Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El Libro que mata a la Muerte Don Mario Roso de Luna allá abajo su misión. Y' dándoles una manta y un braguero -¿cíngulo de castidad?- para su hijo los despidió. Pero no bien comenzaron los emisarios a descender por el cerro, volvió a llamados la anciana, diciéndoles: -Esperad, que vais a ver cómo en esta tierra nunca envejecen los hombres. ¿Veis a este mi viejo ayo? Pues en cuanto descienda adonde estáis, veréis qué mozo llega. El viejo, en efecto, comenzó a descender, y mientras más bajaba más mozo se iba volviendo, y no bien volvió a subir tornó a ser tan viejo como antes, diciéndoles: -Habéis de saber, hijos míos, que este cerro tiene la virtud de tornarnos de la edad que queremos, según subamos por él o de él bajemos. Vosotros no podéis comprender esto, porque estáis embrutecidos y estragados con las comidas y bebidas, y con el lujo y riquezas. Y para que no se fuesen sin recompensa de lo que habían traído, les hizo traer todo género de aves marinas que en aquella laguna se crían, todo género de pescados, legumbres y rosas, mantas de nequen y bragueros, una para Moctezuma y otra para Tlacaelel. Los emisarios, embijándose como a la ida, volviéronse los mismos fieros animales que antes para poder atravesar el país intermedio, regresaron al cerro de Catepec, y, tornando allí a su figura racional, caminaron hacia la corte, no sin advertir que de entre ellos faltaban veinte por lo menos, porque el demonio, sin duda, los diezmó en pago por su trabajo, por haber andado más de trescientas leguas en ocho días, y aun más brevemente los hubiera podido aportar como aquel otro a quien trajo en tres días desde Guatemala, por el deseo que tenía cierta dama vieja de ver la hermosa cara del mismo, según se relató en el primer auto de fe que en México celebró la Santa Inquisición... Maravillado quedóse Moctezuma de todo aquello, y llamando a Tlacaelel, entrambos ponderaron la gran fertilidad de aquella santa tierra de sus mayores; la frescura de sus arboledas, la abundancia sin igual de todo, pues que todas las sementeras se daban a la vez, y mientras unas se sazonaban, otras estaban en leche, otras en cierne y otras nacían, por lo que jamás podía conocerse allí la miseria. Al recuerdo este de semejante tierra de felicidad, rey y ministro comenzaron a llorar muy amargamente, sintiendo la nostalgia de ella y el ansia sin límites de algún día volver a habitada, una vez cumplida aquí abajo su humana misión. Hasta aquí la deliciosa referencia del santo e ingenuo monje, quien, bajo sus hábitos, siguió siendo el noble mexicano enamorado de sus tradiciones sagradas aztecas, que no son sino tradiciones al pueblo jina relativas. Acaso precisamente por ello, nunca fué bien visto de sus contemporáneos, ni de sus compañeros, escapándose a duras penas de ser perseguido como relapso. Pero este debelador de los jinas de México, ya que no se vió directamente perseguido, hubo de sufrir por su obra la aún más temible "persecución del silencio", Por eso ha podido "Por nuestros libros sabemos que, aunque habitamos estas regiones, no somos indígenas, sino que procedemos de otras tierras muy distantes. Sabemos también que el caudillo que condujo a nuestros antepasados regresó al cabo de algún tiempo a su país nativo, y tomó a venir para volverse a llevar a los que se habían quedado aquí; pero ya los encontró unidos con las hijas de los naturales, teniendo numerosa prole y viviendo en una ciudad construida por sus manos, de manera que, desoída su voz, tuvo que tornarse solo. Nosotros, añadía, hemos estado siempre en la inteligencia de que sus descendientes vendrían alguna vez a tomar posesión de este país, y supuesto que venís de las regiones donde nace el Sol, Y me decís que hace mucho tiempo que tenéis noticias nuestras, no dudo de que el rey que os envía debe ser nuestro señor natural". A estas tradiciones, pues; a la superioridad de armas y caballos, desconocidos en México, y a la providencial intervención de doña Marina, no menos que al heroísmo increíble de aquel puñado de valientes, se debió la epopeya de la conquista de América. En cuanto al enlace de los excelsos antepasados con las mujeres del país, ello no hace sino repetir el pasaje del Génesis en el que los hijos de Dios, al conocer a las hermosas hijas de los hombres, se dice engendraron la raza de los gigantes y por sus vicios acarrearon el Diluvio. Instituto Cultural Quetzalcoatl (Gnosis) 94 www.samaelgnosis.net
