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y la crítica social son las formas que elige para llevar a cabo esta alteración.<br />
Respecto de la condición anónima de los personajes, vale hacer una<br />
aclaración. Por momentos, el anonimato funciona del mismo modo que en el coro de<br />
la tragedia griega, esto es, como un conjunto de voces individualmente inidentificadas<br />
que toman la palabra en nombre del “pueblo” (en GEP, por ejemplo, el coro de mujeres<br />
patricias, que aparece cerca del final).<br />
Sin embargo, cuando los personajes funcionan autónomamente (o en<br />
dualidad, según lo explicado más arriba), las únicas que reciben nombre son las<br />
mujeres. Lejos de establecer una preeminencia, la nominalización refuerza su<br />
prescindencia: los hombres no necesitan ser nombrados porque, o bien representan<br />
a personajes conocidos (como Sarmiento o Martín Fierro), o bien son estereotipos<br />
claramente identificables (el enano fascista, el militar, el paisano, etc.).<br />
No gira la historia en torno de la mujer, sino que ella apoya y desencadena la<br />
acción: es personaje secundario que representa lo privado en una historia pública de<br />
hombres y héroes nacionales.<br />
Ésa es la identidad nacional y de género que se construye del lado serio,<br />
y que se “altera” del lado crítico: se busca desmitificar la imagen tradicional de la<br />
argentinidad, dentro de la cual la idea de “macho argentino” es una de las más fuertes.<br />
Lo referente a la identidad nacional aparece o se construye a partir de la<br />
mención o espectacularización de lugares comunes, como los juegos, la comida y<br />
las canciones “típicos”: la taba, el mate, el asado, el locro, las canciones escolares<br />
(oficiales y extraoficiales), etc. Sin embargo, la seriedad se ve contrarrestada por la<br />
crítica que se dispara principalmente en dos momentos: en el comienzo y en el final<br />
de la puesta.<br />
La obra se abre (literalmente, una puerta se abre) con un monólogo acerca<br />
del destierro. Éste es explicado en un lenguaje florido que toca los lugares comunes<br />
del discurso oficial argentino tradicional: es “demonio telúrico” y es “intolerancia”.<br />
Ahí se filtra la crítica. El destierro, o el abuso que a lo largo de la historia se ha hecho<br />
de él, muestra la intolerancia como desdencadenante de aquél y considerada, desde<br />
los supuestos básicos que la sociedad le imprime, parte fundamental de la identidad<br />
nacional.<br />
La obra se cierra (y, literalmente, se baja el telón) con la palabra de un grupo<br />
de alumnos que, en una lectura “coral” realizada durante un acto escolar, da cuenta<br />
de la ya mencionada intención de “alterar la historia”. Previo a esto, tres monólogos<br />
sucesivos sintetizan la idea: uno en boca del personaje de Martín Fierro, otro en boca<br />
del de Sarmiento. El tercero es en off: la voz reconocible de Ernesto Sábato, quien en<br />
una entrevista da cuenta de la “pena” que le causa la situación nacional.<br />
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Desarrollado más adelante.<br />
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