Cabildo y Justicia - Universidad Nacional de Río Cuarto

DAILA PRADO EFRAÍN Y MIGUEL BISCHOFF ÁNGEL TRÉSPIDI
varones conquistadores y dijimos:
«…corazas relucientes disimulando hambrunas.
La vida fue baraja de oros y miserias,
la suerte cabalgando en corcel de aventuras
y un rey en lejanía repartiendo indulgencias…»
Y continúo pensando de la misma manera acerca de aquellos
arremetedores contra los horizontes y creo que nadie de las
generaciones que siguieron dejó de experimentar iguales dolores,
y estos se fueron suavizando con los siglos…
Al alcance de mis manos han dejado un volumen conteniendo
actas de la Villa de la Concepción del Río Cuarto, labradas en
su cabildo quien comenzó a funcionar el 20 de marzo de 1798. La
selección de dichos papeles ha sido hecha de acuerdo a las directivas
existentes para esos trabajos, y además, no descuidando
detalle al abrir los ojos más de lo normal y comprender el significado
de cada vocablo y de cada situación. Porque quienes tomaron
la responsabilidad de esta elaboración evocativa no llegaron
con engaño a esa tarea. Sabían lo que les aguardaba cuando
abrían el sendero y comenzaban a andar por él, teniendo la certeza
de encontrar contratiempos no pensados…
Además, en ningún momento se les ocurrió pasar con vuelo
rasante y yo tampoco tuve ante mí esa alternativa. Y me largué
a recorrer las actas cabildeñas allí agavilladas, pero a la terminación
de la inicial me encontré con unas «Referencias» y de
ninguna manera podía dejarlas a un costado. Todo lo que se me
había ocurrido del legajo del Cabildo, estaba muy bien rastreado
en la Nota. Es decir, mi faena se acortó.
Los autores de este registro de algunas actas del cabildo
riocuartense no se han descuidado al dar su opinión. Más, ni siquiera
para hacer una referencia, porque así como algunos de los
habitantes aparecían sin tener nada en su contra, pasados algunos
años, alguien «creía recordar» que el personaje era un sinverguenza
redomado y hasta había comprado el relato que le favorecía. No
vaya a creerse que a medida que avanzaba el tiempo dejaban de
haber esos contratiempos. Todo lo contrario. Aparecían doblemente,
pero asimismo si alguno de los comprometidos había encon-
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