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Levi dejó la jarra. Estaba balanceando tres vasos en la otra mano, los dejó caer sobre la mesa y aterrizaron sin caerse. —¿Por qué haces eso? —¿Qué? —él sirvió una cerveza y se la ofreció a ella. La tomó sin pensar, y luego la dejó con disgusto. más. —¿Ir tan lejos de tu camino para ser amable con la gente? Él sonrió, pero ya estaba sonriendo, lo que sólo significaba que sonrió —¿Crees qué debería ser más cómo tú? —preguntó, y miró con cariño por encima a Reagan, que estaba con el ceño fruncido, de alguna manera voluptuosamente, sobre la vuelta de la bola—. ¿O ella? Cath rodó sus ojos. —Tiene que haber un término medio. —Soy feliz —dijo—, así que este debe ser. Cath se compró una Coca-Cola de cereza en la barra e ignoró la cerveza. Reagan compró dos platos de nachos naranjas chorreantes. Levi compró tres pepinillos gigantes que eran tan amargos, que los hizo llorar. Reagan ganó el primer juego. Levi ganó el segundo. Entonces, para el tercero, él habló con el hombre detrás del mostrador para encender los parachoques de niños para Cath. Todavía no había tirado ningún palo. Levi volvió a ganar. Cath tenía suficiente dinero para comprar todos los sándwiches de helado de la máquina expendedora. —Realmente soy el Rey del Strike —dijo Levi—. Todo lo que escribo en mi remera se convierte en realidad. —Definitivamente se hará realidad esta noche en Muggsy —dijo Reagan. Levi se rió y arrugó el envoltorio de su helado para tirárselo a ella. La forma en que se sonrieron hizo que Cath mirara hacia otro lado. Eran tan relajados juntos. Como si se conocieran por dentro y por fuera. Reagan era más dulce y más mala con Levi de lo que nunca fue con Cath. Alguien tiró de la cola de caballo de Cath, y su barbilla se alzó. —Vienes con nosotros —preguntó Levi—, ¿verdad? —¿Dónde? —Salir. A Muggsy. La noche es joven. —Y yo también —dijo Cath—. No puedo entrar en un bar. —Vas a estar con nosotros —dijo él—. Nadie te detendrá. 70

—Tiene razón —dijo Reagan—. Muggsy es de desertores de la universidad y alcohólicos sin esperanzas. Los estudiantes de primer año nunca tratan de escabullirse dentro. Reagan puso un cigarrillo en su boca, pero no lo encendió. Levi lo tomó y lo puso entre sus labios. Cath casi dijo que sí. En cambio, negó con la cabeza. 71 Cuando Cath regresó a su habitación, pensó en llamar a Wren. En cambio, llamó a su padre. Parecía cansado, pero él no estaba tratando de reemplazar las escaleras con un tobogán de agua, así que era una mejora. Y había consumido dos comidas saludables para la cena. —Eso suena como una opción saludable —le dijo Cath, tratando de sonar alentadora. Leyó un poco para sus clases. Luego, permaneció despierta trabajando en Carry On hasta que sus ojos ardieron, y se quedó dormida en cuanto se metió a la cama. —Las palabras son muy poderosas —dijo la señorita Possibelf, pisando suavemente entre las filas de pupitres—. Y ellas adquieren más poder mientras más las dicen... Cuanto más se dicen, leen y escriben, en combinaciones específicas y consistentes. —Se detuvo frente al escritorio de Simon y lo golpeó con un corto y enjoyado bastón—. Arriba, arriba y lejos —dijo con claridad. Simon vio el suelo alejarse de sus pies. Agarró los bordes de la mesa, derribando una pila de libros y papeles sueltos. Al otro lado de la habitación, Basilton rió. La Srta. Possibelf le dio un golpecito a las zapatillas de Simon con su bastón. —Aguántate —dijo, y su mesa se levantó un metro en el aire. —La clave para lanzar un hechizo —agregó—, es aprovechar ese poder. No sólo decir las palabras, sino invocando su significado... —Ahora —dijo—, abran sus libros de Palabras Mágicas en la página cuatro. Y quédate quieto allí, Simon. Por favor.

Levi dejó la jarra. Estaba balanceando tres vasos en la otra mano, los<br />

dejó caer sobre la mesa y aterrizaron sin caerse.<br />

—¿Por qué haces eso?<br />

—¿Qué? —él sirvió una cerveza y se la ofreció a ella. La tomó sin<br />

pensar, y luego la dejó con disgusto.<br />

más.<br />

—¿Ir tan lejos de tu camino para ser amable con la gente?<br />

Él sonrió, pero ya estaba sonriendo, lo que sólo significaba que sonrió<br />

—¿Crees qué debería ser más cómo tú? —preguntó, y miró con<br />

cariño por encima a Reagan, que estaba con el ceño fruncido, de alguna<br />

manera voluptuosamente, sobre la vuelta de la bola—. ¿O ella?<br />

Cath rodó sus ojos. —Tiene que haber un término medio.<br />

—Soy feliz —dijo—, así que este debe ser.<br />

Cath se compró una Coca-Cola de cereza en la barra e ignoró la<br />

cerveza. Reagan compró dos platos de nachos naranjas chorreantes. Levi<br />

compró tres pepinillos gigantes que eran tan amargos, que los hizo llorar.<br />

Reagan ganó el primer juego. Levi ganó el segundo. Entonces, para<br />

el tercero, él habló con el hombre detrás del mostrador para encender los<br />

parachoques de niños para Cath. Todavía no había tirado ningún palo.<br />

Levi volvió a ganar.<br />

Cath tenía suficiente dinero para comprar todos los sándwiches de<br />

helado de la máquina expendedora.<br />

—Realmente soy el Rey del Strike —dijo Levi—. Todo lo que escribo en<br />

mi remera se convierte en realidad.<br />

—Definitivamente se hará realidad esta noche en Muggsy —dijo<br />

Reagan. Levi se rió y arrugó el envoltorio de su helado para tirárselo a ella.<br />

La forma en que se sonrieron hizo que Cath mirara hacia otro lado. Eran<br />

tan relajados juntos. Como si se conocieran por dentro y por fuera. Reagan<br />

era más dulce y más mala con Levi de lo que nunca fue con Cath.<br />

Alguien tiró de la cola de caballo de Cath, y su barbilla se alzó.<br />

—Vienes con nosotros —preguntó Levi—, ¿verdad?<br />

—¿Dónde?<br />

—Salir. A Muggsy. La noche es joven.<br />

—Y yo también —dijo Cath—. No puedo entrar en un bar.<br />

—Vas a estar con nosotros —dijo él—. Nadie te detendrá.<br />

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