Antecedentes legales y parlamentarios - Ministerio de Defensa

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06.10.2014 Views

20 y 21 de noviembre de 1975 288 Sr. López (H. F.).—Me alegra que presida la Honorable Cámara en este preciso momento el doctor Jesús Porto, porque en el tema que hoy nos toca tratar, que es el de la violencia, desde su banca ha dado un alto ejemplo de valentía. No exagero en nada si digo que para defender principios, para defender ideas, el señor diputado Porto ha puesto en serio riesgo su propia vida. Luego de esta casual introducción, he de referirme a este proyecto de ley de Defensa, pero para utilizar la terminología castrense, ya que esta iniciativa ha sido gestada desde las Fuerzas Armadas, la denominaré simplemente ley de seguridad interna. No existe cabalmente una ley de Defensa. Los señores diputados han escuchado extensas exposiciones sobre lo que debe constituir una ley de Defensa. Nosotros tenemos que decir por qué estamos tratando esta iniciativa, cuáles son los problemas que afligen al país, y qué es lo que debemos modificar del actual ordenamiento jurídico a fin de adecuarlo a las circunstancias que vivimos. En definitiva, tenemos que determinar cuáles son las normas que deben regir para solucionar estos problemas. Si hablamos de una ley de Defensa debemos preguntarnos qué es lo que estamos defendiendo aquí. ¿Se trata de defender simplemente el territorio nacional, el patrimonio de la Nación, o estamos defendiendo realmente lo que corresponde, que es el pueblo de la Nación Argentina y esa Constitución que todos, por otro lado, hemos jurado defender? El concepto básico de defensa, en la paz y en la guerra es la conjunción de las fuerzas, la suma total del potencial nacional para el logro de objetivos comunes, de bien común, civiles y militares integrados en una sociedad y no en grupos casi antagónicos, que se alternan en el poder por la ley, por la razón o por la fuerza; o, como se dice popularmente, por el voto o por las botas. El ministro del Interior ha anunciado hoy, poniendo una nota de optimismo, que el 25 de mayo de 1977 se hará cargo el nuevo gobierno elegido por el pueblo. Ojalá que el señor ministro del Interior no se equivoque, y que desde su ministerio posibilite y se concrete esa aspiración para no incurrir en error. No es una cuestión de voluntad; hay que producir los actos que posibiliten que la ciudadanía vuelva a ser el único árbitro para renovar este gobierno. He dicho que si se cumple lo que anunció el ministro se va a romper un maleficio que arranca en 1922, porque desde ese año —y esto aunque sea conocido sorprenderá a quienes lo escuchan, pues me sorprende cada vez que lo repito— en la República Argentina el pueblo no ha vuelto a elegir a un presidente civil que haya terminado su mandato. Desde el año 1928 ningún presidente civil argentino pudo llegar a cumplir cuatro años de su mandato; ningún presidente civil elegido por el pueblo pudo entregar el mando a otro presidente civil elegido por el pueblo. ¿Quién nos gobernó, cómo nos gobernaron desde el año 28 hasta la fecha? Acá no es cuestión de que un grupo político quiera cargar los grandes males que soporta el país a las Fuerzas Armadas, ni que éstas desconozcan la historia reciente. En una rápida enumeración puedo decir que en los 45 años transcurridos desde 1930 hasta la fecha, durante 30 años la presidencia de la República ha sido ejercida por un general de la Nación y durante 15 años ejercida por civiles. Once generales en catorce turnos ejercieron la presidencia de la República: Uriburu, Justo, Ramírez, Rawson, Farrel, Perón, Lonardi, Aramburu, Onganía, Levingston y Lanusse. Los presidentes civiles en ese lapso de 45 años, vida útil de una generación, fueron: Ortíz, Castillo, Frondizi, Guido, Illia, Cámpora y Martínez. ¿Cuáles son las consecuencias de este sucederse de civiles y militares en el gobierno? ¿Por falta de una continuidad política, como aquí se enunció, no hay un plan nacional ni una política internacional a la que todos los gobiernos deban servir? De paso haré alusión —porque aquí se trató y se mencionó— al problema de las fronteras vivas. Me aflige poco el problema de las fronteras vivas porque es una situación física que podemos remediar. Se pueden tomar medidas físicas para contrarrestar esa ofensiva diplomática, pero lo que no podrá recuperar jamás la Argentina por ese desacierto en su política internacional es ese avance en la diplomacia, que nos perjudica. Me duele más el problema de Itaipú, me duele muchísimo más que no podamos aprovechar

