Antecedentes legales y parlamentarios - Ministerio de Defensa

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06.10.2014 Views

19 de noviembre de 1975 196 territorio, de un enemigo que forma parte de los habitantes del país. Enemigo porque pretende tomar el poder por la fuerza, al margen de los canales autorizados por la Constitución. Y como he utilizado el término “enemigo”, me parece bien compartir el punto de vista del señor diputado Musacchio cuando se pregunta quién es el enemigo. Ya dijimos que era necesario definir la subversión. El grupo guerrillero —de derecha o de izquierda— que subvierte el orden institucional existe; no hay la menor duda. Hay que combatirlo y erradicarlo; pero, ¿es el único enemigo del país? ¿O son los grandes intereses que se mueven siempre para conmover las bases de los gobiernos que surgen de las urnas? Cuando los gobiernos están apoyados por mayorías populares y se resisten a la penetración de los intereses de círculos pequeños, de adentro o de afuera, tambalean y caen. Si ceden, los gobiernos duran. Esta es una experiencia que nos viene de lejos. Como el radicalismo se encuentra en un proceso de unidad nacional no desea traer recuerdos de ningún episodio del pasado. Un trabajo del doctor Ernesto J. Aberg Cobo, titulado Hacia la Defensa Nacional, aparecido en noviembre de 1959, en La Nación, contiene algunas reflexiones muy interesantes, de las que me permitiré leer muy pocas. El artículo es extenso y, desde ya, solicito a la Honorable Cámara su inserción íntegra en el Diario de Sesiones. Voy a limitarme a leer los conceptos más importantes, porque la verdad es que la lectura de los párrafos subrayados insumiría un considerable tiempo en este debate. Allí se dice: “El frente económico debe ser atendido buscando utilizar totalmente y en la forma más eficaz posible nuestro potencial humano, pues en este rubro nuestra experiencia nos ha enseñado que existe un despilfarro cuantioso, incluso entre los administradores del patrimonio nacional, es decir entre los funcionarios públicos, entre los cuales muy pocos desempeñan la tarea para la cual tienen aptitud…” “En otro aspecto, la guerra, como consecuencia de todos estos nuevos inventos (habla de las transformaciones y cambios operados en los últimos cincuenta años) ha sufrido una total transformación, dejando de ser un duelo exclusivo entre combatientes armados y uniformados, en el campo de batalla, para caer en una acción de lucha en las cual están empeñadas todas las actividades de la colectividad. Estas modificaciones en el carácter de la guerra ya se habían manifestado durante la segunda contienda mundial, pues el bombardeo despiadado a las poblaciones civiles por ambos bandos constituyó una de las características de esa contienda, llegándose hasta a hablar de guerra total de exterminio, de terror, etcétera.” Cuando el señor diputado Musacchio hablaba del enemigo —sin dejar de computar a la subversión en el país como un enemigo institucional— que conspira contra los intereses vitales de la Nación, yo compartí sus puntos de vista que iban encaminados a precisar quién era ese enemigo. Esta coincidencia me lleva a la conclusión de que los argentinos necesitamos saber a qué país aspiramos, como lo dijo el presidente Perón en su memorable mensaje del 1º de mayo de 1974, al referirse al proyecto nacional. Desde la muerte de Perón no volvió a hablarse de ese proyecto, y sin embargo los argentinos debemos ponemos de acuerdo sobre lo que queremos, qué proyecto de país ambicionamos, cuáles son los comunes denominadores de la argentinidad, qué estilo de vida estamos dispuestos a defender, cuáles son las instituciones que pretendemos preservar y poner a cubierto de la acción subversiva; si queremos realmente mantener abiertos los canales institucionales para que el pueblo, el único soberano, conserve el poder nacional de decisión, a través de sus órganos constitucionales, o si queremos un país dominado por las minorías detentadoras de los privilegios económicos, cuyo objetivo es someter al pueblo a sus criminales designios de lucrar a costa de su hambre, su miseria y su desesperación. Desde el fondo de su historia el radicalismo nos señala claramente el camino de la redención humana. Por eso luchamos por el sufragio, para que el hombre argentino sea el protagonista, el dueño y el capitán de su propia alma y de su propio destino, para que el pueblo sea el único depositario de la soberanía política, para tender el puente pacífico por donde atraviese la voluntad de la Nación, para lograr que las transformaciones y cambios de estos tiempos nuevos transiten

