Antecedentes legales y parlamentarios - Ministerio de Defensa

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20 y 21 de noviembre de 1975 286 hay de que la legislación en cierne, proyectada sin acertar a los factores básicos y originarios de la subversión, se dirija también contra esta clase de terrorismo? ¿No seguiremos asistiendo al espectáculo de los secuestros por encapuchados, cuyas víctimas más afortunadas aparecen días después cerca de algún regimiento o de alguna comisaría? ¿No continuaremos sufriendo la espantosa injusticia de silenciar, tolerar y tal vez proteger acciones que, en la mayoría de los casos, acaban en la desolación de mujeres torturadas y violadas ciento veinte veces en un mes de prisión, o asesinadas después de cortarles los pechos con hojas de afeitar, o de hombres acribillados, dinamitados, mutilados, y en todos los casos en nombre de una supuesta “guerra santa” contra el extremismo de izquierda y sus afines o próximos? ¿Quién califica a unos y a otros? ¿Con qué autoridad, con qué sabiduría, con qué honradez, con qué fines? ¿Cuáles pueden ser los resultados de tanta aberración? No pueden ser otros que el seguir incrementando las filas de los desesperados, de los que ya no creen en las vías institucionales sino solamente en el recurso de las armas. ¡Parece mentira que pueda haber tanta ceguera! Pero, ¿por qué hemos de extrañarnos? La falta de luz empieza cuando no se sabe reconocer la entraña materialista del capitalismo, abono insuperable para la siembra materialista del marxismo. Sólo una tremenda ignorancia culpable de ciertos niveles de dirigentes —para no hablar de la defensa interesada de estructuras y privilegios— puede contraponer a los errores marxistas un presunto “estilo de vida occidental y cristiano”, que estaría encarnado en las ideas, instituciones y modalidades del capitalismo vigente en esa área occidental. Cierto es que muchos de sus personeros nombran a Dios; pero esto no va más allá de una rutina miserable, cuando no es una consciente e infame hipocresía. A la manera del noctámbulo que silba en un callejón obscuro para ahuyentar el miedo, el capitalismo apela en sus palabras a Dios, por si acaso existiera, pero a un Dios vaciado de todo contenido trascendente y redentor: es una simple deidad supuestamente protectora de los intereses. Por lo demás, ha sido típico del liberalismo —inspirador del sistema capitalista— el negarse a toda definición explícita sobre la existencia de Dios y del más allá. Ha sido tercamente neutro en esta materia, so pretexto de que ella pertenece a la vida privada y a la conciencia individual. No cabe, pues, sorprenderse de la ventaja competitiva del marxismo, que aun incluyendo bases, metas y métodos equivocados, no rehuye ninguno de los grandes interrogantes del hombre ante el mundo. En el fragor de las crisis, en el pantano de barro y sangre de las trincheras, cuando el ser humano se plantea el origen y el sentido de su existencia, el porqué de tanto sufrimiento, el marxista a su lado contesta todas sus preguntas: “No hay Dios; no hay espíritu; no hay trascendencia sobrenatural; sólo hay materia eterna que evoluciona o se revoluciona conforme a leyes físicas infalibles”. Así le dice, con franqueza brutal y extraviada. Y así también le va explicando el principio del mundo, su destino, las reglas inexorables de la historia, la causa de las guerras y de todas las injusticias, las únicas soluciones definitivas. ¿Qué hace, entre tanto, el capitalismo? Sigue invocando a Dios en sus discursos y negándolo en sus obras. Sigue olvidando que bebió en las mismas fuentes filosóficas en que abrevó el marxismo: las del naturalismo pagano, las del economicismo aberrante, las del racionalismo cientificista Resulta así coherente que el núcleo espiritual —si así se lo puede calificar— del capitalismo es su fe prioritaria en la fecundidad del dinero, la adoración del becerro de oro. Consiguientemente, la suprema ley del lucro como regulación primera y última de la economía. No menos coherente viene a ser la tendencia concentracionaria del poder económico, fatal en el proceso capitalista. Y otro corolario inevitable es la división horizontal de la sociedad: arriba, sólo los que deciden; abajo, los que sólo reciben. Esta estructura implica una abierta convocatoria a la lucha de clases, que desde el capitalismo se imputa exclusivamente al marxismo. Señor presidente: esta digresión en que he analizado la realidad social y algunos de los enfoques doctrinarios surgidos de ella, ha procurado poner en claro la verdadera amplitud y profundidad

