Cabildo y Justicia - Universidad Nacional de Río Cuarto

DAILA OLGA PRADO BONET Y MIGUEL Y ZULMA ÁNGEL LARREA TRÉSPIDI
distribución pero indispensable para la realización de esos microscópicos
actos de comercio que representaban el punto de
destino para las manufacturas europeas y, simultáneamente, la
incorporación de los «productos de la tierra» a los grandes circuitos
de comercialización.
Desde su posición de mercader de campaña, él era un engranaje
del sistema y como agente vehiculizador de la producción
de «efectos de la tierra», se convertía en factor dinámico de
la economía regional, de modo que resultó fundamental la dilucidación
de los mecanismos de intercambio utilizados por
Proni y el rol que jugaba en cada uno de ellos.
Una característica peculiar de las transacciones llevadas a
cabo por los pequeños comerciantes era que recibían los pagos
mayoritariamente en especies tales como tejidos y ganado. Los
tejidos y sus productoras, las tejedoras, merecen una consideración
especial.
La artesanía textil doméstica constituía la tercera producción
en importancia –luego de mulas y cueros- de la economía
cordobesa, y fue precisamente la primera década del siglo XIX,
la etapa de mayor crecimiento en la exportación de tejidos.
Si bien el noroeste agrupaba el mayor porcentaje de artesanos
dedicados a tal actividad, el Censo de 1813 reveló que en el
Curato de Río Cuarto, de una población femenina total de 1721,
el 75% (1296 mujeres) eran artesanas textiles. De esta última
cifra, el 72% declararon ser hilanderas y el 28% restante, tejedoras.
Según los datos consignados en este censo, en este Curato
ningún varón declaró como ocupación la de artesano textil.
En cada hogar, las mujeres conformaban una mini-unidad
de producción; la precariedad de los medios técnicos se resumía
en ruecas y telares rudimentarios y la materia prima empleada
se obtenía en la región: lana de cabra y de oveja y tintes
elaborados en base a especies vegetales propias de la zona.
Los géneros que se lograban eran tejidos bastos: bayetas, jergas,
picotes, ponchos y frazadas, con los cuales las tejedoras satisfacían
sus propias necesidades además de producir un excedente utilizado
como valor transaccional. La necesidad de obtener artículos de
uso cotidiano como los «efectos de Castilla», les exigía echar mano
de las artesanías que producían en la medida en que carecían de
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