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SILICATACIÓN y FLUATACIÓN 165 misma proporción; no produce más efecto que el de consumir una parte insignificante de la sal empleada. Esta disolución no se descompone nunca, ni en el aire-donde no hace más que desecarse, regenerando los cristales que han servido para obtenerla-ni en frascos cerrados de gres, de vidrio o de madera. Debe evitarse el dejada cierto tiempo" en recipient"es de hojalata o de zinc y el colocarla en cubos de hierro, pues, aunque no se colorease, podría adquirir la propiedad de amarillear un poco la piedra. No es tóxica, no ataca al lienzo, a los vestidos, ni a las pinturas; su manejo no es peligroso, se congela con dificultad. Si se quiere que la piedra endurecida no quede con ningÚn ves. tigio blancuzco, procedente del paso del pincel, es necesario pasar el cepillo con cuidado por su superficie antes de mojarla. Estos vestigios del pincel provienen, efectivamente, del polvo blancuzco que la operación del afino deja en el grano de la superficie. Si no se hubiese tomado dicha precaución y se observaran huellas del pincel, podrán quitarse fácilmente, limpiando con una escobilla algo rígida o con un ligero apomazado y pasando luego la brocha. Para el apomazado, lo más sencillo es emplear un pedazo de piedra blanca de amolar. Obtenida la disolución de la sal a 20° Bé, se extiende con un pincel de crin por la piedra que se quiere endurecer, hasta que no absorba más líquido. , No es necesario que la piedra esté bien seca, aunque de todos modos es preferible. Basta que est~ en condiciones de absorber el-líquido hasta la profundidad deseada, que raras veces es mayor de un centímetro. " Se ve perfectamente esta profundidad operando en el borde de una piedra y deteniendo el pincel en la arista; entonces, sobre la cara que se halla a ,escuadra con la anterior, se ve el espesor de la parte mojada. Para las superficies grandes, hay ventaja " " en reemplazar el pincel por una bomba de latón terminada en agujeros muy finos, y para que estos agujeros no se obstruyan, conviene filtrar la disolución previamente a través de un lienzo fino de algodón. Al día siguiente, o antes si la piedra ha tenido tiempo de secarse, se repite la operación y se observa entonces que consume JIlucho menos líquido y que éste no forma espuma, como sucede casi siempre la primera vez. Repitiendo las imbibiciones de esta manera, después de la desecación correspondiente, se llega al máximo de endurecimiento de tal modo que la creta fluatada difícilmente se puede rayar con una lima de acero.' " Pero. como no hay necesidad de llegar a tal grado de dureza, .
. 166 OBRAS ACCESORIAS bastan ordinariamente dos o tres capas. Las piedras de grano muy apretado o invisible no admiten más que una y, a veces, es suficiente una disolución del preparado en un tercio de agua. Frotando la superficie con un pedazo de piedra de afilar, después de seca, se comprueba bien si la dureza es suficiente. El tluato.de magnesia es el más empleado de todos; debe elegirse junto con el de alÚmina para endurecer las cisternas revocadas con cemento que se emplean (en Argelia, por ejemplo) para depositar la vendimia o para hacer el vino; es el que menos cambia el color de la piedra. El fluato (fluosilicato) de zinc es también una sal incolora, bien cristalizada, más soluble en agua que el de magnesia. La disolución llega fácilmente a 40° del pesa-sales de Baumé. Para prepararlo en pequeña cantidad, se echan 600 gramos de sal en una botella de litro, que se llena después con agua templada y se agita hasta que se haya disuelto. la sal; para cantidades mayores se opera como para el fluato de magnesia. El litro, preparado de este modo, pesa 1380 gramos. Se emplea como el fluato de magnesia y produce los mismos efectos, pero blanquea más la piedra. Los cristales, igual que su disolución, son inalterables y se pueden conservar .indefinidamente. La disolución a 40° Bé no se congela. Se emplea ventajosamente para. dar la Última mano a las piedras que lo absorben bien. . El fluato de alúmina es más ácido que los otros. Cristaliza con dificultad. Con el de zinc da un fluato doble, mucho menos ácido y más estable. Obstruye completamente los poros superficiales de la piedra, de modo que debe preferirse siempre que se trate de calizas de grano tan poco apretad
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parte insignificante de la sal empleada.<br />
Esta disolución no se descompone nunca, ni en el aire-donde<br />
no hace más que desecarse, regenerando los cristales que han servido<br />
para obtenerla-ni en frascos cerrados de gres, de vidrio o de<br />
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Debe evitarse el dejada cierto tiempo" en recipient"es de hojalata<br />
o de zinc y el colocarla en cubos de hierro, pues, aunque no se colorease,<br />
podría adquirir la propiedad de amarillear un poco la piedra.<br />
No es tóxica, no ataca al lienzo, a los vestidos, ni a las pinturas;<br />
su manejo no es peligroso, se congela con dificultad.<br />
Si se quiere que la piedra endurecida no quede con ningÚn ves.<br />
tigio blancuzco, procedente del paso del pincel, es necesario pasar<br />
el cepillo con cuidado por su superficie antes de mojarla. Estos vestigios<br />
del pincel provienen, efectivamente, del polvo blancuzco que la<br />
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tomado dicha precaución y se observaran huellas del pincel, podrán<br />
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Para el apomazado, lo más sencillo es emplear un pedazo de<br />
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Obtenida la disolución de la sal a 20° Bé, se extiende con un<br />
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No es necesario que la piedra esté bien seca, aunque de todos<br />
modos es preferible. Basta que est~ en condiciones de absorber<br />
el-líquido hasta la profundidad deseada, que raras veces es mayor<br />
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Se ve perfectamente esta profundidad operando en el borde<br />
de una piedra y deteniendo el pincel en la arista; entonces, sobre la<br />
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Para las superficies grandes, hay ventaja<br />
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por una bomba de latón terminada en agujeros muy finos, y para<br />
que estos agujeros no se obstruyan, conviene filtrar la disolución<br />
previamente a través de un lienzo fino de algodón.<br />
Al día siguiente, o antes si la piedra ha tenido tiempo de secarse,<br />
se repite la operación y se observa entonces que consume JIlucho<br />
menos líquido y que éste no forma espuma, como sucede casi siempre<br />
la primera vez.<br />
Repitiendo las imbibiciones de esta manera, después de la desecación<br />
correspondiente, se llega al máximo de endurecimiento de tal<br />
modo que la creta fluatada difícilmente se puede rayar con una lima<br />
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