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M i g u e l Á n g e l A s t u r i a s<br />
E l s e ñ o r p r e s i d e n t e<br />
—Recibido el consejo, Míster Gengis, y hasta la vista; voy a buscar un carruaje para<br />
llegar más rápido; muchas gracias ¿eh?, y hasta luego todo el mundo.<br />
Míster Gengis encendió la pipa.<br />
—¿Cuántos whiskys lleva, Míster Gengis? —dijo uno de los que estaban en la mesa.<br />
—¡Di-e-ci-ocho! —contestó el gringo, la pipa en la boca, un ojo entrecerrado y el otro<br />
azul, azul, abierto sobre la llamita amarilla del fósforo.<br />
—¡Qué razón tiene usted! ¡El whisky es una gran cosa! —A saber Dios, mí no sabría<br />
decirlo; eso pregúntelo usted a los que no beben como mí bebe, por pura desesperación...<br />
—¡No diga eso, Míster Gengis!<br />
—¡Cómo que no diga eso, si eso es lo que siente! En mi país todo el mundo dice lo que<br />
siente. Completamente.<br />
—Una gran cualidad...<br />
—¡Oh no, a mí me gustó más aquí con ustedes: decir lo que no se siente con tal que sea<br />
muy bunito!<br />
—Entonces allá, con ustedes, no se conocen los cuentos...<br />
—¡Oh, no, absolutamente; todo lo que estar cuento ya está la Biblia divinamente!<br />
—¿Otro whisky, Míster Gengis?<br />
—¡Ya lo creo que sí me lo voy a beber el otro whisky!<br />
—¡Bravo, así me gusta, es usted de los que mueren en su ley!<br />
—Comment?<br />
—Dice mi amigo que usted es de los que mueren...<br />
—Sí, ya entiende de los que mueren en su ley, no; mí ser de los que viven en su ley; mí ser<br />
más vivo; morir no importa, y si puede, que me muero en la ley de Dios.<br />
—¡Lo que es este Míster Gengis quisiera ver llover whisky!<br />
—No, no, ¿por qué?... entonces ya no se venderían los paraguas para paraguas, sino para<br />
embudos —y añadió, después de una pausa que llenaban el humo de su pipa y su respirar<br />
algodonoso, mientras los otros reían—. ¡Buen-o muchacho este Cara de Ángel; pero si no hace<br />
lo que yo le diga, no va a tener perdón nunca y se va a ir mucho a la droga!<br />
Un grupo de hombres silenciosos entró en la cantina de sopapo; eran muchos y la puerta<br />
no alcanzaba para todos al mismo tiempo. Los más quedaron en pie a un lado de la puerta,<br />
entre las mesas, junto al mostrador. Iban de pasada, no valía la pena de sentarse. «¡Silencio!»,<br />
dijo un medio bajito, medio viejo, medio calvo, medio sano, medio loco, medio ronco, medio<br />
sucio, extendiendo un cartelón impreso que otros dos le ayudaron a pegar con cera negra en<br />
uno de los espejos de la cantina.<br />
«CIUDADANOS»<br />
Pronunciar el nombre del Señor <strong>Presidente</strong> de la República, es alumbrar con las<br />
antorchas de la paz los sagrados intereses de la Nación que bajo su sabio mando ha<br />
conquistado y sigue conquistando los inapreciables beneficios del Progreso en todos<br />
los órdenes y del Orden en todos los progresos!!!! Como ciudadanos libres,<br />
conscientes de la obligación en que estamos de velar por nuestros destinos, que son<br />
los destinos de la Patria, y como hombres de bien, enemigos de la Anarquía,<br />
¡¡¡proclamamos!!! que la salud de la República está en la REELECCIÓN DE<br />
NUESTRO EGREGIO MANDATARIO Y NADA MÁS QUE EN SU REELECCIÓN!<br />
¿Por qué aventurar la barca del Estado en lo que no conocemos, cuando a la cabeza<br />
de ella se encuentra el Estadista más completo de nuestros tiempos, aquel a quien la<br />
Historia saludará Grande entre los Grandes, Sabio entre los Sabios, Liberal,<br />
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