Antecedentes legales y parlamentarios - Ministerio de Defensa

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20 y 21 de noviembre de 1975 284 faltando en la Argentina desde antes del actual gobierno, si bien este déficit se viene agravando sensiblemente en los últimos años por acción y por omisión. Mientras este gravísimo estado de cosas no sea solucionado, la Nación tendrá expuestos sus flancos y hasta su retaguardia. ¿Con qué tranquilidad y con qué perspectivas podrá, entonces, combatir al solo enemigo frontal? El proyecto en discusión no define la subversión. Vale decir, se propone extirpar un delito impreciso. Intentemos por nuestra cuenta una caracterización acumulativa, a saber: 1) todo aquello que derriba, desnaturaliza o violenta la escala de valores o el orden jurídico en que se funda una sociedad, constituye subversión moral e institucional; 2) el desquicio económico, la injusticia social, la alienación cultural, el manejo arbitrario de los medios de difusión, la dependencia nacional, son también factores subversivos. Cuando ellos se dan como ambiente y como situación general de la sociedad, encontramos el primero de los planos y de las formas subversivas, el que hace de raíz de las otras manifestaciones. Con el solo fin de evitar suspicacias apelaré, en este punto, a ideas vertidas por personas y órganos periodísticos insospechados de izquierdismo o demagogia. El diario La Nación, en su edición del 7 de octubre próximo pasado, bajo el título Cada uno firme en su puesto, dice: “La subversión que afronta la República no es sólo la llamada guerrilla. Es ésta apenas la metralleta de un fenómeno que ha calado hondo en la vida política, económica y social de la República. Cuando se reduce el concepto de subversión al de la acción armada, se está cometiendo un error tan pronunciado como cuando se ignora que esa subversión también se manifiesta en la fractura de ciertos valores mínimos de jerarquía y disciplina y en el enseñoramiento de una ineptitud deformante de las instituciones del Estado, o bien en la transgresión de ciertos principios de moralidad administrativa”. Hace pocas semanas también, un jefe militar en actividad pronunció públicamente, junto a varias expresiones exageradas e inaceptables, otras dignas de ser acogidas. Me refiero a las siguientes palabras del general José Antonio Buasso: “No somos los custodios del orden de una sociedad masificada, donde el esfuerzo de los muchos de abajo hace el privilegio de los pocos de arriba. No somos los custodios del orden de una sociedad que corrompe sus jerarquías, subsumiendo moral y decencia, honestidad y esfuerzo, capacidad y conocimiento”. En fin, si falta alguna otra cita imposible de tachar de simpatía a la guerrilla, me remito a los diversos pronunciamientos eclesiásticos de los meses recientes, entre los que destaco por su ponderación los documentos y homilías de los monseñores Tórtolo, Primatesta, Pironio, Aramburu y Zaspe, coincidentes en señalar la profunda crisis que abruma al país, de la cual —insisto— la guerrilla es una grave manifestación epidérmica. No puedo resistir al impulso de leer —pidiendo la condigna reflexión de la Honorable Cámara— algunos párrafos agudos y conmovedores vertidos por el arzobispo de Santa Fe: “La Argentina ha aceptado vivir en pecado, disimular el pecado, cambiarle el nombre y disfrazarlo; verlo en unos e ignorarlo en otros; a veces en los gobernantes y no en los gobernados; otras veces disimularlo en la autoridad y denunciarlo en la ciudadanía; estigmatizarlo en las personas y no detectarlo en las instituciones; verlo en la izquierda y no verlo en la derecha; denunciarlo en la derecha y callarlo en la izquierda. El país no cambiará tampoco con el terrorismo salvaje que nos carcome, con ideologías importadas, con declaraciones que nos hartan, con huelgas que nos paralizan o con adhesiones y repudios que, en el mejor de los casos, sólo manifiestan la sinceridad a medias o la verdad parcial. Un país donde se mata a cualquiera, donde los muertos aparecen torturados, castrados, vaciados de ojos y reventados, no puede esperar la paz, porque la paz proviene de la justicia y ésta de la verdad. La Argentina se reconstruirá cuando supere la crisis de sinceridad; cuando cada uno diga lo que haya que decir y pueda decirlo; cuando cada ciudadano y cada institución haga lo que debe hacer; cuando la Iglesia evangelice, el gobierno gobierne, las Cámaras legislen, la universidad enseñe, los colegios eduquen, los estudiantes estudien y los trabajadores trabajen; cuando la Capital sea sólo Capital y las provincias algo más que administraciones; cuando la Patria valga más que un partido y el partido actúe en clave de Patria; cuando la denuncia sea investigada y el sinvergüenza sea