El Libro que mata a la Muerte Don Mario Roso de Luna decir de él un benemérito cronista mexicano, don José F. Ramírez, en la introducción que pone a la dicha obra: "La Historia, que conserva recuerdos harto triviales, suele dejar en el olvido hechos y nombres que la posteridad inútilmente le demanda. Injusta con Fray Diego Durán, le deparó todas las desventuras que pueden perseguir al que ha consumado una larga y laboriosa vida en útiles trabajos. Apareciendo en sus obras como uno de los más ardientes propagadores del Evangelio en el siglo XVI, ignoramos cuáles fueron el teatro y fruto de sus tareas apostólicas, Diligente investigador y conservador de antiguas tradiciones y monumentos históricos, trabajó para extraños o para la polilla, no dejándonos recuerdo alguno, ni de su familia ni de su persona." Sólo se sabe por el cronista mismo de su provincia, Dávila Padilla, QUE ERA HIJO DE MÉXICO, que escribió dos libros, uno de historia y otro de antiguallas de los indios, que vivió muy enfermo y murió en 1588. "Los escritores posteriores no han hecho más que repetir lo que aquél dijo, y algunos de ellos con variantes que despojan al desventurado escritor de lo último que se le podía quitar: su nombre, su patria y la propiedad de sus escritos" 59 . Y que estos últimos fueron notabilísimos, lo prueba el aprecio en que ya se tienen por todos los verdaderos amantes de las glorias mexicanas cuanto de la imparcialidad que a la historia debe siempre presidir. La ciencia, en efecto, tendrá siempre que agradecer al gran dominico el habernos dado el sencillo panorama de los tiempos de México que precedieron a la conquista española, con todos los rasgos fidedignos relativos a sus ideas religiosas, calcadas, como llevamos visto, en este prodigioso mundo jina que empezamos a estudiar, y que, aun admitido simplemente como hipótesis, podría esclarecer muchas dudas de las que han asaltado a varios juiciosos historiadores e investigadores de los riquísimos códices del Anahuac, con el mártir de Boturini a la cabeza 60 . Como el espacio de que aquí disponemos no da lugar a más, consignaremos tan sólo los siguientes puntos de estudio, todos con cargo a la obra de Durán: a) El pasaje del Libro IV, de los Reyes, capítulo 17, relativo a pueblos israelitas, trasladados a tierra remota, apartada e inhabitada, en tiempos de Salmanasar. b) El relativo al éxodo mexicano, en perfecto paralelismo con los relatos del Pentateuco de Moisés. e) Los mitos mexicanos respecto de los gigantes y de la Torre de Babel, y que el buen positivista Ramírez atribuye a "imperfectas nociones del cristianismo, adquiridas acaso por los indios de los primeros tiempos". d) Los sacrificios religiosos en la cumbre de las montañas mexicanas, degradación de la famosa "adoración en los montes de Samaria", tan execrada por la Biblia. e) Las lluvias de celeste alimento, que recuerdan las del maná hebreo. f) El relato que le hace un viejo azteca "a la manera de los viejos de España" (obra citada, pág. 6). Los del centenario de Cholula, y los relativos a los seis géneros de gentes que 59 La obra de Durán existe, entre muchos otros códices de la época, en la Biblioteca Nacional de Madrid. con la signatura 7. 67. Ms.. de 344 folios, a dos columnas, y con numerosas estampas reproducidas en México, con la obra en 1867, el tomo I, y en 1880 el II. 60 11 El caso del gran Boturini es de los que ponen pavor en el ánimo de los investigadores de buena fe. Para apreciado en toda su amargura, hay que leer a Alfredo Chavero en su México a través de los siglos. Como si el hado cruel se encargase siempre de perseguir con BU saña a los develadores del Misterio, Boturini paseó. entre persecuciones. angustias y pobrezas, la inmensa riqueza de GUS decenas de códices mexicanos, que para él no fueron sino maldición y ruina, ni más ni menos que los famosos sacos de esmeraldas para los compañeros de Pizarra en los desiertos del Ecuador. ¿Por qué estas cosas? Porque los terribles cancerberos que guardan las puertas de la Iniciación, son, en todo caso, algo más que un mito o un símbolo.. . Instituto Cultural Quetzalcoatl (Gnosis) 95 www.samaelgnosis.net
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
decir de él un benemérito cronista mexicano, don José F. Ramírez, en <strong>la</strong> introducción <strong>que</strong><br />
pone a <strong>la</strong> dicha obra: "La Historia, <strong>que</strong> conserva recuerdos harto triviales, suele dejar en el<br />
olvido hechos y nombres <strong>que</strong> <strong>la</strong> posteridad inútilmente le demanda. Injusta con Fray Diego<br />
Durán, le deparó todas <strong>la</strong>s desventuras <strong>que</strong> pueden perseguir al <strong>que</strong> ha consumado una<br />
<strong>la</strong>rga y <strong>la</strong>boriosa vida en útiles trabajos. Apareciendo en sus obras como uno de los más<br />
ardientes propagadores del Evangelio en el siglo XVI, ignoramos cuáles fueron el teatro y<br />
fruto de sus tareas apostólicas, Diligente investigador y conservador de antiguas tradiciones<br />
