Antecedentes legales y parlamentarios - Ministerio de Defensa

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06.10.2014 Views

20 y 21 de noviembre de 1975 312 la conducción y la dirección suprema de la Defensa Nacional, con lo que era la organización y el régimen funcional de la “Seguridad Nacional”. Lamentablemente, en este proyecto de ley que estamos considerando, desde los primeros pasos en donde se están dando las notas conceptuales, para de allí seguir con toda la explicitación del proyecto, a cada centímetro, señor presidente, estamos tropezando con esta ambivalencia, con esta obscuridad, con este entrechocar de términos, que lo son también de conceptos. El proyecto de ley en consideración, lejos de clarificar, de ser un instrumento para poder armar al país con un sentido de nacionalidad va a llevar al equívoco a todos los argentinos. La ley de Defensa Nacional no es ésta, señor presidente; por lo menos, así como está redactada. El Poder Ejecutivo tenía que haber expresado que para proyectar una ley de Defensa Nacional era imprescindible revalidar —como tantas veces lo han dejado escrito en documentos públicos y partidarios y expresado en el seno de esta Honorable Cámara— la existencia del Plan Trienal 1974/1977, la actualización de sus políticas nacionales, sus estrategias, para darle sentido y funcionalidad a la seguridad nacional. No se puede pensar en una ley de Defensa Nacional, si no está totalmente imbricada e insertada con las definiciones de las políticas nacionales, que, en definitiva, son la concreción de las aspiraciones de la mayoría popular que le dio el poder para que tome las decisiones en virtud de las propuestas que lanzaron al país en las jornadas electorales de 1973 y que se tradujeron no solamente en su plataforma programático-política sino en las concepciones de convocatoria y concertación nacional con las otras fuerzas políticas. No estaba delineado con precisión, pero en la intimidad de su corazón, cada argentino sabía qué proyecto nacional quería a partir de 1973. No es el caso de ponernos a juzgar sobre las imperfecciones o de ponernos a analizar las falencias metodológicas, pero con humildad científica, con alto sentido político y con conocimiento de la materia, los autores del Plan Trienal 74-75 han recurrido al principio sabio que ningún plan o programa es rígido ni cristalizado, menos cuando se refiere al problema de dar las estrategias, o sea las medidas concretas para implementar las políticas nacionales trazadas en función de la imagen de un proyecto nacional o de una Nación que se desea. El sentido del rigorismo funcional de un programa está en su revisión permanente partiendo del criterio de dinamizar la sociedad, y que tal plan tiene que ser en sí mismo dinámico. No hay programa inteligente, válido ni que se adecue sabiamente a la realidad si no se somete a ese requisito fundamental que es la revisión constante, la adecuación valiente a la coyuntura, pero que de ningún modo la coyuntura pueda hacer variar los objetivos fundamentales que provocaron la redacción del proyecto de labor trienal y que nos ha unido aquí a todos los parlamentarios durante esta etapa institucional. Modificar adecuándonos a la coyuntura no significa hacer inválidos los propósitos ni los objetivos fundamentales. Nosotros, porque nos encontramos asediados y nos sentimos de alguna manera acuciados por ciertas emergencias, no podemos perder de vista el final del camino, ni perder de vista cuáles son las cosas esenciales que tienen unido al país, ni los lineamientos fundamentales por los que los argentinos evidentemente quieren estar solidarios. No en balde —aunque parezca ocioso, reiterativo y cansador— el propio ex presidente Perón lo quiso advertir desde esa alta tribuna: es tiempo de que nos pongamos a elaborar el proyecto nacional. Para ello debe comenzarse, decía —no sé si textualmente pero creo que respeto fielmente la inteligencia y el espíritu— por poner claridad al pensamiento íntimo de cada uno, y por el esclarecimiento interno de nosotros mismos; lograrlo en nuestros propios movimientos y en nuestras propias formulaciones ideológicas políticas, porque en la medida en que ganemos ese esclarecimiento podremos ganar en acelerar el punto de convergencia de objetivos para dar las soluciones programáticas concretas que nos permitan hacer válidos ese slogan, que ya no es patrimonio de la mayoría, sino del país, o sea, la reconstrucción y la liberación nacional. Estoy persuadido que aun manteniendo cada uno su fuente doctrinaria, su concepción

