br />

“Si el terror nazi ha perdido la guerra, ¿no ha ganado<br />

la paz? Esta paz del ‘’equilibrio del terror’’ entre Este<br />

y Oeste, pero también entre las formas, las figuras<br />

de una estética de la desaparición que podrá ilustrar<br />

íntegramente este fin de siglo”.<br />

Virilio se refiere, al menos, a dos temas. Por un lado,<br />

la progresiva evanescencia de la obra en beneficio de<br />

la experiencia, el acontecimiento efímero, la situación.<br />

Contra la idea romántica del artista genial, pero<br />

también de la obra de arte única, original, aurática, el<br />

arte contemporáneo decreta la epifanía del instante, la<br />

sustitución de los soportes estables por la fugacidad<br />

de las performances, los happenings, las instalaciones.<br />

Una operación que Virilio lee como metáfora del<br />

desprecio por el cuerpo y la desensualización de los<br />

sentidos propias de la modernidad.<br />

En Las aventuras de la vanguardia, Juan José Sebreli<br />

se refiere así al arte de los 50: “Ya no se trataba, como<br />

en los pintores no figurativos, de la desaparición del<br />

tema del cuadro, rechazo de la ilusión realista, de la<br />

tercera dimensión: ahora la tela y la pintura misma<br />

debían desvanecerse”. Y así fue: en 1953, Robert<br />

Rauschenberg compró un dibujo original de Kooning,<br />

Producción de Textos | Cátedra A - Prof. Alonso | Facultad de Bellas Artes | UNLP<br />

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