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Ella trató de no quedarse dormida hasta que Wren lo hiciera, pero estaba oscuro, y estaba cansada y todo se encontraba borroso. —Oh, Dios —escuchó decir a su padre—. Oh, Wren. Nena. Cath abrió los ojos y su papá estaba inclinado sobre las dos, besando ambas frentes. Se sentó con cuidado. Los ojos de Wren estaban con costras e hinchados, pero abiertos. Su padre se paró detrás y le puso una mano en la mejilla a Wren. — Jesucristo —dijo, sacudiendo la cabeza—. Chica. Estaba vistiendo pantalones de vestir grises y una camisa azul claro, fuera del pantalón. Su corbata, naranja con destellos blancos, estaba saliendo y entrando de su bolsillo. Ropa de presentación, pensó Cath. Ella miró a sus ojos por costumbre. Estaban cansados y brillantes, pero despejados. Cath se sintió abrumada entonces, de repente, y a pesar de que este no era su espectáculo, se inclinó adelante y lo abrazó, presionando su cara contra su vieja camisa hasta que pudo oír su corazón latir. Su brazo se acercó, cálido, alrededor de ella. —Está bien —dijo con voz ronca. Cath sintió a Wren tomar su mano—. Está bien. —Su padre de nuevo—. Estamos bien ahora. 316 Wren no tenía que permanecer en el hospital. —Puedes dormir y beber agua en casa —dijo el doctor. Verdadera casa. Omaha. —Te vienes conmigo —dijo su padre y Wren no discutió. —Yo también voy —dijo Cath y él asintió. Una enfermera sacó la vía intravenosa de Wren y Cath la ayudó en el baño, acariciando su espalda mientras ella lo dejaba salir en el fregadero. Luego Cath la ayudó a lavarse la cara y a cambiarse la ropa — pantalones vaqueros y una camiseta. —¿Dónde está tu abrigo? —preguntó su papá. Wren solo se encogió de hombros. Cath se quitó su cárdigan y se lo pasó.

—Huele a sudor —dijo Wren. —Va a ser mejor olor que el tuyo —respondió Cath. Luego tuvieron que esperar por el papeleo de Wren. La enfermera preguntó si ella quería hablar con un especialista en adicciones. Wren dijo que no. Su padre sólo frunció el ceño. —¿Has comido algo? —le preguntó Cath. Él bostezó. —Conduciremos a alguna parte. —Yo conduzco —dijo Cath. Su padre había tratado de conseguir un vuelo fuera de Tulsa la noche anterior, pero no había ninguno hasta esta tarde, así que terminó rentando un coche —Kelly le dio la Visa de la agencia— y conduciendo por siete horas. La enfermera volvió con papeles de alta y le dijo a Wren que tendría que dejar el hospital en silla de ruedas. —Es la política. Wren se quejó, pero su papá se paró detrás de la silla de ruedas y dijo: —¿Quieres quejarte o quieres ir a casa? Cuando la enfermera los dejó en la sala de espera, Cath sintió a su estómago saltar y se dio cuenta que estaba medio esperando ver a Laura todavía sentada ahí. Ni soñarlo, pensó Cath. Las puertas se abrieron y Wren hizo un pequeño sonido jadeante. Por un segundo Cath pensó que quizás Laura estaba todavía ahí. O tal vez Wren estaba tratando de vomitar de nuevo. Había un chico sentado en la sala de espera con la cabeza entre sus manos. Él escuchó el jadeo de Wren y miró arriba, luego se paró y Wren estaba fuera de su silla de ruedas, arrastrando los pies hacia él. Él la tomó en sus brazos y enterró su cabeza dentro de su cabello vomitado. Era el tipo grande de Muggsy´s. El tipo que lanzó puñetazos. Cath no podía recordar su nombre. Javier. Julio… —¿Quién es? —preguntó su papá. —Jandro —dijo Cath. —Ah —dijo él, mirándolos abrazarse—. Jandro. —Si… —Cath esperó que no fuera Jandro quien llevó a Wren a la sala de emergencias, y luego la dejó sola. Esperó que él no supiera nada acerca del golpe en su mejilla. —Hola —dijo alguien, y Cath se hizo a un lado, dándose cuenta de que estaba en el medio del pasillo—. Hey —dijo de nuevo. 317

Ella trató de no quedarse dormida hasta que Wren lo hiciera, pero<br />

estaba oscuro, y estaba cansada y todo se encontraba borroso.<br />

—Oh, Dios —escuchó decir a su padre—. Oh, Wren. Nena.<br />

Cath abrió los ojos y su papá estaba inclinado sobre las dos,<br />

besando ambas frentes. Se sentó con cuidado.<br />

Los ojos de Wren estaban con costras e hinchados, pero abiertos.<br />

Su padre se paró detrás y le puso una mano en la mejilla a Wren. —<br />

Jesucristo —dijo, sacudiendo la cabeza—. Chica.<br />

Estaba vistiendo pantalones de vestir grises y una camisa azul claro,<br />

fuera del pantalón. Su corbata, naranja con destellos blancos, estaba<br />

saliendo y entrando de su bolsillo. Ropa de presentación, pensó Cath.<br />

Ella miró a sus ojos por costumbre. Estaban cansados y brillantes, pero<br />

despejados.<br />

Cath se sintió abrumada entonces, de repente, y a pesar de que<br />

este no era su espectáculo, se inclinó adelante y lo abrazó, presionando su<br />

cara contra su vieja camisa hasta que pudo oír su corazón latir. Su brazo se<br />

acercó, cálido, alrededor de ella. —Está bien —dijo con voz ronca. Cath<br />

sintió a Wren tomar su mano—. Está bien. —Su padre de nuevo—. Estamos<br />

bien ahora.<br />

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Wren no tenía que permanecer en el hospital.<br />

—Puedes dormir y beber agua en casa —dijo el doctor.<br />

Verdadera casa. Omaha. —Te vienes conmigo —dijo su padre y<br />

Wren no discutió.<br />

—Yo también voy —dijo Cath y él asintió.<br />

Una enfermera sacó la vía intravenosa de Wren y Cath la ayudó en<br />

el baño, acariciando su espalda mientras ella lo dejaba salir en el<br />

fregadero. Luego Cath la ayudó a lavarse la cara y a cambiarse la ropa —<br />

pantalones vaqueros y una camiseta.<br />

—¿Dónde está tu abrigo? —preguntó su papá. Wren solo se encogió<br />

de hombros. Cath se quitó su cárdigan y se lo pasó.

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