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ASTURIAS MIGUEL ANGEL. Senor Presidente

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M i g u e l Á n g e l A s t u r i a s<br />

E l s e ñ o r p r e s i d e n t e<br />

mucho cuidado después con soltar la lengua, que si me han de hacer mal el favor, mejor no<br />

me lo hacen.<br />

Al volver una esquina les detuvo una patrulla. El favorito se entendió con el jefe, mientras<br />

los soldados los rodeaban.<br />

—Vamos a dar una serenata, teniente...<br />

—¿Y por ónde, si me hace el favor, por ónde...? —dijo aquél dando dos golpecitos con la<br />

espada en el suelo.<br />

—Aquí, por el Callejón de Jesús...<br />

—Y la marimba no la traen, ni las charangas... ¡Chasgracias si va a ser serenata a lo<br />

mudo!<br />

Disimuladamente alargó Cara de Ángel al oficial un billete de cien pesos, que en el acto<br />

puso fin a la dificultad.<br />

La mole del templo de la Merced asomó al extremo de la calle. Un templo en forma de<br />

tortuga, con dos ojitos o ventanas en la cúpula. El favorito mandó que no se llegara en grupo<br />

adonde la Masacuata.<br />

—¡Fonda El Tus-Tep, acuérdense! —les dijo en alta voz cuando se iban separando—. ¡El<br />

Tus-Tep! ¡Cuidado, muchá, quién se mete en otra parte! El Tus-Tep, en la vecindad de una<br />

colchonería.<br />

Los pasos de los que formaban el grupo se fueron apagando por rumbos opuestos. El plan<br />

de la fuga era el siguiente: al dar el reloj de la Merced las dos de la mañana, subirían a casa<br />

del general Canales uno o más hombres mandados por Cara de Ángel, y tan pronto como<br />

éstos empezaran a andar por el tejado, la hija del general saldría a una de las ventanas del<br />

frente de la casa a pedir auxilio contra ladrones a grandes voces, a fin de atraer hacia allí a los<br />

gendarmes que vigilaban la manzana, y de ese modo, aprovechando la confusión, permitir a<br />

Canales la salida por la puerta de la cochera.<br />

Un tonto, un loco y un niño no habrían concertado tan absurdo plan. Aquello no tenía pies<br />

ni cabeza, y si el general y el favorito, a pesar de entenderlo así, lo encontraron aceptable, fue<br />

porque uno y otro lo juzgó para sus adentros trampa de doble fondo. Para Canales la<br />

protección del favorito le aseguraba la fuga mejor que cualquier plan, y para Cara de Ángel el<br />

buen éxito no dependía de lo acordado entre ellos, sino del Señor <strong>Presidente</strong>, a quien<br />

comunicó por teléfono, en marchándose el general de su casa, la hora y los pormenores de la<br />

estratagema.<br />

Las noches de abril son en el trópico las viudas de los días cálidos de marzo, oscuras, frías,<br />

despeinadas, tristes. Cara de Ángel asomó a la esquina del fondín y esquina de la casa de<br />

Canales contando las sombras color de aguacate de los policías de línea repartidos aquí y allá,<br />

le dio la vuelta a la manzana paso a paso y de regreso colóse en la puertecita de madriguera de<br />

El Tus-Tep con el cuerpo cortado: había un gendarme uniformado por puerta en todas las<br />

casas vecinas y no se contaba el número de agentes de la policía secreta que se paseaban por<br />

las aceras intranquilos. Su impresión fue fatal. «Estoy cooperando a un crimen —se dijo—; a<br />

este hombre lo van a asesinar al salir de su casa.» Y en este supuesto, que a medida que le<br />

daba vueltas en la cabeza se le hacía más negro, alzarse con la hija de aquel moribundo le<br />

pareció odioso, repugnante, tanto como amable y simpático y grato de añadidura a su posible<br />

fuga. A un hombre sin entrañas como él, no era la bondad lo que le llevaba a sentirse a<br />

disgusto en presencia de una emboscada, tendida en pleno corazón de la ciudad contra un<br />

ciudadano que, confiado e indefenso, escaparía de su casa sintiéndose protegido por la sombra<br />

de un amigo del Señor <strong>Presidente</strong>, protección que a la postre no pasaba de ser un ardid de<br />

refinada crueldad para amargar con el desengaño los últimos y atroces momentos de la<br />

víctima al verse burlada, cogida, traicionada, y un medio ingenioso para dar al crimen cariz<br />

legal, explicado como extremo recurso de la autoridad, a fin de evitar la fuga de un presunto<br />

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