49a. reunión - continuación 2a. sesión extraordinaria política vamos a llegar a ese punto convergente y sentir que unidos nos reconstruimos y, sobre todo, coincidimos en que la meta final significa liberarnos en paz y justicia. Señor presidente: yo lamento, porque esta ley de Defensa Nacional no tendría que estar signada por ese obscuro nubarrón de la subversión y de la guerrilla, sino por la cosa alegre, desafiante y fecundante del desarrollo nacional que movilice todos los ámbitos y todas las potencias del país; cuyo empeño consiste en la liberación del hombre y de todos los hombres; en la propuesta de no tener más, sino de ser más. Ese debiera ser el telón de fondo, en el cual debió insertarse la temática de la “seguridad social”. Por eso define bien el proyecto en su artículo 2 o el contenido conceptual de la misma —y a su respecto hay consenso, casi unanimidad— cuando dice que “la seguridad nacional es la situación en la cual los intereses vitales de la Nación y el logro de los objetivos nacionales y políticos fijados dentro del marco constitucional se hallan a cubierto de interferencias y perturbaciones substanciales”. Yo quisiera hacer una pequeña aportación a una cita del señor diputado Portero. Cuando habló de la interrelación de la seguridad con el desarrollo citó a McNamara, y dijo que no nos escandalizásemos por quien pudo haber sido el autor. Yo voy a hacer un aporte de antecedente legislativo muy preciso sobre el artículo 2º. El plan del régimen militar Plan Nacional de Desarrollo y Seguridad 1971-1975 (aprobado por decreto ley 19.039/71) no lo cita a McNamara, pero sí aparece, por lo menos, como “padre” de esta redacción del artículo 2º. Es importante leerlo para que tengamos la verdadera inteligencia del concepto, para que sepamos qué sentido tiene la seguridad nacional al servicio de las políticas de la Defensa Nacional y para que veamos nosotros que no es una concepción estática para defender un statu quo, sino para defender los intereses vitales de la Nación —los de hoy que son muchos, e impostergables, y los permanentes y constantes—, pero dentro de una concepción dinámica y prospectiva, ya que la seguridad nacional no defiende una situación estática o anquilosada, sino que defiende continuamente un proceso cambiante, como si fuera un permanente nubarrón que va cubriendo al sol para mitigar el cruce fatigoso del hombre en el desierto. La seguridad nacional tiene una concepción prospectiva y dinámica. Por eso me voy a permitir leer la parte pertinente inserta en el plan, a fojas 4/5. “La seguridad en el contexto del plan contiene en sus previsiones y medidas las específicas de la Seguridad Nacional (escúchese bien, porque aquí están las palabras textuales que recoge el texto de la ley 16.970 y el proyecto en su artículo 2º), entendiéndose como tal a una situación en la cual los intereses vitales de la Nación se hallan a cubierto de interferencias y perturbaciones substanciales”. He escuchado en este recinto una serie de interrogantes preguntando qué ha querido decir el autor —o el día de mañana, el legislador— con esto de “interferencias y perturbaciones substanciales”. Veamos lo que aquí se dice —que ha sido su fuente directa—: “Para determinar los intereses vitales se hizo necesario definir los objetivos concretos que deben ser preservados, o sea defendidos de daños, peligros o riesgos. Es claro que dichos objetivos están contenidos en los elementos constitutivos de la Nación en el presente y en todos aquellos factores que posibilitan su proyección hacia el futuro, de acuerdo a las aspiraciones manifestadas por la sociedad”. “Ello obligó a que la seguridad y el desarrollo, en forma conjunta, efectuaran los análisis y el diagnóstico de la realidad nacional y de los contextos regional e internacional, a fin de extraer conclusiones ciertas y precisas sobre la determinación de los intereses vitales de la Nación y la visualización, por parte de la seguridad, de sus vulnerabilidades y los conflictos previsibles y, por parte del desarrollo, en cuanto a la posibilidad de su consecución y manera de alcanzarlo”. Del fruto y del esfuerzo de estas dos actitudes es que tiene que nacer el planeamiento para el desarrollo integral. De manera que lo prioritario es observar la realidad del país; lo prioritario es saber qué quiere ese país, cuáles son sus intereses vitales, permanentes o circunstanciales y también aquellos en prospectiva que nosotros deseamos. No es un país pensado solamente para ayer o para hoy; es para un país vivo y permanente, y por lo tanto también tiene que ser un país pensado para mañana. Y todo eso tiene que ser fruto de un análisis científico de esa realidad, 313 1975

20 y 21 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1975<br />

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la conducción y la dirección suprema <strong>de</strong> la <strong>Defensa</strong> Nacional, con lo que era la organización y<br />

el régimen funcional <strong>de</strong> la “Seguridad Nacional”.<br />

Lamentablemente, en este proyecto <strong>de</strong> ley que estamos consi<strong>de</strong>rando, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros<br />

pasos en don<strong>de</strong> se están dando las notas conceptuales, para <strong>de</strong> allí seguir con toda la explicitación<br />

<strong>de</strong>l proyecto, a cada centímetro, señor presi<strong>de</strong>nte, estamos tropezando con esta ambivalencia,<br />

con esta obscuridad, con este entrechocar <strong>de</strong> términos, que lo son también <strong>de</strong> conceptos.<br />

El proyecto <strong>de</strong> ley en consi<strong>de</strong>ración, lejos <strong>de</strong> clarificar, <strong>de</strong> ser un instrumento para po<strong>de</strong>r armar<br />

al país con un sentido <strong>de</strong> nacionalidad va a llevar al equívoco a todos los argentinos.<br />

La ley <strong>de</strong> <strong>Defensa</strong> Nacional no es ésta, señor presi<strong>de</strong>nte; por lo menos, así como está redactada.<br />