48a. reunión - continuación 2a. sesión extraordinaria por los caminos de la paz, y para evitar la revolución sangrienta, facilitando la evolución pacífica y progresista de la razón y la justicia. Por eso defendemos la democracia, no como un fin en sí mismo, sino como una herramienta idónea para lograr no sólo la dignidad humana sino la seguridad social, que era la obsesión de ese eminente ciudadano que fue Crisólogo Larralde, cuando hablaba de que la democracia representativa tenía que ser complementada con la democracia social. No hay partido político en el país —perdónenme mis adversarios porque no digo que hemos luchado más o menos— que haya combatido con más energía y coraje la violencia, la de arriba y la de abajo. Podrá haber partidos políticos, y los hay aquí en esta Cámara, que combatieron la violencia como nosotros; pero nosotros no cedimos jamás un milímetro a la violencia y fuimos víctimas de la violencia. Cuando nos echaron en 1966, por un acto de resentimiento pudimos caer en la tentación de echar leña a la hoguera sumándonos a la subversión y buscando la revancha por cualquier medio. Si lo hubiéramos hecho habríamos favorecido la violencia que no estaba en nuestras manos controlar, y hoy estaríamos llorando los muertos enterrados en el camino. A pesar de ello, mi homenaje a los que cayeron en defensa de la libertad, ejerciendo el derecho sagrado de la resistencia a la opresión. Pero como en otros tiempos dijimos “hay que empezar de nuevo”, sin odios ni rencores, aprovechando la experiencia de nuestros propios errores, superando enfrentamientos estériles, antinomias absurdas y rivalidades intrascendentes, y nos pusimos en la tarea de conversar con todos los argentinos, sin exclusiones, para lograr las coincidencias programáticas de los comunes denominadores. Tarea ardua, realizada sin prisa pero sin pausa, como las estrellas. Y cuando aparece el documento de La hora del pueblo se abre el camino de las urnas, no sólo para nosotros, sino para todo el pueblo argentino. Y el pueblo gana la batalla el día del comicio. Pero cuando todos creíamos que estaban dadas las condiciones para el éxito final, hace más de un año que tenemos la tristeza de ver que se malogra la empresa desde la propia escena oficial, en un proceso de aislamiento suicida que ha llegado a comprometer no sólo el destino de las instituciones sino la propia paz de la República. Tengo sobre mi banca el documento de La hora del pueblo. Y sin pretender contestar, quiero preguntarme y a la vez preguntar a la Cámara si hemos cumplido o no con los postulados enunciados en las Normas y condiciones para asegurar el funcionamiento del futuro gobierno democrático. Dicen estas normas: “Las declaraciones, derechos y garantías del hombre establecidas en la Constitución Nacional constituyen la estructura básica del sistema, sin la cual se quebranta la posibilidad de la democracia, de la libertad, de la igualdad y de la justicia”. Dije que no iba a dar respuestas, pero estoy tentado de dar una. Se nos acaba de decir en esta Cámara que el estado de sitio suspende todos los derechos. Yo sé que el presidente de la República, en ejercicio de atribución que no le dio el Congreso, a pesar de que es competencia de este cuerpo, me podría, si no tuviera fueros, hoy mismo, detener y trasladar de un punto a otro de la República. Pero yo me pregunto si la suspensión de los derechos puede llegar a impedirme que esta noche me resguarde en la intimidad de mi hogar, compartiendo el techo común con mi señora y mis hijos. Si éste es el alcance que se le da al estado de sitio, prácticamente la República Argentina habría dejado de ser una sociedad organizada, y no sería nada más que un cementerio. (Aplausos.) Sr. Lazzarini.—¿Me permite una interrupción señor diputado Massolo? Sr. Massolo.—¡Con mucho gusto! Sr Presidente (Pereira).—Para una interrupción, tiene la palabra el señor diputado Lazzarini. Sr. Lazzarini.—Debo aclarar que yo hablé de eso, señor presidente; pero no es que yo lo haya dicho. Lo dice la Constitución en el artículo 23, al establecer la suspensión de los derechos constitucionales. Además, con relación a lo que sostiene el señor diputado Massolo, considero que está muy 197 1975

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territorio, <strong>de</strong> un enemigo que forma parte <strong>de</strong> los habitantes <strong>de</strong>l país. Enemigo porque preten<strong>de</strong><br />

tomar el po<strong>de</strong>r por la fuerza, al margen <strong>de</strong> los canales autorizados por la Constitución.<br />

Y como he utilizado el término “enemigo”, me parece bien compartir el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong>l<br />

señor diputado Musacchio cuando se pregunta quién es el enemigo. Ya dijimos que era necesario<br />

<strong>de</strong>finir la subversión. El grupo guerrillero —<strong>de</strong> <strong>de</strong>recha o <strong>de</strong> izquierda— que subvierte el or<strong>de</strong>n<br />

institucional existe; no hay la menor duda. Hay que combatirlo y erradicarlo; pero, ¿es el único<br />

enemigo <strong>de</strong>l país? ¿O son los gran<strong>de</strong>s intereses que se mueven siempre para conmover las bases<br />

<strong>de</strong> los gobiernos que surgen <strong>de</strong> las urnas? Cuando los gobiernos están apoyados por mayorías populares<br />

y se resisten a la penetración <strong>de</strong> los intereses <strong>de</strong> círculos pequeños, <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro o <strong>de</strong> afuera,<br />

tambalean y caen. Si ce<strong>de</strong>n, los gobiernos duran. Esta es una experiencia que nos viene <strong>de</strong> lejos.<br />