y monumentos históricos, trabajó para extraños o para <strong>la</strong> polil<strong>la</strong>, no dejándonos recuerdo<br />
alguno, ni de su familia ni de su persona." Sólo se sabe por el cronista mismo de su<br />
provincia, Dávi<strong>la</strong> Padil<strong>la</strong>, QUE ERA HIJO DE MÉXICO, <strong>que</strong> escribió dos libros, uno de<br />
historia y otro de antigual<strong>la</strong>s de los indios, <strong>que</strong> vivió muy enfermo y murió en 1588. "Los<br />
escritores posteriores no han hecho más <strong>que</strong> repetir lo <strong>que</strong> aquél dijo, y algunos de ellos con<br />
variantes <strong>que</strong> despojan al desventurado escritor de lo último <strong>que</strong> se le podía quitar: su<br />
nombre, su patria y <strong>la</strong> propiedad de sus escritos" 59 .<br />
Y <strong>que</strong> estos últimos fueron notabilísimos, lo prueba el aprecio en <strong>que</strong> ya se tienen por<br />
todos los verdaderos amantes de <strong>la</strong>s glorias mexicanas cuanto de <strong>la</strong> imparcialidad <strong>que</strong> a <strong>la</strong><br />
historia debe siempre presidir.<br />
La ciencia, en efecto, tendrá siempre <strong>que</strong> agradecer al gran dominico el habernos dado el<br />
sencillo panorama de los tiempos de México <strong>que</strong> precedieron a <strong>la</strong> conquista españo<strong>la</strong>, con<br />
todos los rasgos fidedignos re<strong>la</strong>tivos a sus ideas religiosas, calcadas, como llevamos visto,<br />
en este prodigioso mundo jina <strong>que</strong> empezamos a estudiar, y <strong>que</strong>, aun admitido simplemente<br />
como hipótesis, podría esc<strong>la</strong>recer muchas dudas de <strong>la</strong>s <strong>que</strong> han asaltado a varios juiciosos<br />
historiadores e investigadores de los riquísimos códices del Anahuac, con el mártir de<br />
Boturini a <strong>la</strong> cabeza 60 .<br />
Como el espacio de <strong>que</strong> aquí disponemos no da lugar a más, consignaremos tan sólo los<br />
siguientes puntos de estudio, todos con cargo a <strong>la</strong> obra de Durán:<br />
a) El pasaje del <strong>Libro</strong> IV, de los Reyes, capítulo 17, re<strong>la</strong>tivo a pueblos israelitas,<br />
tras<strong>la</strong>dados a tierra remota, apartada e inhabitada, en tiempos de Salmanasar.<br />
b) El re<strong>la</strong>tivo al éxodo mexicano, en perfecto paralelismo con los re<strong>la</strong>tos del Pentateuco de<br />
Moisés.<br />
e) Los mitos mexicanos respecto de los gigantes y de <strong>la</strong> Torre de Babel, y <strong>que</strong> el buen<br />
positivista Ramírez atribuye a "imperfectas nociones del cristianismo, adquiridas acaso por<br />
los indios de los primeros tiempos".<br />
d) Los sacrificios religiosos en <strong>la</strong> cumbre de <strong>la</strong>s montañas mexicanas, degradación de <strong>la</strong><br />
famosa "adoración en los montes de Samaria", tan execrada por <strong>la</strong> Biblia.<br />
e) Las lluvias de celeste alimento, <strong>que</strong> recuerdan <strong>la</strong>s del maná hebreo.<br />
f) El re<strong>la</strong>to <strong>que</strong> le hace un viejo azteca "a <strong>la</strong> manera de los viejos de España" (obra citada,<br />
pág. 6). Los del centenario de Cholu<strong>la</strong>, y los re<strong>la</strong>tivos a los seis géneros de gentes <strong>que</strong><br />
59 La obra de Durán existe, entre muchos otros códices de <strong>la</strong> época, en <strong>la</strong> Biblioteca Nacional de Madrid. con <strong>la</strong> signatura 7. 67. Ms..<br />
de 344 folios, a dos columnas, y con numerosas estampas reproducidas en México, con <strong>la</strong> obra en 1867, el tomo I, y en 1880 el II.<br />
60 11 El caso del gran Boturini es de los <strong>que</strong> ponen pavor en el ánimo de los investigadores de buena fe. Para apreciado<br />
en toda su amargura, hay <strong>que</strong> leer a Alfredo Chavero en su México a través de los siglos. Como si el hado cruel se<br />
encargase siempre de perseguir con BU saña a los deve<strong>la</strong>dores del Misterio, Boturini paseó. entre persecuciones. angustias y<br />
pobrezas, <strong>la</strong> inmensa ri<strong>que</strong>za de GUS decenas de códices mexicanos, <strong>que</strong> para él no fueron sino maldición y ruina, ni más ni<br />
menos <strong>que</strong> los famosos sacos de esmeraldas para los compañeros de Pizarra en los desiertos del Ecuador. ¿Por qué estas<br />
cosas? Por<strong>que</strong> los terribles cancerberos <strong>que</strong> guardan <strong>la</strong>s puertas de <strong>la</strong> Iniciación, son, en todo caso, algo más <strong>que</strong> un mito o<br />
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