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M i g u e l Á n g e l A s t u r i a s<br />
E l s e ñ o r p r e s i d e n t e<br />
XIII<br />
Capturas<br />
Ni el pan recibió por salir a la carrera la esposa de Genaro Rodas. A saber Dios si venían<br />
los canastos con su ganancia. Dejó a su marido tirado en la cama sin desvestirse, como<br />
estropajo, y a su mamoncito dormido en el canasto que le servía de cuna. Las seis de la<br />
mañana.<br />
Sonando en el reloj de la Merced y dando ella el primer toquido en casa de Canales. Que<br />
dispensaran la alarma y el madrugón, pensaba, tocador en mano ya para llamar de nuevo.<br />
Pero ¿venían a abrir o no venían a abrir? El general debe saber cuanto antes lo que Lucio<br />
Vásquez le contó anoche al atarantado de mi marido en esa cantina que se llama de El<br />
Despertar del León...<br />
Dejó de tocar y mientras salían a abrir fue reflexionando: que los limosneros le echan el<br />
muerto del Portal del Señor, que van a venir a capturarlo esta mañana y lo último, lo peor del<br />
mundo, que se quieren robar a la señorita...<br />
«¡Eso sí que es canela! ¡Eso sí que es canela!», repetía para sus adentros sin dejar de<br />
tocar.<br />
Y un vuelco con otro del corazón. ¿Que me llevan preso al general? Bueno, pues para eso<br />
es hombre y preso se queda. Pero que acarreen con la señorita... ¡Sangre de Cristo! El tiznón<br />
no tiene remedio. Y apostara mi cabeza que éstas son cosas de algún guanaco salado y sin<br />
vergüenza, de ésos que vienen a la ciudad con las mañas del monte.<br />
Tocó de nuevo. La casa, la calle, el aire, todo como en un tambor. Era desesperante que no<br />
abrieran. Deletreó el nombre de la fonda de la esquina para hacer tiempo: El Tus-Tep... No<br />
había mucho que deletrear, si no se fijaba en lo que decían los muñecos pintarrajeados de uno<br />
y otro lado de la puerta; de un lado un hombre, del otro lado una mujer; de la boca de la<br />
mujer salía este letrero: «¡Ven a bailar el tustepito!», y de por la espalda del hombre que<br />
apretaba una botella en la mano: «¡No, porque estoy bailando el tustepón!»...<br />
Cansada de tocar —no estaban o no abrían— empujó la puerta. La mano se le fue hasta a<br />
saber dónde... ¿Sólo entornada? Se terció el pañolón barbado, franqueó el zaguán en un mar<br />
de corazonadas y asomó el corredor que no sabía de ella, helada por la realidad como el ave<br />
por el perdigón, huida la sangre, pobres los alientos, fatua la mirada, paralizados los<br />
miembros al ver las macetas de flores por tierra, por tierra las colas de quetzal, mamparas y<br />
ventanas rotas, rotos los espejos, destrozados los armarios, violadas las llaves, papeles y trajes<br />
y muebles y alfombras, todo ultrajado, todo envejecido en una noche, todo hecho un molote<br />
despreciable, basura sin vida, sin intimidad, sucia, sin alma...<br />
La Chabelona vagaba con el cráneo roto, como fantasma entre las ruinas de aquel nido<br />
abandonado, en busca de la señorita.<br />
—¡Já-já-já-já!... —reía— ... ¡Jí-jí-jí-jí! ¿Dónde se esconde, niña Camila?... ¡Ahí voy con<br />
tamaño cuero!................................................................................................................................<br />
¿Por qué no responde?... ¡Tuero! ¡Tuero! ¡TUERO!....................................................................<br />
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Creía jugar al escondite con Camila y la buscaba y rebuscaba en los rincones, entre las<br />
flores, bajo las camas, tras las puertas, revolviéndolo todo como torbellino...<br />
—¡Já-já-já-já!... ¡Jí-jí-jí-jí!... ¡Jú-jú-jú-jú!... ¡Tuero! ¡Tuero! ¡Salga, niña Camila, que no<br />
la jallo!... ¡Salga, niña Camilita, que ya me cansé de buscarla! ¡Já-já-já-já! ¡Salga!... ¡Tuero!...<br />
¡Voy con tamaño cuero!... ¡Jí-jí-jí-jí!... ¡Jú-jú-jú-jú!...<br />
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