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lante (en este caso, intergeneracionalmente) no por un<br />

afán correctivo como plantea Bergson, sino por la relación<br />

estrecha y fructífera que genera entre los miembros<br />

de un grupo, al desarrollar una complicidad.<br />

COMPLICIDAD<br />

Según desarrolla Jorge Dubatti en “Filosofía del teatro<br />

I” 4 , la esencia del fenómeno teatral es el momento,<br />

único e irrepetible, que comparten los participantes del<br />

evento (esencialmente, intérpretes y espectadores) lo<br />

que denomina como “convivio”:<br />

“La base de la teatralidad debe buscase en las estructuras<br />

conviviales. Sin convivio-reuión de dos o más<br />

hombres, encuentro de presencias en una encrucijada<br />

espacio-temporal cotidiana- no hay teatro” 5<br />

Esta noción del convivio nos permite encontrar en el<br />

arte dramático un espacio ideal para analizar el fenómeno<br />

del humor ya que, como sostuvimos antes, la<br />

idea de compartir un código, de sentirse parte de un<br />

colectivo, sería un motor fundamental para el humor,<br />

el cual que puede enfocarse en aprovechar y elevar las<br />

posibilidades de la comedia infanto-juvenil.<br />

Traemos a cuento el concepto de complicidad aplicado<br />

a lo cómico teatral, en este sentido de compartir<br />

un hecho no como algo secreto u oculto, pero sí como<br />

algo que ha surgido entre unas personas determinadas,<br />

que ha necesitado de la presencia de cada uno<br />

para producirse o al que hemos asistido no sólo como<br />

simples testigos: la complicidad cómica implica una relación<br />

que, sin importar que la participación de cada<br />

uno sea mayor o menor, iguala a todos los involucrados<br />

en el asunto.<br />

Humorísticamente hablando, si nuestra risa es provocada<br />

por un personaje que se demuestra torpe, como<br />

en los ejemplos de Bergson o Baudelaire, los niños y<br />

adultos de la audiencia estaremos siendo cómplices de<br />

la representación escénica de una humillación, una propuesta<br />

que, dejando de lado cualquier cuestión moral,<br />

es ciertamente muy humana y familiar. Es decir, que no<br />

necesita mayor aptitud para ser captada. Si el recurso<br />

se resume en explicitar: “espectadores, este personaje<br />

que ofrecemos es más tonto que cualquiera de nosotros”<br />

no encontramos más complicidad que la que<br />

puede acontecer en tantos hechos cotidianos.<br />

El recurso de la humillación es superficial por ser la<br />

manera más inmediata del ser humano para aumentar<br />

o mantener su status, de identificarse con un grupo, de<br />

generar la mencionada complicidad. No está muy lejos<br />

del concepto vinculante del “enemigo en común”.<br />

En un teatro etariamente heterogéneo podríamos<br />

plantear otra clase de identificación: la que nace de<br />

reconocerse a uno mismo, y a la audiencia circundante,<br />

capaz de compartir un trabajo artístico elaborado que<br />

se nos ofrece en el escenario.<br />

Digamos en principio que esta satisfacción la genera<br />

un espectáculo (la propuesta de ciertos artistas escénicos)<br />

cuando ofrece un mundo no convencional, o al<br />

menos no predecible, al que en un principio podemos<br />

acercarnos ajenos a sus reglas, como interesados<br />

visitantes, con cierta intriga, e incluso con rechazo y<br />

desconfianza.<br />

Pero si estos artistas logran demostrar que el espectáculo,<br />

aún dentro de una complejidad, está al alcance<br />

de los espectadores (y más aún: que vale la pena<br />

interiorizarse en él), si montan, por su forma o por su<br />

contenido, una pieza teatral que se demuestra única,<br />

creativa y elaborada, surgirá naturalmente la necesidad<br />

de no quedarse afuera de la misma.<br />

El entendimiento producido entonces tendrá más<br />

valor cuando el material ofrecido se perciba como una<br />

novedad, y el placer de ser partícipe de un momento<br />

especial (demostrado espontáneamente con la risa)<br />

trascenderá entre los participantes más allá del espacio<br />

y el tiempo de la representación: podrán rememorar, relacionar<br />

o aplicar los aspectos cómicos del espectáculo<br />

en ámbitos cotidianos de la vida, que se volverán a su<br />

vez especiales por la activación de esta mutua conexión<br />

y entendimiento.<br />

Incontables cosas son novedad para un niño, pero<br />

en teatro son incontables también las novedades que<br />

pueden ofrecerse a un adolescente o aún a los adultos.<br />

En el caso de los chicos, sin olvidarnos de las contemplaciones<br />

que precisen, sí podemos otorgarles desde<br />

el escenario (y desde la platea con la respuesta del público)<br />

una de las mayores satisfacciones que éste puede<br />

sentir: que se los tenga tan en cuenta como a los<br />

adultos, invitandolos junto a sus mayores a un mundo<br />

(aún a un mundo infantil) donde comprendan que esas<br />

personas adultas que los acompañan están a su vez<br />

4. Dubatti, Jorge. Filosofía del teatro I, Atuel, Buenos Aires. 2007<br />

5. Dubatti, Jorge, op. cit., pag.43<br />

Producción de Textos | Cátedra A - Prof. Alonso | Facultad de Bellas Artes | UNLP<br />

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