27.08.2014 Views

ASTURIAS MIGUEL ANGEL. Senor Presidente

ASTURIAS MIGUEL ANGEL. Senor Presidente

ASTURIAS MIGUEL ANGEL. Senor Presidente

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

M i g u e l Á n g e l A s t u r i a s<br />

E l s e ñ o r p r e s i d e n t e<br />

regrese lo va a querer mucho! ¡Ah, ya no ve las horas de salir a tomar parte en esto que se<br />

llama la vida!... ¡No, no es que yo no quiera, sino que mejor se está ahí bien guardadito!»<br />

El <strong>Presidente</strong> no la recibió. Alguien le dijo que era mejor solicitar audiencia. Telegramas,<br />

cartas, escritos en papel sellado... Todo fue inútil; no le contestó.<br />

Anochecía y amanecía con el hueco del no dormir en los párpados, que a ratitos botaba<br />

sobre lagunas de llanto. Un gran patio. Ella, tendida en una hamaca, jugando con un<br />

caramelo de las mil y una noches y una pelotica de hule negro. El caramelo en la boca, la<br />

pelotica en las manos. Por llevarse el caramelo de un carrillo a otro, se le escapó la pelotica,<br />

botó en el piso del corredor, bajo la hamaca, y rebotó en el patio muy lejos, mientras el<br />

caramelo le crecía en la boca, cada vez más lejos, hasta desaparecer de pequeñita. No estaba<br />

completamente dormida. El cuerpo le temblaba al contacto de las sábanas. Era un sueño con<br />

luz de sueño y luz eléctrica. El jabón se le fue de las manos dos y tres veces, como la pelotica, y<br />

el pan del desayuno comía por pura necesidad —le creció en la boca como el caramelo.<br />

Desiertas las calles, de misa las gentes y ella ya por los Ministerios atalayando a los<br />

ministros, sin saber cómo ganarse a los porteros, viejecillos gruñones que no le contestaban<br />

cuando les hablaba, y le echaban fuerte, racimos de lunares de carne, cuando insistía.<br />

Pero su marido había corrido a recoger la pelotica. Ahora recordaba la otra parte de su<br />

sueño. El patio grande. La pelotica negra. Su marido cada vez más pequeñito, cada vez más<br />

lejos, como reducido por una lente, hasta desaparecer del patio tras la pelotica, mientras a<br />

ella, y no pensó en su hijo, le crecía el caramelo en la boca.<br />

Escribió al cónsul de Nueva York, al ministro de Wáshington, al amigo de una amiga, al<br />

cuñado de un amigo pidiendo noticias de su marido, y como echar las cartas a la basura. Por<br />

un abarrotero judío supo que el honorable secretario de la Legación Americana, detective y<br />

diplomático, tenía noticias ciertas de la llegada de Cara de Ángel a Nueva York. No sólo se<br />

sabe oficialmente que desembarcó —así consta en los registros del puerto, así consta en los<br />

registros de los hoteles en que se hospedó, así consta en los registros de la policía—, sino<br />

también por los periódicos y por noticias de personas llegadas muy recientemente de allá. «Y<br />

ahora lo están buscando —le decía el judío—, y vivo o muerto tienen que dar con él, aunque<br />

parece ser que de Nueva York siguió en otro barco para Singapur.» «¿Y dónde queda eso?»,<br />

preguntaba ella. «¿En dónde ha de quedar? En Indochina», respondía el judío entrechocando<br />

las planchas de sus dientes postizos. «¿Y como cuánto dura una carta en venir de allá?»,<br />

indagaba ella. «Exactamente no sé, pero no más de tres meses.» Ella contaba con los dedos.<br />

Cuatro tenía Cara de Ángel de haberse ido.<br />

En Nueva York o en Singapur... ¡Qué peso se le quitaba de encima! ¡Qué consuelo tan<br />

grande sentirlo lejos —saber que no se lo habían matado en el puerto, como dio en decir la<br />

gente—, lejos de ella, en Nueva York o en Singapur, pero con ella en el pensamiento!<br />

Se apoyó en el mostrador del almacén del judío para no caer redonda. El gusto la<br />

mareaba. Iba como en el aire, sin tocar los jamones envueltos en papel plateado, las botellas<br />

en paja de Italia, las latas de conservas, los chocolates, las manzanas, los arenques, las<br />

aceitunas, el bacalao, los moscateles, conociendo países del brazo de su marido. ¡Tonta que fui<br />

atormentarme por atormentarme! Ahora comprendo por qué no me ha escrito y hay que<br />

seguir haciendo la comedia. El papel de la mujer abandonada que va en busca del que la<br />

abandonó, ciega de celos..., o el de la esposa que quiere estar al lado de su marido en el trance<br />

difícil del parto.<br />

El camarote reservado, el equipaje hecho, todo listo ya para partir, de orden superior le<br />

negaron el pasaporte. Un como reborde de carne gorda alrededor de un hueco con dientes<br />

manchados de nicotina se movió de arriba abajo, de abajo arriba, para decirle que de orden<br />

superior no se le podía extender el pasaporte. Ella movió los labios de arriba abajo, de abajo<br />

arriba ensayando a repetir las palabras como si hubiera entendido mal.<br />

172

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!