49a. reunión - continuación 2a. sesión extraordinaria castigado; cuando la realidad desplace al ensueño y la creación al slogan; cuando las instituciones sirvan al país, las leyes se apliquen a todos, y la justicia sea pareja para todos. La Argentina puede salvarse y debe salvarse, pero desde la sinceridad de la verdad, la efectividad de la justicia y la energía del amor”. Hasta aquí monseñor Zaspe. Ahora bien, la repulsa que fermenta en el seno de situaciones como la descrita, engendra a menudo críticas irracionales, corrosivas, nihilistas, que prenden especialmente en la juventud. De ahí nace la adhesión a doctrinas extraviadas, cuya difusión pacífica, aunque de hecho atenta contra el supuesto orden establecido (que en verdad es un profundo desorden) y desde ese restringido punto de vista, puede ser considerada como prédica subversiva —segundo plano de la subversión, el de la llamada ideológica—, no debe ser susceptible de represión, pues ello equivaldría a configurar el delito de opinión, que desgraciadamente en la práctica está vigente en nuestro país. Frente a la desviación ideológica, jamás la violación; siempre la inteligencia, compitiendo con desarrollos doctrinarios superiores; siempre el amor, buscando la comprensión y dando el testimonio del servicio abnegado al prójimo y a la Patria. Cuando frente a la prédica subversiva se recurre a la represión en vez de la competencia superadora, se está renunciando de antemano a tener ideas y conductas capaces de enderezar los rumbos torcidos. El actual infortunio nacional tiene mucho que ver con esa incapacidad. La juventud argentina vive en gran medida huérfana de una sabia y oportuna docencia por parte de la mayoría de los dirigentes adultos y, para colmo, carente también de buenos ejemplos por parte de ellos. La ciega opción por la violencia represiva, bastante antigua en este país, ha operado como estímulo atroz del paso al tercer plano de la subversión: el estrictamente bélico, el de la guerrilla. Evidentemente, cuando se declara y ejecuta el alzamiento armado contra el sistema institucional sin el consejo ni el acompañamiento de la mayoría popular y, peor aún, sin respeto a límite alguno en el ejercicio de la violencia insurreccional, cuando esas circunstancias se dan, por lógicas que parezcan las motivaciones psíquicas y morales de los insurgentes, no hay más remedio que enfrentarlos también con las armas. Si de un parque zoológico se escaparan las fieras debido a la desidia, al latrocinio y a la crueldad de sus administradores, sería forzoso tratar de encerrar y, en cuanto ello no fuere posible, matar a las fieras, pues éstas no atenderían razones sobre reformas futuras en el jardín de donde huyeron. Pero aun así, ello debería hacerse con plena conciencia de que no se estaría combatiendo las causas sino sólo las consecuencias de esa fuga; por tanto, no habría derecho a abandonar, subestimar ni postergar los cambios necesarios para evitar nuevas injusticias y nuevas sublevaciones. En otras palabras, no sería correcto proclamar como prioridad absoluta el problema representado por esas consecuencias, sino el constituido por aquellas causas, y obrar en consecuencia. Esa es la verdadera prioridad y hay que actuar en función de ella. Hay todavía un cuarto plano subversivo: el del terrorismo de derecha, suerte de “mafia” organizada para el exterminio físico, más que de los guerrilleros enfrentados por las fuerzas regulares del Estado, de sus presuntos auxiliares logísticos, o simplemente intelectuales; de paso, esta violencia tiende también a eliminar físicamente a los meros competidores de la derecha en los ambientes gremiales, estudiantiles, etcétera. No acaba en eso la perversión de este terrorismo salvaje, como lo denominó monseñor Zaspe. El otro aspecto inadmisible es que tal actividad ilegal aparenta cooperar con la represión legal; hasta invoca reiteradamente, a través de pasquines cloacales y homicidas, su fanática adhesión al gobierno y a las Fuerzas Armadas, y su obediencia a supuestas consignas oficiales de matar despiadadamente a dichos enemigos. Cabe presumir que esa cooperación es la garantía de su absoluta impunidad, evidenciada en el hecho de que a lo largo de dos años los órganos estatales no han esclarecido nada —ni siquiera detenido a un sospechoso— en relación a los cientos, quizá ya miles, de monstruosos crímenes cometidos por la ultraderecha. Entonces uno se pregunta, con entera sinceridad y con total objetividad: ¿qué esperanzas 285 1975

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castigado; cuando la realidad <strong>de</strong>splace al ensueño y la creación al slogan; cuando las instituciones<br />

sirvan al país, las leyes se apliquen a todos, y la justicia sea pareja para todos. La Argentina pue<strong>de</strong><br />

salvarse y <strong>de</strong>be salvarse, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la sinceridad <strong>de</strong> la verdad, la efectividad <strong>de</strong> la justicia y la energía<br />

<strong>de</strong>l amor”. Hasta aquí monseñor Zaspe.<br />

Ahora bien, la repulsa que fermenta en el seno <strong>de</strong> situaciones como la <strong>de</strong>scrita, engendra<br />

a menudo críticas irracionales, corrosivas, nihilistas, que pren<strong>de</strong>n especialmente en la juventud.<br />

De ahí nace la adhesión a doctrinas extraviadas, cuya difusión pacífica, aunque <strong>de</strong> hecho<br />

atenta contra el supuesto or<strong>de</strong>n establecido (que en verdad es un profundo <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n) y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

ese restringido punto <strong>de</strong> vista, pue<strong>de</strong> ser consi<strong>de</strong>rada como prédica subversiva —segundo plano<br />

