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Aunque era autodidacta, contó con excelentes<br />
maestros, comenzando por Roy de Maistre, un pintor<br />
australiano que se conto entre los poco a quienes<br />
trató con afecto, sin reservas, y de quien aprendió la<br />
extraordinaria disciplina con que trabajó siempre.<br />
Bacon creía en el accidente creador, en el instinto o<br />
sistema nervioso. Le emoción le atraía y todo lo llevaba<br />
al límite. Por esta misma razón, también adoraba las<br />
corridas de toros, que tantas veces plasmó en sus<br />
cuadros. Se dirigía directamente al cuadro sin dibujos<br />
ni preliminares y jamás limpiaba los pinceles, lo que le<br />
permitía recoger el polvo del suelo y aplicarlo al cuadro,<br />
como granos de arena.<br />
Fue un jugador de casino empedernido. Jugaba con la<br />
vida y la pintura con la misma pasión. “Toso los artistas<br />
son amantes de la vida - afirmaba- Quieren hacer<br />
trampa a la vida para que sea más interesante, más<br />
vivaz, más violenta”.<br />
Al pintar jugaba con la maleabilidad de los materiales:<br />
no tenía reglas, disparaba los acrílicos con pistola<br />
y utilizaba sus dedos y pequeñas esponjas para<br />
difuminar. El toque Bacon iba de la caligrafía arabesca<br />
o la delicadeza del acuarelista en el tratamiento<br />
de los cabellos a la voluptuosidad de los pinceles<br />
sobrecargados de óleo, sin olvidar la pintura en seco<br />
que recogía de incrustaciones. Y su obra, en la que<br />
rindo homenaje a Van Gogh, Velázquez e Ingres,<br />
reconoce otras influencias, como Duchamp, Cèzane,<br />
Cimabua, Giacometti y Poussin.<br />
Reconocimiento. Su entrada oficial en el mundo del arte<br />
se produjo en 1944 con tres estudios de figuras al pie<br />
de una crucifixión, sin duda influido por los dibujos a<br />
carbón de Picasso. Tenía 35 años.<br />
Los años 50 y 60 significaron el reconocimiento<br />
internacional de Bacon, culminado en 1970, con su gran<br />
retrospectiva en el Gran Paláis de París. Fue en ese ano,<br />
en 1970, cuando adquirió otra casa de proporciones<br />
nobles con un estudio soberbio y una luz bellísima. “Lo<br />
he arreglado tan bien con alfombras y cortinas que no<br />
puedo trabajar. Me siento absolutamente castrado en<br />
ese lugar, porque me falta mi caos”, confesó.<br />
Nunca deseó tan palaciegos espacios. “Lo que me gusta<br />
es vivir entre recuerdos y ruinas”, decía en la cocinalavadero<br />
de su casa-estudio de South Kensington,<br />
iluminado con bombillas desnudos y donde realizó<br />
algunos de sus mejores cuadros, como los trípticos de<br />
desnudos masculinos, la serio con sus autorretratos de<br />
los 70 a 90, la figura en lavabo, de 1976m sus figuras<br />
sentadas de 1978 o las corridas de toros.<br />
A John Edwards lo conoció también en el club Colonny,<br />
en Soho. Todo el mundo se preguntaba qué había visto<br />
en él, que incluso era analfabeto, pero para Bacon la<br />
autenticidad y honestidad iban más allá que la belleza.<br />
John fue la serenidad tras los años tumultuoso pasados<br />
con su amigo George Dyer, que se suicidó.<br />
“Poco después de conocer a Francis Bacon en 1976,<br />
me invitó a Reece Mews diciéndome: ‘la gente piensa<br />
que vivo en la grandeza pero, sabes, de hecho vivo<br />
en el basurero’. Pronto pude ver que era cierto”, ha<br />
recordado Edwards.<br />
Para algunos de sus contemporáneos, el estudio era<br />
una declaración de principios, una obra de arte por<br />
derecho propio, creada durante años para dar forma<br />
a sus intenciones estéticas. El estudio que ahora se<br />
abre en Hugh Lane Gallery posee nuevos espacio<br />
diseñado por el arquitecto inglés David Chipperfield:<br />
una habitación con un audiovisual y una galería de<br />
exposiciones que se inaugurará con una muestra de las<br />
pinturas inacabadas del propio Bacon.<br />
La obra fue un grito de desesperación. Algo en su<br />
interior casi vicioso, violento o malvado, le arrastraba a<br />
mostrar la condición humana desposeída de un paraíso<br />
perdurable. “El arte puede liberar las sensaciones más<br />
profundas del hombre, pero yo no pinto ni por dinero<br />
ni para dar a conocer nada de la naturaleza humana.<br />
Pinto para excitarme a mí mismo, algo que no sucede<br />
con frecuencia.<br />
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