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ASTURIAS MIGUEL ANGEL. Senor Presidente

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M i g u e l Á n g e l A s t u r i a s<br />

E l s e ñ o r p r e s i d e n t e<br />

—No es a mí, fíjese como habla...<br />

—¡Y a quién! ¿A usted, licenciado?<br />

—No...<br />

—Entonces es... ¡Entre nosotros hay un muerto!<br />

—No, no es un muerto, soy yo...<br />

—¿Pero quién es usted...? —atajó el estudiante—. ¡Está usted muy helado!<br />

Una voz muy débil:<br />

—Otro de ustedes...<br />

Las tres voces primeras:<br />

—¡Ahhhh!<br />

El sacristán relató al licenciado Carvajal la historia de su desgracia:<br />

—Salí de la sacristía —y se veía salir de la sacristía aseada, olorosa a incensarios<br />

apagados, a maderas viejas, a oro de ornamentos, a pelo de muerto—; atravesé la iglesia —y<br />

se veía atravesar la iglesia cohibido por la presencia del Santísimo y la inmovilidad de las<br />

veladoras y la movilidad de las moscas— y fui a quitar del cancel el aviso del novenario de la<br />

Virgen de la O, por encargo de un cofrade y en vista de que ya había pasado. Pero —mi<br />

torcidura— como no sé leer, en lugar de ese aviso arranqué el papel del jubileo de la madre<br />

del Señor <strong>Presidente</strong>, por cuya intención estaba expuesto Nuestro Amo, ¡y para qué quise<br />

más!... ¡Me capturaron y me pusieron en esta bartolina por revolucionario!<br />

Sólo el estudiante callaba los motivos de su prisión. Hablar de sus pulmones fatigados le<br />

dolía menos que decir mal de su país. Se deleitaba en sus dolencias físicas para olvidar que<br />

había visto la luz en un naufragio, que había visto la luz entre cadáveres, que había abierto los<br />

ojos en una escuela sin ventanas, donde al entrar le apagaron la lucecita de la fe y, en cambio,<br />

no le dieron nada: oscuridad, caos, confusión, melancolía astral de castrado. Y poco a poco<br />

fue mascullando el poema de las generaciones sacrificadas:<br />

Anclamos en los puertos del no ser,<br />

sin luz en los mástiles de los brazos<br />

y empapados de lágrimas salobres,<br />

como vuelven del mar los marineros.<br />

Tu boca me place en la cara —¡besa!—<br />

y tu mano en la mano —... todavía<br />

ayer...— ¡Ah, inútil la vida repasa<br />

el cauce frío de nuestro corazón!<br />

La alforja rota y el panal disperso<br />

huyeron las abejas como bólidos<br />

por el espacio —... todavía no...—<br />

La rosa de los vientos sin un pétalo...<br />

El corazón iba saltando tumbas.<br />

¡Ah, rí-rí-rí, carro que rueda y rueda!...<br />

Por la noche sin luna van los caballos<br />

rellenos de rosas hasta los cascos,<br />

regresar parecen desde los astros<br />

cuando sólo vuelven del cementerio.<br />

¡Ah, rí-rí-rí, carro que rueda<br />

y rueda, funicular de llanto, rí-rí-rí,<br />

entre cejas de pluma, rí-rí-rí...!<br />

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