<strong>de</strong> la subversión, el <strong>de</strong> la llamada i<strong>de</strong>ológica—, no <strong>de</strong>be ser susceptible <strong>de</strong> represión, pues ello<br />

equivaldría a configurar el <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> opinión, que <strong>de</strong>sgraciadamente en la práctica está vigente en<br />

nuestro país.<br />

Frente a la <strong>de</strong>sviación i<strong>de</strong>ológica, jamás la violación; siempre la inteligencia, compitiendo<br />

con <strong>de</strong>sarrollos doctrinarios superiores; siempre el amor, buscando la comprensión y dando el<br />

testimonio <strong>de</strong>l servicio abnegado al prójimo y a la Patria. Cuando frente a la prédica subversiva<br />

se recurre a la represión en vez <strong>de</strong> la competencia superadora, se está renunciando <strong>de</strong> antemano<br />

a tener i<strong>de</strong>as y conductas capaces <strong>de</strong> en<strong>de</strong>rezar los rumbos torcidos.<br />

El actual infortunio nacional tiene mucho que ver con esa incapacidad. La juventud argentina<br />

vive en gran medida huérfana <strong>de</strong> una sabia y oportuna docencia por parte <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong><br />

los dirigentes adultos y, para colmo, carente también <strong>de</strong> buenos ejemplos por parte <strong>de</strong> ellos. La<br />

ciega opción por la violencia represiva, bastante antigua en este país, ha operado como estímulo<br />

atroz <strong>de</strong>l paso al tercer plano <strong>de</strong> la subversión: el estrictamente bélico, el <strong>de</strong> la guerrilla.<br />

Evi<strong>de</strong>ntemente, cuando se <strong>de</strong>clara y ejecuta el alzamiento armado contra el sistema institucional<br />

sin el consejo ni el acompañamiento <strong>de</strong> la mayoría popular y, peor aún, sin respeto a límite<br />

alguno en el ejercicio <strong>de</strong> la violencia insurreccional, cuando esas circunstancias se dan, por lógicas<br />

que parezcan las motivaciones psíquicas y morales <strong>de</strong> los insurgentes, no hay más remedio que<br />

enfrentarlos también con las armas. Si <strong>de</strong> un parque zoológico se escaparan las fieras <strong>de</strong>bido a la<br />

<strong>de</strong>sidia, al latrocinio y a la crueldad <strong>de</strong> sus administradores, sería forzoso tratar <strong>de</strong> encerrar y, en<br />

cuanto ello no fuere posible, matar a las fieras, pues éstas no aten<strong>de</strong>rían razones sobre reformas<br />

futuras en el jardín <strong>de</strong> don<strong>de</strong> huyeron. Pero aun así, ello <strong>de</strong>bería hacerse con plena conciencia <strong>de</strong><br />

que no se estaría combatiendo las causas sino sólo las consecuencias <strong>de</strong> esa fuga; por tanto, no<br />

habría <strong>de</strong>recho a abandonar, subestimar ni postergar los cambios necesarios para evitar nuevas<br />

injusticias y nuevas sublevaciones. En otras palabras, no sería correcto proclamar como prioridad<br />

absoluta el problema representado por esas consecuencias, sino el constituido por aquellas<br />

causas, y obrar en consecuencia. Esa es la verda<strong>de</strong>ra prioridad y hay que actuar en función <strong>de</strong> ella.<br />

Hay todavía un cuarto plano subversivo: el <strong>de</strong>l terrorismo <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha, suerte <strong>de</strong> “mafia”<br />

organizada para el exterminio físico, más que <strong>de</strong> los guerrilleros enfrentados por las fuerzas regulares<br />

<strong>de</strong>l Estado, <strong>de</strong> sus presuntos auxiliares logísticos, o simplemente intelectuales; <strong>de</strong> paso,<br />

esta violencia tien<strong>de</strong> también a eliminar físicamente a los meros competidores <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha en<br />

los ambientes gremiales, estudiantiles, etcétera.<br />

No acaba en eso la perversión <strong>de</strong> este terrorismo salvaje, como lo <strong>de</strong>nominó monseñor Zaspe.<br />

El otro aspecto inadmisible es que tal actividad ilegal aparenta cooperar con la represión legal;<br />

hasta invoca reiteradamente, a través <strong>de</strong> pasquines cloacales y homicidas, su fanática adhesión<br />

al gobierno y a las Fuerzas Armadas, y su obediencia a supuestas consignas oficiales <strong>de</strong> matar<br />

<strong>de</strong>spiadadamente a dichos enemigos. Cabe presumir que esa cooperación es la garantía <strong>de</strong> su<br />

absoluta impunidad, evi<strong>de</strong>nciada en el hecho <strong>de</strong> que a lo largo <strong>de</strong> dos años los órganos estatales<br />

no han esclarecido nada —ni siquiera <strong>de</strong>tenido a un sospechoso— en relación a los cientos, quizá<br />

ya miles, <strong>de</strong> monstruosos crímenes cometidos por la ultra<strong>de</strong>recha.<br />

Entonces uno se pregunta, con entera sinceridad y con total objetividad: ¿qué esperanzas<br />

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