El Po<strong>de</strong>r Ejecutivo tenía que haber expresado que para proyectar una ley <strong>de</strong> <strong>Defensa</strong><br />

Nacional era imprescindible revalidar —como tantas veces lo han <strong>de</strong>jado escrito en documentos<br />

públicos y partidarios y expresado en el seno <strong>de</strong> esta Honorable Cámara— la existencia <strong>de</strong>l Plan<br />

Trienal 1974/1977, la actualización <strong>de</strong> sus políticas nacionales, sus estrategias, para darle sentido<br />

y funcionalidad a la seguridad nacional.<br />

No se pue<strong>de</strong> pensar en una ley <strong>de</strong> <strong>Defensa</strong> Nacional, si no está totalmente imbricada e insertada<br />

con las <strong>de</strong>finiciones <strong>de</strong> las políticas nacionales, que, en <strong>de</strong>finitiva, son la concreción <strong>de</strong> las<br />

aspiraciones <strong>de</strong> la mayoría popular que le dio el po<strong>de</strong>r para que tome las <strong>de</strong>cisiones en virtud<br />

<strong>de</strong> las propuestas que lanzaron al país en las jornadas electorales <strong>de</strong> 1973 y que se tradujeron no<br />

solamente en su plataforma programático-política sino en las concepciones <strong>de</strong> convocatoria y<br />

concertación nacional con las otras fuerzas políticas. No estaba <strong>de</strong>lineado con precisión, pero en<br />

la intimidad <strong>de</strong> su corazón, cada argentino sabía qué proyecto nacional quería a partir <strong>de</strong> 1973.<br />

No es el caso <strong>de</strong> ponernos a juzgar sobre las imperfecciones o <strong>de</strong> ponernos a analizar las<br />

falencias metodológicas, pero con humildad científica, con alto sentido político y con conocimiento<br />

<strong>de</strong> la materia, los autores <strong>de</strong>l Plan Trienal 74-75 han recurrido al principio sabio que<br />

ningún plan o programa es rígido ni cristalizado, menos cuando se refiere al problema <strong>de</strong> dar<br />

las estrategias, o sea las medidas concretas para implementar las políticas nacionales trazadas<br />

en función <strong>de</strong> la imagen <strong>de</strong> un proyecto nacional o <strong>de</strong> una Nación que se <strong>de</strong>sea. El sentido <strong>de</strong>l<br />

rigorismo funcional <strong>de</strong> un programa está en su revisión permanente partiendo <strong>de</strong>l criterio <strong>de</strong><br />

dinamizar la sociedad, y que tal plan tiene que ser en sí mismo dinámico. No hay programa<br />

inteligente, válido ni que se a<strong>de</strong>cue sabiamente a la realidad si no se somete a ese requisito<br />

fundamental que es la revisión constante, la a<strong>de</strong>cuación valiente a la coyuntura, pero que <strong>de</strong><br />

ningún modo la coyuntura pueda hacer variar los objetivos fundamentales que provocaron<br />

la redacción <strong>de</strong>l proyecto <strong>de</strong> labor trienal y que nos ha unido aquí a todos los <strong>parlamentarios</strong><br />

durante esta etapa institucional.<br />

Modificar a<strong>de</strong>cuándonos a la coyuntura no significa hacer inválidos los propósitos ni los<br />

objetivos fundamentales. Nosotros, porque nos encontramos asediados y nos sentimos <strong>de</strong> alguna<br />

manera acuciados por ciertas emergencias, no po<strong>de</strong>mos per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista el final <strong>de</strong>l camino,<br />

ni per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista cuáles son las cosas esenciales que tienen unido al país, ni los lineamientos<br />

fundamentales por los que los argentinos evi<strong>de</strong>ntemente quieren estar solidarios. No en bal<strong>de</strong><br />

—aunque parezca ocioso, reiterativo y cansador— el propio ex presi<strong>de</strong>nte Perón lo quiso advertir<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> esa alta tribuna: es tiempo <strong>de</strong> que nos pongamos a elaborar el proyecto nacional. Para ello<br />

<strong>de</strong>be comenzarse, <strong>de</strong>cía —no sé si textualmente pero creo que respeto fielmente la inteligencia y el<br />

espíritu— por poner claridad al pensamiento íntimo <strong>de</strong> cada uno, y por el esclarecimiento interno<br />

<strong>de</strong> nosotros mismos; lograrlo en nuestros propios movimientos y en nuestras propias formulaciones<br />

i<strong>de</strong>ológicas políticas, porque en la medida en que ganemos ese esclarecimiento podremos ganar<br />

en acelerar el punto <strong>de</strong> convergencia <strong>de</strong> objetivos para dar las soluciones programáticas concretas<br />

que nos permitan hacer válidos ese slogan, que ya no es patrimonio <strong>de</strong> la mayoría, sino <strong>de</strong>l país,<br />

o sea, la reconstrucción y la liberación nacional.<br />

Estoy persuadido que aun manteniendo cada uno su fuente doctrinaria, su concepción

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