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descubriendo una manera especial de representar el<br />
universo.<br />
Entonces aparece una auténtica complicidad: cuando<br />
la responsabilidad de que funcione el hecho cómico la<br />
tenemos todos. Cuando uno reconoce que el que está<br />
al lado, sea quien sea, también va a poner su granito de<br />
risa para que se sostenga la frágil seguridad de que estamos<br />
en esto todos juntos. Que dependemos de todo<br />
el conjunto para sentir el placer del chiste, y por sobre<br />
todo que la risa de cada uno cuenta tanto como la del<br />
otro. Una vez asumido esto, podemos entablar y profundizar<br />
un vínculo.<br />
VÍNCULO<br />
En un espectáculo que apunte a mayoritariamente a<br />
un público infantil, la relación que se produce entre el<br />
adulto y el niño suele ser la de acompañamiento del<br />
mayor hacia el menor, una suerte de tutelaje o guía que<br />
es sin duda muy necesaria en muchos aspectos, pero<br />
que plantea la recepción del espectáculo en términos<br />
de status diferenciados, instaurándose en el adulto un<br />
preconcepto de responsabilidad ante el niño por motivos<br />
que van más allá del hecho artístico.<br />
Específicamente hablando del humor, en el caso de<br />
cumplir un rol tutelar (por la propuesta del espectáculo,<br />
o por motivos del mismo espectador) el adulto estaría<br />
poniéndose por fuera del código cómico, volviéndose<br />
a su vez un espectador ya no del hecho escénico, sino<br />
de la relación espectáculo infantil/espectador infantil, lo<br />
cual produce un disfrute diferente (acaso más emocional)<br />
que no pasa por la complicidad humorística.<br />
Lo mismo puede acontecer en espectáculos para<br />
jóvenes en con<strong>textos</strong> escolares, en los que son acompañados<br />
por docentes que, si son o se sienten excluidos<br />
como participantes del espectáculo, pierden la<br />
reciprocidad necesaria para vincularse igualitariamente<br />
en la comedia.<br />
EL HUMOR INTERGENERACIONAL<br />
Ahora bien, aplicando estos conceptos al marco de<br />
este encuentro, encontramos en el humor teatral una<br />
herramienta para desarrollar, como dijimos, un código<br />
entre los intérpretes y el público, los que a un tiempo<br />
están desarrollando la satisfacción intelectual de comprender<br />
y ser comprendidos en una comunicación no<br />
cotidiana, compleja o al menos no predecible.<br />
El asunto es, en este caso, cómo entablar un código<br />
que pertenezca a un momento único (el hecho teatral)<br />
y que sea a la vez inclusivo para un público heterogéneo<br />
(los padres y niños en el caso de un espectáculo<br />
infantil, los adolescentes y sus profesores en el caso<br />
de una función escolar, o los miembros de una familia<br />
de edades dispares en un espectáculo apto para todo<br />
público)<br />
Uno de los caminos que suele transitarse, con diferentes<br />
resultados según las ambiciones o capacidades<br />
de quien lo proponga (y que por las mismas razones<br />
puede ser simplista o elaborado) es lo que suele llamarse<br />
el “humor universal”, el cual creemos que en<br />
efecto existe.<br />
Se refiere a recursos que escapan a referencias locales,<br />
poniendo el foco en figuras reconocibles en cualquier<br />
ámbito humano, más allá de una época o lugar<br />
específico (arquetipos, personalidades, conflictos o<br />
situaciones inmediatamente identificables por un individuo<br />
de cualquier edad, nivel cultural o procedencia<br />
étnica).<br />
Encontramos en esta categoría la comedia física,<br />
donde el uso del cuerpo con fines cómicos no necesita<br />
de mayor explicación para ser efectivo: con esta técnica,<br />
una lograda rutina clown suele complacer el gusto<br />
de audiencias de cualquier edad. Lo que puede resultar<br />
un desacierto, en este o cualquier recurso cómico, es<br />
el lugar común: los caminos que el espectador reconoce<br />
como ya transitados por otros espectáculos no<br />
despiertan el placer al que hicimos referencia arriba.<br />
Una construcción humorística, presentada sin mayor<br />
variante, puede agotar su efecto con el uso reiterado: lo<br />
que a una generación puede parecerle una novedad, a<br />
otra puede resultarle ya una insípida repetición 6 .<br />
El juego de palabras, que naturalmente restringe su<br />
efecto a los hablantes de un determinado idioma, presenta,<br />
además de lo dicho, el obstáculo del vocabulario<br />
que maneje cada espectador para entrar en código: el<br />
mundo adulto y el mundo infantil pueden no compartir<br />
el mismo léxico, o tener un repertorio de palabras<br />
o combinaciones sintácticas con diferentes grados de<br />
circulación o familiaridad. En este caso está siempre<br />
presente el riesgo de que el código se vuelva hermético<br />
6. Cabe aclarar que no estamos hablando del tipo de humor que se<br />
basa justamente en la repetición, juego escénico que puede dar muy<br />
efectivos resultados.<br />
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