49a. reunión - continuación 2a. sesión extraordinaria de los frentes de lucha. En vano se pretenderá erradicar la guerrilla y las desviaciones ideológicas de la extrema izquierda, matando gente y encarcelando ideas. En vano se pretenderá reducir el prestigio de la violencia, si el propio “orden establecido” empieza por prestigiarla al erigirla en su respuesta preferida y al mostrarse incapaz de deslindar responsabilidades, de modo convincente, con la orgía de sangre ejecutada por la extrema derecha. Sólo una profunda reforma de nuestra vida política, instituyendo la participación efectiva de cada hombre y de cada grupo social en las diversas escalas de decisiones; sólo un desarrollo económico audaz y armonioso, que integre al país hacia adentro y hacia afuera; sólo la socialización comunitaria —no totalitaria— de los actuales centros de dominación económica y cultural; sólo una política internacional realmente soberana y visionaria, que realice el destino nacional en función del destino latinoamericano; sólo el saneamiento moral del país; sólo la capacidad y la abnegación requeridas para ensamblar estos objetivos nacionales en la mística de una nueva y grande empresa argentina, convocadora —con la palabra y el ejemplo— de todos los hijos de esta tierra y particularmente de sus jóvenes; sólo todo esto, señor presidente, puede ser eficaz para aislar primero a la guerrilla, quitarle después toda substentación y emplazarla finalmente con el apoyo activo de la población entera a afrontar este dilema: paz total o guerra total. Este es el criterio con que quien habla ha encarado la presente iniciativa y los problemas en ella involucrados. Dejemos de encerrarnos en círculos concéntricos —jurídicos y bélicos— de defensa, con lo cual nos condicionamos a vivir psicológicamente a la defensiva, y, por ende, derrotados de antemano. Pasemos resueltamente a la ofensiva, despertados y acicateados por la subversión, enfrentados al gran desafío de superar pasado y presente con la construcción de una nueva sociedad. No he querido detenerme en el análisis jurídico del asunto, porque me basta con adherir a la exposición del señor diputado Musacchio. Tampoco me he orientado al estudio geopolítico de la cuestión, porque me remito a las tesis sustentadas por el señor diputado Sandler. He deseado, en cambio, poner el énfasis en las características principales de las ideas, estructuras e instituciones vigentes en la República, y de los procesos consiguientes, para destacar sus puntos neurálgicos, clamar desde esta banca —una vez más— por los urgentes y fundamentales cambios necesarios y señalar, de tal manera, el único camino adecuado para la superación de este trance sangriento que aflige a la Nación. Podemos sí sancionar un proyecto con graves errores parciales y con una equivocada filosofía general, solamente porque se trata de mejorar la instrumentación legal preexistente en cuanto a Defensa Nacional, ya que no se mejora nada con respecto a seguridad nacional. Pero no tenemos derecho a eludir estas reflexiones de fondo, precisamente porque formamos parte del Congreso Nacional. Si bien todos los funcionarios públicos tienen el deber de razonar, es notorio que el Poder Ejecutivo es el órgano de ejecución de las normas que elabora el Congreso, en tanto que el Poder Judicial se ve constreñido a interpretar y aplicar esas normas sin poder tampoco modificarlas. Por lo tanto, el Poder Legislativo, fragua de las leyes, es el que está más convocado a pensar cada uno de sus pasos. Si nosotros no pensamos suficientemente, nadie habrá de cubrir nuestro déficit. Y no tendremos tampoco autoridad para quejarnos de eventuales abusos o de que las propias Fuerzas Armadas no han aportado mejores ideas. No son ellas las encargadas de proyectar las leyes ni de tramitarlas hasta su sanción. Si nosotros no somos capaces de ver los problemas en su dimensión total, estaremos engañándonos y engañando a las Fuerzas Armadas, a las cuales les exigiremos eficiencia en su lucha, puramente bélica, con el duro costo de sus vidas, mientras en la retaguardia los dirigentes políticos no habrían tenido la lucidez, el coraje y la honestidad necesarios para erradicar la subversión de verdad; o sea, como la palabra lo dice, para eliminarla desde sus raíces. Sr. Presidente (Porto).—Tiene la palabra el señor diputado Horacio Fidel López. 287 1975

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<strong>de</strong> los frentes <strong>de</strong> lucha. En vano se preten<strong>de</strong>rá erradicar la guerrilla y las <strong>de</strong>sviaciones i<strong>de</strong>ológicas<br />

<strong>de</strong> la extrema izquierda, matando gente y encarcelando i<strong>de</strong>as. En vano se preten<strong>de</strong>rá reducir el<br />

prestigio <strong>de</strong> la violencia, si el propio “or<strong>de</strong>n establecido” empieza por prestigiarla al erigirla en su<br />

respuesta preferida y al mostrarse incapaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>slindar responsabilida<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> modo convincente,<br />

con la orgía <strong>de</strong> sangre ejecutada por la extrema <strong>de</strong>recha.<br />

Sólo una profunda reforma <strong>de</strong> nuestra vida política, instituyendo la participación efectiva<br />

