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ASTURIAS MIGUEL ANGEL. Senor Presidente

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M i g u e l Á n g e l A s t u r i a s<br />

E l s e ñ o r p r e s i d e n t e<br />

E iba a contar que un amigo le había encargado que le preguntara si le recibía una carta,<br />

pero la fondera se interpuso...<br />

—¡Dichosote, si ya vimos que es usté el que le está rascando el ala!<br />

El favorito sintió que le llovía luz en los ojos... Rascar el ala... Contar que se opone la<br />

familia... Fingir un rapto... Rapto y parto tienen las mismas letras...<br />

Sobre la monedita de níquel clavada en el mostrador seguía frotando el dedo, sólo que<br />

ahora más de prisa.<br />

—Es verdad —contestó Cara de Ángel—, pero estoy fregado porque su papá no quiere<br />

que nos casemos...<br />

—¡Cállese con ese viejo! —intervino Vásquez—. ¡Ahí las carotas de herrero mal pagado<br />

que le hace a uno, como si uno tuviera la culpa de la orden que hay de seguirlo por todas<br />

partes!<br />

—¡Así son los ricos! —agregó la fondera de mal modo.<br />

—Y por eso —explicó Cara de Ángel— he pensado sacármela de su casa. Ella está de<br />

acuerdo. Cabalmente acabamos de hablar y lo vamos a hacer esta noche.<br />

La fondera y Vásquez sonrieron.<br />

—¡Servite un trago! —le dijo Vásquez—, que esto se está poniendo bueno. —Luego se<br />

volvió a ofrecer a Cara de Ángel un cigarrillo—. ¿Fuma, caballero?<br />

—No, gracias... Pero..., por no hacerle el desprecio...<br />

La fondera sirvió tres tragos mientras aquéllos encendían los cigarrillos.<br />

Un momento después dijo Cara de Ángel, ya cuando les había acabado de pasar el ardor<br />

del trago.<br />

—¿Desde luego cuento con ustedes? ¡Valga lo que valga, lo que necesito es que me<br />

ayuden! ¡Ah, pero eso sí, debe ser hoy mismo!<br />

—Después de las once de la noche yo no puedo, tengo servicio —observó Vásquez—, pero<br />

ésta...<br />

—¡Ésta será tu cara, mirá cómo hablás!<br />

—¡Ella, que diga, la Masacuata —y volvió a mirar a la fondera—, hará mis veces! Vale<br />

por dos, salvo que quiera que le manden un suple; tengo un amigo con quien quedé de<br />

juntarme por onde los chinos.<br />

—¡Vos para todo vas saliendo con ese Genaro Rodas, guacal de horchata, mi compañero!<br />

—¿Qué es eso de guacal de horchata? —indagó Cara de Ángel.<br />

—Eso es que parece muerto, que es descoli..., ya no sé ni hablar..., des-colo-rido, vaya...!<br />

—¿Y qué tiene que ver?<br />

—Que yo vea no hay inconveniente...<br />

—... Pues, sí hay, y perdone, señor, que le corte la palabra; yo no se lo quería decir: la<br />

mujer de ese Genaro Rodas, una tal llamada Fedina, anda contando que la hija del general va<br />

a ser madrina de su hijo; quiere decir que ese Genaro Rodas, tu amigo, para lo que el señor lo<br />

quiere no es mestrual.<br />

—¡Qué trompeta!<br />

—¡Para vos todo es trompeta!<br />

Cara de Ángel agradeció a Vásquez su buena voluntad, dándole entender que era mejor<br />

que no contaran con guacal de horchata, porque, como decía la fondera, efectivamente no era<br />

neutral.<br />

—Es una lástima, amigo Vásquez, que usted no pueda ayudarme en la cosa ésta...<br />

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