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El punto de vista teológico-sistemático - Universidad Iberoamericana

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más que comulgan”. En la eucaristía nos alcanza a todos la agapé <strong>de</strong> Dios. <strong>El</strong> texto es<br />

muy bello, pero salta a la <strong>vista</strong> que corre paralelo al argumento inicial y principal <strong>de</strong> la<br />

universalidad. A<strong>de</strong>más, aquí aparece otro problema: la comunión <strong>de</strong> cada uno con Cristo<br />

no se traduce en comunión entre nosotros, sino queda en la suma <strong>de</strong> las vinculaciones<br />

individuales con Cristo. Lo que parece importarle al Papa es lo que señala al final <strong>de</strong>l #<br />

14: la eucaristía comporta necesariamente “un ejercicio práctico <strong>de</strong>l amor”. <strong>El</strong> mandamiento<br />

<strong>de</strong>l amor “es posible solo porque no es una mera exigencia”; pue<strong>de</strong> ser “mandado”,<br />

porque antes es dado (# 14). Y en una frase lapidaria que haríamos bien en memorizar<br />

afirma el Papa que “cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte en ciegos ante Dios”<br />

(# 16).<br />

La primera parte pue<strong>de</strong> resumirse así: el Car<strong>de</strong>nal Ratzinger, en cuanto persona, está expresando,<br />

en palabras y entre líneas, experiencias <strong>de</strong> una fe profunda, <strong>de</strong> sentido <strong>de</strong> misión,<br />

y el envío, emotivamente experimentado y confesado, <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir una palabra divinohumana<br />

al mundo <strong>de</strong> hoy. Visto formalmente, sin embargo, la argumentación <strong>de</strong> la primera<br />

parte hubiera <strong>de</strong>bido llevar a una exposición <strong>de</strong> la moral sexual <strong>de</strong> la Iglesia. Si no<br />

llevó ahí, solo queda que el autor, en cuanto Papa, quiso 1. reconocer la realidad humana<br />

<strong>de</strong>l amor-eros que <strong>de</strong> hecho marca la existencia humana, es <strong>de</strong>cir, manifestar un acercamiento<br />

y 2. fundamentar no la globalización <strong>de</strong>l amor al prójimo, sino la postura oficial<br />

<strong>de</strong> la Iglesia en moral sexual, para lo que se viera necesario en el futuro. Habría, entonces,<br />

algo como una segunda intención que se hubiera metido entre la intención manifiesta<br />

y su elaboración concreta.<br />

La segunda parte porta el título que correspon<strong>de</strong> a la intención manifiesta <strong>de</strong> la encíclica:<br />

“<strong>El</strong> ejercicio <strong>de</strong>l amor por parte <strong>de</strong> la Iglesia como “comunidad <strong>de</strong> amor””. Ya al principio<br />

(# 20) vuelve la dificultad, inherente en el planteamiento agustiniano subyacente, <strong>de</strong><br />

visualizar una comunión integrada: la práctica <strong>de</strong>l amor al prójimo “es ante todo una tarea<br />

para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial”. Esta comunidad abarca<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la comunidad local hasta “la Iglesia universal en su totalidad”. <strong>El</strong> # 20 nos <strong>de</strong>ja<br />

con la siguiente visión eclesiológica: implícitamente, la comunidad es una suma <strong>de</strong> individuos;<br />

explícitamente, sus “elementos constitutivos” son la “adhesión a la enseñanza <strong>de</strong><br />

los apóstolos”, la koinonía, la eucaristía y la oración. Pareciera que esto nos alejara <strong>de</strong> la<br />

práctica concreta <strong>de</strong>l amor, pero el párrafo concluye con “en la comunidad <strong>de</strong> los creyentes<br />

no <strong>de</strong>be haber una forma <strong>de</strong> pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios<br />

para una vida <strong>de</strong>corosa”.<br />

Si el acento recae sobre el servicio <strong>de</strong> la caridad y si la parábola <strong>de</strong>l buen Samaritano es<br />

el criterio <strong>de</strong> comportamiento para todos, se suscita la pregunta por la relación entre caridad<br />

y justicia. La encíclica relega la cuestión <strong>de</strong> la justicia a la política y a la “razón práctica”,<br />

pero con dos reservas importantes: 1. un estado regido sin justicia “se reduciría a<br />

una gran banda <strong>de</strong> ladrones” – y cita el De civitate Dei <strong>de</strong> San Agustín (IV,4: CCL<br />

47,102): y 2. la razón necesita “purificarse” constantemente, porque nunca pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scartarse<br />

su “ceguera ética”. Éste es un <strong>punto</strong> crítico en la discusión ética actual, porque los<br />

teólogos se están dando cuenta <strong>de</strong> que, por falible que sea todo razonamiento práctico, las<br />

<strong>de</strong>cisiones, políticas u otras, necesitan po<strong>de</strong>r ser éticamente razonadas, so pena <strong>de</strong> negar a<br />

todos los no creyentes una capacidad ética.<br />

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