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Material de Trabajo<br />

TP nº 4<br />

De traiciones y tradiciones<br />

DE RUEDA, María de los Ángeles: “De traiciones y<br />

tradiciones”, en Revista Arte en Acción, dirigida por Osiris<br />

Chierico, año 1990; p. 3.<br />

La autora del presente artículo había propuesto<br />

para él un título que completaba su sentido. Decía<br />

textualmente: “Traición y tradición: recurrencias del arte<br />

nacional” y lo señalamos para que no se confunda un<br />

aspecto puramente técnico –la composición de un título<br />

lo es, indudablemente- con alguna forma de escapar o<br />

suavizar la seriedad de lo propuesto por su responsable.<br />

No es propósito de estas líneas “revalorizar”,<br />

acción puesta en funcionamiento en los últimos años,<br />

palabra un tanto vacía por el abuso que le damos.<br />

Esbozar un comentario, sí, en relación a un par<br />

aparentemente opuesto en la historia de la historia del<br />

arte y en la producción local: vanguardia y tradición,<br />

vanguardia y provincialismo, innovación y tradición.<br />

Señalemos algunos comentarios que O.<br />

Paz realiza en Los Hijos del Limo, …“se entiende por<br />

tradición la trasmisión de una generación a otra de<br />

noticias, leyendas, historias, creencias, costumbres,<br />

formas literarias, artísticas, estilos; por tanto cualquier<br />

interrupción en la trasmisión equivale a quebrantar<br />

la tradición”… (p.15). El autor dice que lo moderno<br />

es tradición, aunque lo moderno se emparente a<br />

la innovación y ésta a la ruptura, a la destrucción<br />

del vínculo que nos une al pasado, negación de la<br />

continuidad cultural entre una generación y otra, lo<br />

moderno inaugura la tradición de la ruptura… el autor<br />

sigue, nos aclara el meollo de la poesía moderna, la idea<br />

de vanguardia, el acto solidario entre la innovación y la<br />

tradición, y es sobre este aspecto que nos quedamos<br />

pensando…<br />

Sabemos que toda historia es, en definitiva, la<br />

historia de una traición de una fractura en cierto orden,<br />

es la historia de las discontinuidades; sería entonces<br />

“natural” pensar así ésta, nuestra historia, aún más<br />

cuando advertimos que dar cuenta del arte argentino<br />

es situarlo en una gran fractura.<br />

Si el arte de la modernidad se inscribe en un<br />

constante juego contra la previsibilidad de la cultura,<br />

una carrera de ismos; el arte argentino en su franja de<br />

“modernidad” (y por qué no de posmodernidad) juega<br />

a ese juego prestado, ignorando las reglas, sin hacerse<br />

cargo del riesgo. Juego jugado en equipo, el juego de<br />

“poner el reloj en hora”, torna previsible y reiterado<br />

cualquier acento de innovación (pues la ruptura es<br />

el ejercicio diario de lo social argentino). El juego así<br />

planteado ha servido una dicotomía llevada al abismo<br />

de su resolución: “el verdadero creador es aquel que<br />

se apropia de los logros estéticos de las vanguardias,<br />

lo otro… es estéril, descriptivo, pintoresquista,<br />

“costumbrista”.<br />

Así aparecen dos caminos signados por la<br />

afirmación o negación de la novedad, tanto como de la<br />

tradición. Es un problema de mirada, no de creación. Al<br />

mirar interpretamos, leemos, otorgamos significación,<br />

establecemos un sistema continuo. La mirada<br />

dominante, puesta enfrente, inauguró la tradición<br />

artística vanguardista no innovadora, sí reproductora,<br />

cargando a la vanguardia con el peso de lo caduco,<br />

antítesis de su principio motor, la vigencia de lo nuevo.<br />

Esta práctica de acopio hace de lo efímero un valor<br />

perenne, del cambio una acción conservadora, de<br />

las vanguardias un pastiche que alimenta al temido<br />

costumbrismo. Parodia de modernidad, parodia de<br />

pasado, asentado cuando se piensa que la relación<br />

entre el pasado y el presente no puede darse sino bajo<br />

la forma de lo pintoresco, de lo convencionalmente<br />

reiterado.<br />

Esta es la mirada de los lugares comunes<br />

que opone tradición a innovación, la que es traición<br />

en el peor de los casos. No porque un acto de<br />

vanguardia proponga un corte con la tradición, sino<br />

porque esa tradición es desconocida por los artífices<br />

e interpretadores lugareños. No es el acto de negar,<br />

que presupone la afirmación de lo anterior, sino la rara<br />

acción de operar desde el desconocimiento, desde el<br />

sin-sentido o desde el ocultamiento. Así toda marca<br />

con la historia, toda señal de enlace con algún rasgo de<br />

cultura regional, es teñido de amarillismo, <strong>color</strong> local,<br />

estancamiento y los etc. conocidos (que sí los hay) en<br />

nombre de lo nuevo.<br />

Y sabemos que la creación plena al menos<br />

tiene dos formas de realizarse que no se oponen<br />

sino complementan: aquella lograda a partir de la<br />

interpretación del pasado, prolongando con una<br />

nueva mirada una tradición; y la que no se realiza sino<br />

rompiendo con la tradición, que al oponerse la reconoce.<br />

En estas dos formas la traición toma el lugar de la<br />

creación. No es una traición que nos traiciona; no es la<br />

Producción de Textos | Cátedra A - Prof. Alonso | Facultad de Bellas Artes | UNLP<br />

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