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—Puedes parar cuando quieras —dijo Levi. —No quiero parar. —Lo miró—. Sólo estoy muy —se sonrojó, no estaba segura de por qué—, sedienta. Levi rió y se sentó. —Oh... sí. Déjame traerte algo. ¿Quieres soda? ¿Agua? Podría estar de vuelta aquí en diez con un café y pan de jengibre. Estaba a punto de decirle que no se molestara, pero entonces recordó lo bueno que era ese café con pan de jengibre. —¿En serio? —Regreso en diez —dijo, ya de pie y poniéndose su chaqueta. Se detuvo en la puerta y Cath se sintió tensa, recordando lo triste que había lucido la última vez que estuvo allí. Levi sonrió. Cath no sabía qué hacer, así que le dio algún tipo de asentimiento y los más frívolos pulgares arriba del mundo. Cuando se fue, se levantó y se estiró. Su espalda y sus hombros crujieron. Fue al baño. Volvió. Se estiró de nuevo. Revisó su teléfono. Luego se acostó en su cama. Olía como Levi. Como granos de café. Y algún tipo de cosa cálida y especiada que podría ser colonia. O jabón. O desodorante. Levi se sentaba en su cama tan a menudo, que todo eso era familiar. A veces olía a humo de cigarrillo, pero no esta noche. A veces como a cerveza. Había dejado la puerta abierta, por lo que cuando tocó de nuevo, Cath simplemente se sentó y le dijo que entrara. Había querido levantarse y volver a sentarse en su escritorio, pero Levi ya le estaba dando las bebidas y sacándose el abrigo. Tenía el rostro enrojecido por el frío, y cuando su abrigo la tocó, estaba tan frío que saltó. —Cinco antes —dijo, quitándose el sombrero y agitando su pelo hasta que quedó levantado de nuevo—. Muévete a un lado. Cath lo hizo, arrastrándose hacia la almohada y apoyándose contra la pared. Levi tomó su bebida y le sonrió. Puso el porta vasos en su escritorio, también le había traído un gran vaso de agua. —¿Puedo preguntarte algo? —Miró a su taza de Starbucks. —Por supuesto. —¿Por qué tomas una clase de literatura si no puedes terminar un libro? Se volvió hacia ella, estaban sentados hombro con hombro. 162

—Necesito seis horas de literatura para graduarme. Eso es dos clases. Traté de sacar una del camino en primer año, pero fallé. Fallé... mucho ese año. —¿Cómo pasaste cualquiera de tus clases? —Cath tenía horas de lectura asignada, casi todas las noches. —Las estrategias de supervivencia. —¿Cómo qué? —Grabo mis conferencias y las escucho más tarde. Los profesores suelen cubrir la mayor parte de lo que hay en la prueba en la clase. Y me reúno con grupos de estudio. —Y te apoyas en Reagan... —No sólo en Reagan. —Sonrió—. Soy muy bueno en identificar rápidamente a la chica más inteligente de todas las clases. Cath le frunció el ceño. —Dios, Levi, eso es tan explotador. —¿Cómo es explotador? No las hago usar minifaldas. No las llamo ―bebé‖. Sólo digo, ―Hola, chica lista, ¿te gustaría hablar conmigo sobre Grandes Esperanzas?‖ —Probablemente piensan que te gustan. —Me gustan. —Si no fuera explotador, también acosarías a los chicos inteligentes… —Lo hago, en un apuro. ¿Te sientes explotada, Cather? —Seguía sonriendo por encima de su taza de café. —No —dijo—, sé que no te gusto. —No sabes nada. —Entonces, ¿esto es algo viejo para ti? ¿Encontrar a una chica para que te lea un libro entero? Negó con la cabeza. —No, esta es la primera vez. —Bueno, ahora me siento explotada —dijo ella, bajando su bebida y estirándose por el libro. —Gracias —dijo. —Capítulo doce... —Lo digo en serio. —Levi tiró hacia abajo el libro y la miró—. Gracias. Cath sostuvo su mirada por unos segundos. Luego asintió y tiró de vuelta el libro. 163

—Puedes parar cuando quieras —dijo Levi.<br />

—No quiero parar. —Lo miró—. Sólo estoy muy —se sonrojó, no<br />

estaba segura de por qué—, sedienta.<br />

Levi rió y se sentó. —Oh... sí. Déjame traerte algo. ¿Quieres soda?<br />

¿Agua? Podría estar de vuelta aquí en diez con un café y pan de jengibre.<br />

Estaba a punto de decirle que no se molestara, pero entonces<br />

recordó lo bueno que era ese café con pan de jengibre. —¿En serio?<br />

—Regreso en diez —dijo, ya de pie y poniéndose su chaqueta. Se<br />

detuvo en la puerta y Cath se sintió tensa, recordando lo triste que había<br />

lucido la última vez que estuvo allí.<br />

Levi sonrió.<br />

Cath no sabía qué hacer, así que le dio algún tipo de asentimiento y<br />

los más frívolos pulgares arriba del mundo.<br />

Cuando se fue, se levantó y se estiró. Su espalda y sus hombros<br />

crujieron. Fue al baño. Volvió. Se estiró de nuevo. Revisó su teléfono. Luego<br />

se acostó en su cama.<br />

Olía como Levi. Como granos de café. Y algún tipo de cosa cálida y<br />

especiada que podría ser colonia. O jabón. O desodorante. Levi se<br />

sentaba en su cama tan a menudo, que todo eso era familiar. A veces olía<br />

a humo de cigarrillo, pero no esta noche. A veces como a cerveza.<br />

Había dejado la puerta abierta, por lo que cuando tocó de nuevo,<br />

Cath simplemente se sentó y le dijo que entrara. Había querido levantarse<br />

y volver a sentarse en su escritorio, pero Levi ya le estaba dando las<br />

bebidas y sacándose el abrigo. Tenía el rostro enrojecido por el frío, y<br />

cuando su abrigo la tocó, estaba tan frío que saltó.<br />

—Cinco antes —dijo, quitándose el sombrero y agitando su pelo<br />

hasta que quedó levantado de nuevo—. Muévete a un lado.<br />

Cath lo hizo, arrastrándose hacia la almohada y apoyándose contra<br />

la pared. Levi tomó su bebida y le sonrió. Puso el porta vasos en su<br />

escritorio, también le había traído un gran vaso de agua.<br />

—¿Puedo preguntarte algo? —Miró a su taza de Starbucks.<br />

—Por supuesto.<br />

—¿Por qué tomas una clase de literatura si no puedes terminar un<br />

libro?<br />

Se volvió hacia ella, estaban sentados hombro con hombro.<br />

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