Como el radicalismo se encuentra en un proceso <strong>de</strong> unidad nacional no <strong>de</strong>sea traer recuerdos <strong>de</strong><br />

ningún episodio <strong>de</strong>l pasado.<br />

Un trabajo <strong>de</strong>l doctor Ernesto J. Aberg Cobo, titulado Hacia la <strong>Defensa</strong> Nacional, aparecido<br />

en noviembre <strong>de</strong> 1959, en La Nación, contiene algunas reflexiones muy interesantes, <strong>de</strong> las que<br />

me permitiré leer muy pocas. El artículo es extenso y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ya, solicito a la Honorable Cámara<br />

su inserción íntegra en el Diario <strong>de</strong> Sesiones.<br />

Voy a limitarme a leer los conceptos más importantes, porque la verdad es que la lectura <strong>de</strong><br />

los párrafos subrayados insumiría un consi<strong>de</strong>rable tiempo en este <strong>de</strong>bate. Allí se dice: “El frente<br />

económico <strong>de</strong>be ser atendido buscando utilizar totalmente y en la forma más eficaz posible nuestro<br />

potencial humano, pues en este rubro nuestra experiencia nos ha enseñado que existe un <strong>de</strong>spilfarro<br />

cuantioso, incluso entre los administradores <strong>de</strong>l patrimonio nacional, es <strong>de</strong>cir entre los funcionarios<br />

públicos, entre los cuales muy pocos <strong>de</strong>sempeñan la tarea para la cual tienen aptitud…”<br />

“En otro aspecto, la guerra, como consecuencia <strong>de</strong> todos estos nuevos inventos (habla <strong>de</strong> las transformaciones<br />

y cambios operados en los últimos cincuenta años) ha sufrido una total transformación,<br />

<strong>de</strong>jando <strong>de</strong> ser un duelo exclusivo entre combatientes armados y uniformados, en el campo <strong>de</strong> batalla,<br />

para caer en una acción <strong>de</strong> lucha en las cual están empeñadas todas las activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la colectividad.<br />

Estas modificaciones en el carácter <strong>de</strong> la guerra ya se habían manifestado durante la segunda contienda<br />

mundial, pues el bombar<strong>de</strong>o <strong>de</strong>spiadado a las poblaciones civiles por ambos bandos constituyó<br />

una <strong>de</strong> las características <strong>de</strong> esa contienda, llegándose hasta a hablar <strong>de</strong> guerra total <strong>de</strong> exterminio,<br />

<strong>de</strong> terror, etcétera.”<br />

Cuando el señor diputado Musacchio hablaba <strong>de</strong>l enemigo —sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> computar a la subversión<br />

en el país como un enemigo institucional— que conspira contra los intereses vitales <strong>de</strong> la<br />

Nación, yo compartí sus puntos <strong>de</strong> vista que iban encaminados a precisar quién era ese enemigo.<br />

Esta coinci<strong>de</strong>ncia me lleva a la conclusión <strong>de</strong> que los argentinos necesitamos saber a qué país<br />

aspiramos, como lo dijo el presi<strong>de</strong>nte Perón en su memorable mensaje <strong>de</strong>l 1º <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1974,<br />

al referirse al proyecto nacional. Des<strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Perón no volvió a hablarse <strong>de</strong> ese proyecto, y<br />

sin embargo los argentinos <strong>de</strong>bemos ponemos <strong>de</strong> acuerdo sobre lo que queremos, qué proyecto<br />

<strong>de</strong> país ambicionamos, cuáles son los comunes <strong>de</strong>nominadores <strong>de</strong> la argentinidad, qué estilo <strong>de</strong><br />

vida estamos dispuestos a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r, cuáles son las instituciones que preten<strong>de</strong>mos preservar y poner<br />

a cubierto <strong>de</strong> la acción subversiva; si queremos realmente mantener abiertos los canales institucionales<br />

para que el pueblo, el único soberano, conserve el po<strong>de</strong>r nacional <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisión, a través<br />

<strong>de</strong> sus órganos constitucionales, o si queremos un país dominado por las minorías <strong>de</strong>tentadoras<br />

<strong>de</strong> los privilegios económicos, cuyo objetivo es someter al pueblo a sus criminales <strong>de</strong>signios <strong>de</strong><br />

lucrar a costa <strong>de</strong> su hambre, su miseria y su <strong>de</strong>sesperación.<br />

Des<strong>de</strong> el fondo <strong>de</strong> su historia el radicalismo nos señala claramente el camino <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción<br />

humana. Por eso luchamos por el sufragio, para que el hombre argentino sea el protagonista, el<br />

dueño y el capitán <strong>de</strong> su propia alma y <strong>de</strong> su propio <strong>de</strong>stino, para que el pueblo sea el único <strong>de</strong>positario<br />

<strong>de</strong> la soberanía política, para ten<strong>de</strong>r el puente pacífico por don<strong>de</strong> atraviese la voluntad<br />

<strong>de</strong> la Nación, para lograr que las transformaciones y cambios <strong>de</strong> estos tiempos nuevos transiten

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