49a. reunión - continuación 2a. sesión extraordinaria Corpus o que esa singularidad geográfica del Paraná no pueda estar al servicio de todos los países americanos a los que riega y que la gran perjudicada sea la República Argentina. Me duele más que, por los años perdidos, nuestra diplomacia no haya estado preparada para decir no desde el principio a la Organización Latinoamericana de la Energía (OLADE), y que durante este período de gobierno la torpeza de nuestros representantes casi nos lleve a admitir respecto del problema del Paraná una tesis que nos perjudicaría. El 11 de marzo de 1973 se abre una gran expectativa nacional: el pueblo de la República recupera su soberanía, concurre a las urnas y elige a sus mandatarios. La gran particularidad que tuvo la elección fue que los grandes partidos mayoritarios hablaron antes de ese acto y se comprometieron a lo que iban a hacer. Hubo compromisos programáticos y compromisos políticos para que el partido gobernante no fuera jaqueado ni fuera el adversario al que había que despojar del poder por cualquier medio. Esos compromisos políticos se empezaron a cumplir el mismo día en que escuchamos aquí el mensaje presidencial. En un palco de este recinto estaban los representantes de todos los partidos políticos, rivales entre sí; pero ellos coincidían y —diría más— deseaban que este gobierno respondiera a todas las expectativas y despejara todas las incógnitas. Uno de los primeros actos de este gobierno, medida que ahora es muy criticada por los ciegos, por los que no ven el porvenir, por los que me atrevería a decir que no piensan en el futuro de sus hijos, por los que creen que la Argentina termina al terminar sus propias vidas, fue la sanción de una ley de amnistía. Aplaudo esa medida a la distancia, cosa que pocos hacen porque dicen que los delincuentes liberados de las cárceles siguieron matando. En ese momento la sociedad argentina, por medio de su Parlamento, dio una tregua, dio un ejemplo y una posibilidad de paz. Muchos de nosotros sabíamos que los que se beneficiaban con esa tregua no la iban a acatar. Sabíamos que debió ser bilateral. Sabíamos que los que están embarcados en esa guerra ideológica no son delincuentes comunes, sino que están comprometidos. Pero el gran sentido de la ley de amnistía fue otro: se quería que los que ya estaban en favor de los métodos violentos eligieran nuevos cauces políticos, que canalizaran sus inquietudes en la democracia, a favor o en contra del gobierno de turno, pero que democráticamente pudieran expresar sus ideas. No nos interesa que hayan continuado en la guerrilla ni que a los parlamentarios se nos señale con el dedo diciendo que liberamos a los hombres que continuaron matando; también hubo parlamentarios muertos, y habrá más parlamentarios, civiles y militares muertos por obra de la incomprensión. Y ése fue un acto de comprensión nacional; se quería evitar —repito— que se siguiera reclutando gente para la guerrilla. Sin duda se logró el objetivo, aunque no se pueda dimensionar su resultado. Hoy, después de esa tremenda inestabilidad y falta de continuidad constitucional, está nuevamente en peligro lo que creíamos iba a ser una nueva etapa democrática del país. Me he referido ya a lo dicho por el ministro del Interior en el sentido de que habrá elecciones en 1977, de que llegaremos a ese día cada vez más lejano de 1977. El radicalismo siempre lo quiso así y hará todo lo posible para que el pueblo pueda votar y decidir, comprometiéndose a acatar el resultado del acto soberano del pueblo. Pero hoy, cuando tratamos el tremendo problema de la violencia que implica este proyecto sobre seguridad interna, porque ése ha sido el leit motiv para que este proyecto llegara aquí, vemos el panorama ensombrecido por aquellos que siguieron matando y que quisieron imponer su método de lucha. No lo digo para aprovechar la dramática coyuntura actual y poder criticar desaciertos del gobierno, pero podría transcribir palabras de gente que pertenece o perteneció al gobierno, que señala errores, lo que es aprovechado por la prédica guerrillera para que nuestros jóvenes universitarios y militantes gremiales puedan ser seducidos diciéndoles que aquí no hay otra solución que luchar arriesgando la vida, utilizando para ello el crimen político, crimen que ha tenido gravísimas consecuencias para la República. Por suerte, por la comprensión de dos grandes dirigentes de los partidos mayoritarios, ese crimen político tiene hasta ahora efectos localizados. Pero hubo un momento en que llegué a 289 1975

20 y 21 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1975<br />

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Sr. López (H. F.).—Me alegra que presida la Honorable Cámara en este preciso momento el<br />

doctor Jesús Porto, porque en el tema que hoy nos toca tratar, que es el <strong>de</strong> la violencia, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su<br />

banca ha dado un alto ejemplo <strong>de</strong> valentía. No exagero en nada si digo que para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r principios,<br />

para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r i<strong>de</strong>as, el señor diputado Porto ha puesto en serio riesgo su propia vida.<br />

Luego <strong>de</strong> esta casual introducción, he <strong>de</strong> referirme a este proyecto <strong>de</strong> ley <strong>de</strong> <strong>Defensa</strong>, pero<br />

para utilizar la terminología castrense, ya que esta iniciativa ha sido gestada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las Fuerzas<br />

Armadas, la <strong>de</strong>nominaré simplemente ley <strong>de</strong> seguridad interna. No existe cabalmente una ley <strong>de</strong><br />

