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20.07.2014 Views

p o l o Carlos Malbranche fue el arquitecto al que se le encomendó la planificación de las primeras edificaciones. Entre él y Maura diseñaron unos hogares con marcado carácter hispano en los que destacaban la ornamentación de rejas y arcos, los miradores sobre tejados romanos o los jardines que subrayan la peculiar frescura de las casas de blancas fachadas. Bajo la iniciativa del nuevo club prosperó la población del ‘Kilómetro 40’, como se la conocía, y se engrandecieron sus aportaciones al polo. El propio fundador incluso diseñó un uniforme para el jinete del nuevo club que constaba de casaca verde con botonadura dorada, “breech” blanco, escudo sobre el bolsillo superior, casquete azulado con visera y botas con bordes de cuero marrón. “El polo es una pasión. No solamente jugarlo, sino todo lo que lo rodea, desde la cría de caballos hasta el estilo de vida que se crea”, asegura Francisco Dorignac. Maura, fundador de Tortugas, decía que era un club de amigos para los amigos y “eso significa que existe todo un estilo de vida allí. Algo que sólo un visionario o un loco pudo haber pensado, asegura Dorignac. “Yo soy el cuarto presidente en 81 años y me niego a cambiar ese estilo de vida, ya sea por razones políticas, de seguridad o de lo que sea. Nosotros tenemos que defender ese estilo de vida, a la vez que permitimos que Tortugas sea un club abierto a todo el mundo para que no se convierta en un gueto donde tengamos que comunicarnos por correo electrónico y no podamos salir de casa. Aquí se hace una vida social muy privada, el que viene tiene todo a su disposición y quien tiene ganas de juntarse con los demás, se junta. Es una vida tranquila”. Efectivamente, si algo define con precisión a Tortugas es su estilo de vida, que se ha consolidado a lo largo de los años gracias a la capacidad de convivencia y al respeto y admiración mutuos que se profesan sus habitantes. Aunque también es cierto que gran parte del mérito del club hay que atribuirlo a la serenidad que aporta su localización, ajena al bullicio del mundanal ruido y a la voluntad de respetar cuanto está plantado, sembrado y construido dentro del recinto de este pequeño oasis de paz y hierba. Al recorrer su interior, vienen a la memoria, tan vivas y tangibles como el primer día, las antiguas expresiones con las que su fundador quiso dar vida a un sueño. “Será una especie de monasterio de estilo colonial californiano, de grandes dimensiones, con todas las comodidades pero sin lujos superfluos, tal como es hoy la tendencia en las mejores instalaciones similares del mundo”. Sus palabras, por supuesto, siguen hoy de plena actualidad, aunque a lo largo de los años el club haya sabido evolucionar acertadamente. Entre 1930 y 1995 Tortugas pasó de tener 70 a 202 hectáreas de terreno. La hija de Antonio Maura, Inés, recuerda que cuando su padre puso en marcha esta iniciativa, llegar hasta el club desde Buenos Aires era toda una odisea. Había que atravesar caminos que eran auténticos lodazales. En cuanto al pueblo, que surgió a partir del pequeño almacén de doña Rosa que servía para aprovisionar a quienes concurrían en el club, se formó en torno al apeadero del kilómetro 40 del Ferrocarril Central Córdoba. De ahí que también se lo conociera como ‘Kilómetro40’. A partir de ese punto se fue expandiendo el pueblo en la medida en que se fueron asentando otros comerciantes. El problema llegó cuando hubo que ponerle nombre. A pocos kilómetros había una localidad con el nombre de Tortugas, con lo que esta opción tuvo que ser descartada. Por suerte, alguien tuvo la feliz idea de encontrar un apelativo idóneo que vinculase al pueblo con el club y que resultó ser Tortuguitas. La presencia del club, al igual que otros similares, se convirtió en promotora de recursos locales, incremento de la demanda laboral, construcción de obras destinadas a proporcionar servicios comunes y generar tributos y tasas impositivas cuyo rendimiento repercutió directamente en beneficio de la localidad y sus habitantes. Desde el principio, Tortugas atrajo por sus características y singular conformación. En un primer momento el núcleo de los socios estaba integrado por miembros de la comunidad española a los que se fueron sumando colectivos norteamericanos e ingleses con los que se fue entablando una cordial, inevitable y fructífera relación. A ellos se unieron numerosos jefes y representantes diplomáticos extranjeros acreditados ante el gobierno argentino de las más diversas procedencias. Todo ello contribuyó a crear un entorno propicio para recibir visitas tan distinguidas y representativas como las de Juan Domingo Perón, el Alí Khan, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, el ex presidente español José María Aznar o la tristemente célebre Cristina Onassis, quien lamentablemente falleció en Tortuguitas el 19 de noviembre de 1988. Algunos de los recuerdos de los socios más antiguos hablan de que el bosque cercano era una plaza concurrida a la que acudían los más pequeños con sus niñeras, también de que los regimientos de caballería en maniobras acampaban en alguna de las canchas de polo y donde asimismo aterrizaban aviones particulares. En la misma línea, los veteranos cuentan que había carreras de coches por los caminos de tierra en las que competían los jóvenes conduciendo, sin permiso, los vehículos de sus padres. Con el tiempo Tortugas fue creciendo de forma armoniosa y equilibrada, con una forma de vida característica y particular que disfrutan y conservan sus habitantes y de la que su fundador seguro que estaría orgulloso. El 19 de diciembre de 1964 falleció Antonio www.spend-in.com •49

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