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Revista Derecho en Sociedad, n.° 2 - Febrero 2012 - Ulacit

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DERECHO EN SOCIEDAD, N. º 2. <strong>Febrero</strong> de <strong>2012</strong><br />

<strong>Revista</strong> Electrónica de la Facultad de <strong>Derecho</strong>, ULACIT – Costa Rica<br />

admitir su combinación con otras formas de id<strong>en</strong>tidad (nacionales o no) y, <strong>en</strong> muchos<br />

casos, la rivalidad con ellas 24 .<br />

El proceso de naturalización -como instrum<strong>en</strong>to que permite la transformación de un<br />

extranjero <strong>en</strong> ciudadano con los derechos y privilegios de miembros de la comunidadpuede<br />

ser visto como el ejemplo paradigmático de cómo el nacionalismo y su modelo<br />

de legitimidad inserta la teología <strong>en</strong> la política, sustituy<strong>en</strong>do el sacram<strong>en</strong>to del bautismo<br />

(admisión <strong>en</strong> la comunidad de fe y cre<strong>en</strong>cias) por la adquisición de la nacionalidad con<br />

la comunión <strong>en</strong> una concreta nación. Así, las leyes sobre la atribución y adquisición de<br />

la nacionalidad <strong>en</strong> un Estado, reproduc<strong>en</strong> un determinado modelo de nación, desde una<br />

concepción más étnico-cultural (ius sanguinis, o adquisición de la ciudadanía por<br />

asc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia) hasta una posición más territorializada (ius solis, vinculada el mero hecho de<br />

nacer <strong>en</strong> el territorio sometido a la jurisdicción estatal). En concreto, los procedimi<strong>en</strong>tos<br />

de naturalización buscan fortalecer la lealtad y el s<strong>en</strong>tido de pert<strong>en</strong><strong>en</strong>cia a una<br />

nacionalidad singular para conseguir la mayor integración <strong>en</strong> la comunidad política.<br />

Los difer<strong>en</strong>tes requisitos que son exigidos pued<strong>en</strong> ser descritos como la específica<br />

inserción de los más importantes modelos de ciudadanía (Kostakopoulou 2008: 80-88):<br />

1) el liberalismo y su adhesión a los valores universales de los derechos individuales; 2) el<br />

republicanismo, con el juram<strong>en</strong>to o promesa a un modelo constitucional que, también<br />

recoge una vinculación singular del Estado con la nación y que, por ello, pude incluso<br />

requerir la r<strong>en</strong>uncia a la nacionalidad anterior; 3) el comunitarismo, <strong>en</strong> cuanto búsqueda de<br />

la asimilación d<strong>en</strong>tro de la cultura mayoritaria y que, por ello, puede demandar el<br />

apr<strong>en</strong>dizaje de una l<strong>en</strong>gua concreta, la asunción de tradiciones, costumbres, etc. Sólo<br />

dos requisitos son exigidos por todos los modelos: la resid<strong>en</strong>cia y la aus<strong>en</strong>cia de<br />

anteced<strong>en</strong>tes p<strong>en</strong>ales. Y respecto al resto (conocimi<strong>en</strong>to mínimo de la l<strong>en</strong>gua<br />

24 En este s<strong>en</strong>tido, no se trata de demonizar ningún proyecto de construcción nacional, sea estatal<br />

mayoritario o de minorías nacionales, pero habrá que fijar, de manera adecuada, cuáles son las reglas de<br />

juego y las respuestas a los anhelos de autodeterminación no sólo interna (mayor o m<strong>en</strong>or grado de<br />

autogobierno de las nacionalidades sub-estatales), sino, <strong>en</strong> caso de exist<strong>en</strong>cia de un porc<strong>en</strong>taje amplio<br />

que busca la secesión, determinar los cauces procedim<strong>en</strong>tales que deban seguirse ante la llamada<br />

autodeterminación externa. Y, aquí, el derecho internacional no nos sirve demasiado, salvo ante la<br />

violación masiva de derechos (ver, <strong>en</strong> especial, Declaration on the Granting of Indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>ce to Colonial Countries and<br />

Peoples, 1960, y Declaration concerning Fri<strong>en</strong>dly Relations among States, 1970; Knop 2002: 75-86). Será, por tanto, desde<br />

el derecho constitucional dónde deberemos afrontar los retos del choque de legitimidades antagónicas<br />

con los valores y presupuestos de la democracia. Y, precisam<strong>en</strong>te, el caso de Quebec nos pres<strong>en</strong>tó los<br />

riesgos que asume un sistema democrático cuando no cu<strong>en</strong>ta con un procedimi<strong>en</strong>to preestablecido para<br />

saber cuándo una parte del territorio estatal puede empr<strong>en</strong>der el camino de la secesión. La respuesta de<br />

la Canadian Supreme Court y su Opinion es, <strong>en</strong> este s<strong>en</strong>tido esclarecedora: claridad de la pregunta, claridad de<br />

la mayoría que opta por la secesión y, sólo así, negociación <strong>en</strong>tre las partes (Norman 2006: 192-203).<br />

Aunque qué sea esa claridad de la cuestión formulada y de la mayoría obt<strong>en</strong>ida es algo que los jueces,<br />

obviam<strong>en</strong>te, dejaron <strong>en</strong> manos de los órganos estrictam<strong>en</strong>te políticos y su determinación específica.<br />

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