<strong>de</strong> cada hombre y <strong>de</strong> cada grupo social en las diversas escalas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisiones; sólo un <strong>de</strong>sarrollo<br />

económico audaz y armonioso, que integre al país hacia a<strong>de</strong>ntro y hacia afuera; sólo la socialización<br />

comunitaria —no totalitaria— <strong>de</strong> los actuales centros <strong>de</strong> dominación económica y cultural;<br />

sólo una política internacional realmente soberana y visionaria, que realice el <strong>de</strong>stino nacional<br />

en función <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino latinoamericano; sólo el saneamiento moral <strong>de</strong>l país; sólo la capacidad y<br />

la abnegación requeridas para ensamblar estos objetivos nacionales en la mística <strong>de</strong> una nueva y<br />

gran<strong>de</strong> empresa argentina, convocadora —con la palabra y el ejemplo— <strong>de</strong> todos los hijos <strong>de</strong> esta<br />

tierra y particularmente <strong>de</strong> sus jóvenes; sólo todo esto, señor presi<strong>de</strong>nte, pue<strong>de</strong> ser eficaz para<br />

aislar primero a la guerrilla, quitarle <strong>de</strong>spués toda substentación y emplazarla finalmente con el<br />

apoyo activo <strong>de</strong> la población entera a afrontar este dilema: paz total o guerra total.<br />

Este es el criterio con que quien habla ha encarado la presente iniciativa y los problemas en<br />

ella involucrados. Dejemos <strong>de</strong> encerrarnos en círculos concéntricos —jurídicos y bélicos— <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>fensa, con lo cual nos condicionamos a vivir psicológicamente a la <strong>de</strong>fensiva, y, por en<strong>de</strong>,<br />

<strong>de</strong>rrotados <strong>de</strong> antemano. Pasemos resueltamente a la ofensiva, <strong>de</strong>spertados y acicateados por la<br />

subversión, enfrentados al gran <strong>de</strong>safío <strong>de</strong> superar pasado y presente con la construcción <strong>de</strong> una<br />

nueva sociedad.<br />

No he querido <strong>de</strong>tenerme en el análisis jurídico <strong>de</strong>l asunto, porque me basta con adherir a la<br />

exposición <strong>de</strong>l señor diputado Musacchio. Tampoco me he orientado al estudio geopolítico <strong>de</strong> la<br />

cuestión, porque me remito a las tesis sustentadas por el señor diputado Sandler. He <strong>de</strong>seado, en<br />

cambio, poner el énfasis en las características principales <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as, estructuras e instituciones<br />

vigentes en la República, y <strong>de</strong> los procesos consiguientes, para <strong>de</strong>stacar sus puntos neurálgicos,<br />

clamar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esta banca —una vez más— por los urgentes y fundamentales cambios necesarios<br />

y señalar, <strong>de</strong> tal manera, el único camino a<strong>de</strong>cuado para la superación <strong>de</strong> este trance sangriento<br />

que aflige a la Nación.<br />

Po<strong>de</strong>mos sí sancionar un proyecto con graves errores parciales y con una equivocada filosofía<br />

general, solamente porque se trata <strong>de</strong> mejorar la instrumentación legal preexistente en cuanto a<br />

<strong>Defensa</strong> Nacional, ya que no se mejora nada con respecto a seguridad nacional.<br />

Pero no tenemos <strong>de</strong>recho a eludir estas reflexiones <strong>de</strong> fondo, precisamente porque formamos<br />

parte <strong>de</strong>l Congreso Nacional. Si bien todos los funcionarios públicos tienen el <strong>de</strong>ber <strong>de</strong><br />

razonar, es notorio que el Po<strong>de</strong>r Ejecutivo es el órgano <strong>de</strong> ejecución <strong>de</strong> las normas que elabora<br />

el Congreso, en tanto que el Po<strong>de</strong>r Judicial se ve constreñido a interpretar y aplicar esas normas<br />

sin po<strong>de</strong>r tampoco modificarlas.<br />

Por lo tanto, el Po<strong>de</strong>r Legislativo, fragua <strong>de</strong> las leyes, es el que está más convocado a pensar<br />

cada uno <strong>de</strong> sus pasos. Si nosotros no pensamos suficientemente, nadie habrá <strong>de</strong> cubrir nuestro<br />

déficit. Y no tendremos tampoco autoridad para quejarnos <strong>de</strong> eventuales abusos o <strong>de</strong> que las propias<br />

Fuerzas Armadas no han aportado mejores i<strong>de</strong>as. No son ellas las encargadas <strong>de</strong> proyectar<br />

las leyes ni <strong>de</strong> tramitarlas hasta su sanción.<br />

Si nosotros no somos capaces <strong>de</strong> ver los problemas en su dimensión total, estaremos engañándonos<br />

y engañando a las Fuerzas Armadas, a las cuales les exigiremos eficiencia en su lucha,<br />

puramente bélica, con el duro costo <strong>de</strong> sus vidas, mientras en la retaguardia los dirigentes políticos<br />

no habrían tenido la luci<strong>de</strong>z, el coraje y la honestidad necesarios para erradicar la subversión<br />

<strong>de</strong> verdad; o sea, como la palabra lo dice, para eliminarla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus raíces.<br />

Sr. Presi<strong>de</strong>nte (Porto).—Tiene la palabra el señor diputado Horacio Fi<strong>de</strong>l López.<br />

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