<strong>Defensa</strong>.<br />

Los señores diputados han escuchado extensas exposiciones sobre lo que <strong>de</strong>be constituir una<br />

ley <strong>de</strong> <strong>Defensa</strong>. Nosotros tenemos que <strong>de</strong>cir por qué estamos tratando esta iniciativa, cuáles son<br />

los problemas que afligen al país, y qué es lo que <strong>de</strong>bemos modificar <strong>de</strong>l actual or<strong>de</strong>namiento jurídico<br />

a fin <strong>de</strong> a<strong>de</strong>cuarlo a las circunstancias que vivimos. En <strong>de</strong>finitiva, tenemos que <strong>de</strong>terminar<br />

cuáles son las normas que <strong>de</strong>ben regir para solucionar estos problemas.<br />

Si hablamos <strong>de</strong> una ley <strong>de</strong> <strong>Defensa</strong> <strong>de</strong>bemos preguntarnos qué es lo que estamos <strong>de</strong>fendiendo<br />

aquí. ¿Se trata <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r simplemente el territorio nacional, el patrimonio <strong>de</strong> la Nación, o estamos<br />

<strong>de</strong>fendiendo realmente lo que correspon<strong>de</strong>, que es el pueblo <strong>de</strong> la Nación Argentina y esa<br />

Constitución que todos, por otro lado, hemos jurado <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r?<br />

El concepto básico <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa, en la paz y en la guerra es la conjunción <strong>de</strong> las fuerzas, la suma<br />

total <strong>de</strong>l potencial nacional para el logro <strong>de</strong> objetivos comunes, <strong>de</strong> bien común, civiles y militares<br />

integrados en una sociedad y no en grupos casi antagónicos, que se alternan en el po<strong>de</strong>r por la<br />

ley, por la razón o por la fuerza; o, como se dice popularmente, por el voto o por las botas.<br />

El ministro <strong>de</strong>l Interior ha anunciado hoy, poniendo una nota <strong>de</strong> optimismo, que el 25 <strong>de</strong><br />

mayo <strong>de</strong> 1977 se hará cargo el nuevo gobierno elegido por el pueblo. Ojalá que el señor ministro<br />

<strong>de</strong>l Interior no se equivoque, y que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su ministerio posibilite y se concrete esa aspiración para<br />

no incurrir en error. No es una cuestión <strong>de</strong> voluntad; hay que producir los actos que posibiliten<br />

que la ciudadanía vuelva a ser el único árbitro para renovar este gobierno.<br />

He dicho que si se cumple lo que anunció el ministro se va a romper un maleficio que arranca<br />

en 1922, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese año —y esto aunque sea conocido sorpren<strong>de</strong>rá a quienes lo escuchan,<br />

pues me sorpren<strong>de</strong> cada vez que lo repito— en la República Argentina el pueblo no ha vuelto a<br />

elegir a un presi<strong>de</strong>nte civil que haya terminado su mandato. Des<strong>de</strong> el año 1928 ningún presi<strong>de</strong>nte<br />

civil argentino pudo llegar a cumplir cuatro años <strong>de</strong> su mandato; ningún presi<strong>de</strong>nte civil elegido<br />

por el pueblo pudo entregar el mando a otro presi<strong>de</strong>nte civil elegido por el pueblo.<br />

¿Quién nos gobernó, cómo nos gobernaron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el año 28 hasta la fecha? Acá no es cuestión<br />

<strong>de</strong> que un grupo político quiera cargar los gran<strong>de</strong>s males que soporta el país a las Fuerzas<br />

Armadas, ni que éstas <strong>de</strong>sconozcan la historia reciente. En una rápida enumeración puedo <strong>de</strong>cir<br />

que en los 45 años transcurridos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1930 hasta la fecha, durante 30 años la presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la<br />

República ha sido ejercida por un general <strong>de</strong> la Nación y durante 15 años ejercida por civiles. Once<br />

generales en catorce turnos ejercieron la presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la República: Uriburu, Justo, Ramírez,<br />

Rawson, Farrel, Perón, Lonardi, Aramburu, Onganía, Levingston y Lanusse. Los presi<strong>de</strong>ntes civiles<br />

en ese lapso <strong>de</strong> 45 años, vida útil <strong>de</strong> una generación, fueron: Ortíz, Castillo, Frondizi, Guido,<br />

Illia, Cámpora y Martínez.<br />

¿Cuáles son las consecuencias <strong>de</strong> este suce<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> civiles y militares en el gobierno? ¿Por falta<br />

<strong>de</strong> una continuidad política, como aquí se enunció, no hay un plan nacional ni una política internacional<br />

a la que todos los gobiernos <strong>de</strong>ban servir? De paso haré alusión —porque aquí se trató<br />

y se mencionó— al problema <strong>de</strong> las fronteras vivas. Me aflige poco el problema <strong>de</strong> las fronteras<br />

vivas porque es una situación física que po<strong>de</strong>mos remediar. Se pue<strong>de</strong>n tomar medidas físicas<br />

para contrarrestar esa ofensiva diplomática, pero lo que no podrá recuperar jamás la Argentina<br />

por ese <strong>de</strong>sacierto en su política internacional es ese avance en la diplomacia, que nos perjudica.<br />

Me duele más el problema <strong>de</strong> Itaipú, me duele muchísimo más que no podamos aprovechar

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