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M i g u e l Á n g e l A s t u r i a s<br />
E l s e ñ o r p r e s i d e n t e<br />
—En las penas en que andará mi pobre papá huyendo por sitios desconocidos, oscuros, no<br />
me explico bien, con hambre, con sueño, con sed y sin amparo. La Virgen lo acompañe. Todo<br />
el día le he tenido su candela encendida...<br />
—No piense en esas cosas, no llame la desgracia; las cosas tienen que suceder como está<br />
escrito que sucedan. ¡Qué lejos estaba usted de conocerme y qué lejos estaba yo de poder<br />
servir a su papá!... —Y apañándole una mano, que ella se dejó acariciar, fijaron ambos los<br />
ojos en el cuadro de la Virgen.<br />
El favorito pensaba:<br />
¡En el ojo de la llave del cielo<br />
cabrías bien, porque fue el cerrajero,<br />
cuando nacías, a sacar con nieve<br />
la forma de tu cuerpo en un lucero!<br />
La estrofa, sin razón de ser en aquellos momentos, quedó suelta en su cabeza y como<br />
confundida a la palpitación en que se iban envolviendo sus dos almas.<br />
—¿Y qué me dice usted? Ya mi papá irá muy lejos; se sabrá cuando más o menos...<br />
—No tengo ni idea, pero es cuestión de días...<br />
—¿De muchos días?<br />
—No...<br />
—Mi tío Juan tal vez tiene noticias...<br />
—Probablemente...<br />
—Algo le pasa a usted cuando le hablo de mis tíos...<br />
—Pero ¡qué está usted diciendo! De ninguna manera. Por el contrario, pienso que sin ellos<br />
mi responsabilidad sería mayor. Adónde iba yo a llevarla a usted si no estuvieran ellos...<br />
Cara de Ángel cambiaba de voz cuando se dejaba de fantasear sobre la fuga del general y<br />
hablaba de los tíos, del general que se temía ver regresar amarrado y seguido de una escolta, o<br />
frío como un tamal en un tapesco ensangrentado.<br />
La puerta se abrió de repente. Era la Masacuata, que entraba que se hacía pedazos. Las<br />
trancas rodaron por el suelo. Un soplo de aire hamaqueó la luz.<br />
—Acepten y perdonen que les interrumpa y que venga así tan brusca... ¡Lucio está<br />
preso!... Me lo acababa de decir una mi conocida cuando me llegó este papelito. Está en la<br />
Penitenciaría... ¡Chismes de ese Genaro Rodas! ¡Lástima de pantalones de hombre! ¡No he<br />
tenido gusto en toda la santa tarde! A cada rato el corazón me hacía pon-gón, pon-gón, pongón...<br />
Ái fue a decir que usted y Lucio se habían sacado a la señorita de su casa...<br />
El favorito no pudo impedir la catástrofe. Un puñado de palabras y la explosión... Camila,<br />
él y su pobre amor acababan de volar deshechos en un segundo, en menos de un segundo...<br />
Cuando Cara de Ángel empezó a darse cuenta de la realidad, Camila lloraba sin consuelo<br />
tirada de bruces sobre la cama; la fondera seguía habla que habla contando los detalles del<br />
rapto, sin comprender el mundo que precipitaba en las simas de la desesperación con sus<br />
palabras, y en cuanto a él, sentía que lo estaban enterrando vivo con los ojos abiertos.<br />
Después de llorar mucho rato se levantó Camila como sonámbula, pidiendo a la fondera<br />
algo con que taparse para salir a la calle.<br />
—Y si usted es, como dice, un caballero —se volvió a decir a Cara de Ángel, cuando<br />
aquélla le hubo dado un perraje—, acompáñame a casa de mi tío Juan.<br />
El favorito quiso decir eso que no se puede decir, esa palabra inexpresable con los labios y<br />
que baila en los ojos de los que golpea la fatalidad en lo más íntimo de su esperanza.<br />
—¿Dónde está mi sombrero? —preguntó con la voz ronca de tragar saliva de angustias.<br />
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