A continuación es recogida la pregunta seria por la diferencia entre la actividad caritativa <strong>de</strong> la Iglesia y la <strong>de</strong> otras organizaciones asistenciales, o bien, <strong>de</strong> cuál sería la diferencia entre un servicio <strong>de</strong> amor creyente y uno no creyente. A esta pregunta el Papa da dos respuestas: una aparentemente no intencional y otra claramente intencional. En la no intencional, casi escondida, plantea que la fe capacita para actuar con amor, “aun cuando esto estuviera en contraste” con los propios intereses. Y la respuesta teológicamente importante es precisamente ésta. En la segunda respuesta parecen sacrificarse los avances logrados a favor <strong>de</strong> los laicos en el Concilio Vaticano II. <strong>El</strong> servicio caritativo <strong>de</strong>be aparecer como tarea específica <strong>de</strong> la «Iglesia» y esto se arguye así: los laicos forman parte <strong>de</strong>l estado político a quien está adjudicado la «justicia», porque son ciudadanos; lo cual no hace que no siga “siendo verdad que la caridad <strong>de</strong>be animar” toda su existencia. La dificultad <strong>de</strong> esta argumentación resi<strong>de</strong> en que corre el riesgo <strong>de</strong> convertir en eclesialmente irrelevantes las acciones <strong>de</strong> los laicos. La postura <strong>de</strong> la encíclica es ambigua, sin embargo: por un lado, revalora en lo que sigue la contribución caritativa <strong>de</strong> los laicos, llamándola “caridad social”, pero aun así los laicos siguen siendo una población aparte <strong>de</strong>l sujeto «Iglesia», al que pertenece el servicio <strong>de</strong> la caridad como “obra propia”; por otro lado, aparece el mismo interrogante que se suscitó al discutir la visión <strong>de</strong> la eucaristía: los laicos no forman comunidad, sino que son consi<strong>de</strong>rados aislada e individualmente. Habiendo ya planteado la tarea <strong>de</strong> la Iglesia y, con esto, su i<strong>de</strong>ntidad central, la encíclica explora ahora las “múltiples estructuras <strong>de</strong> servicio caritativo en el contexto social actual” (# 30a). Tras seguir la mirada mediática que hace omnipresentes las imágenes <strong>de</strong> miseria, el Papa habla <strong>de</strong>l “aspecto provocativo y a la vez estimulante <strong>de</strong>l proceso <strong>de</strong> globalización”: <strong>de</strong> los innumerables medios y organizaciones <strong>de</strong> ayuda a los necesitados, <strong>de</strong> la cooperación entre “entida<strong>de</strong>s estatales y eclesiales”; habla <strong>de</strong> “aprecio y gratitud” ante todas estas formas <strong>de</strong> voluntariado que “educa en la solidaridad” frente a la “anticultura <strong>de</strong> la muerte”. Con este término drástico y logrado caracteriza la cultura <strong>de</strong> la droga (# 30b,1). Al elaborar más el “perfil específico” <strong>de</strong> la actividad caritativa <strong>de</strong> la Iglesia (# 31), el Papa insiste en el profesionalismo no proselitista, a la vez que en la “formación <strong>de</strong>l corazón”, y concluye que lo más importante es ser “testigos creíbles <strong>de</strong> Cristo” (# 31c). Luego el texto vuelve sobre el sujeto «Iglesia», un paso que le lleva al Papa al centro <strong>de</strong> su eclesiología: el que sabe que, en Cristo, “Dios mismo se ha entregado por nosotros hasta la muerte”, ya no pue<strong>de</strong> hacer otra cosa que vivir para Cristo “y, con Él, para los <strong>de</strong>más. Quien ama a Cristo ama a la Iglesia y quiere que ésta sea cada vez más expresión e instrumento <strong>de</strong>l amor que viene <strong>de</strong> Él” (# 33). Es evi<strong>de</strong>nte que aquí se está expresando con toda claridad la intención <strong>de</strong> la encíclica. <strong>El</strong> Papa elabora más este centro en los # 34- 35, don<strong>de</strong> vuelve al tono emotivo y al sentimiento <strong>de</strong> urgencia que marcaron la primera parte. En lo que queda <strong>de</strong>l texto, el Papas reflexiona la oración y pasa <strong>de</strong> ella, por el misterio <strong>de</strong> Dios, a la esperanza. Una frase memorable es “quien reza no <strong>de</strong>sperdicia su tiempo” (# 36); otra, que está en el centro <strong>de</strong>l párrafo sobre el misterio <strong>de</strong> Dios, es la cita <strong>de</strong> Agustín: si comprehendis non est Deus (si entien<strong>de</strong>s, no es Dios) (# 38, Sermo 52,16: PL 38,360). 4
<strong>El</strong> último párrafo antes <strong>de</strong> la Conclusión (# 39) habla <strong>de</strong> la “esperanza segura <strong>de</strong> que el mundo está en manos <strong>de</strong> Dios”. Por esto, el “amor es posible y nosotros po<strong>de</strong>mos ponerlo en práctica”. A esto, a “llevar la luz <strong>de</strong> Dios al mundo”, quiere “invitar” Benedicto XVI; ésta sería su indicación <strong>de</strong>l camino. Dra. Barbara Andra<strong>de</strong> Depto. <strong>de</strong> Ciencias Religiosas <strong>Universidad</strong> <strong>Iberoamericana</strong> 5