Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl

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El Libro que mata a la Muerte Don Mario Roso de Luna CAPÍTULO VIII. LA HISTORIA Y LOS "JINAS" Conclusiones deducidas de los capítulos anteriores. - Una palabra que no está en los diccionarios. -. Una lamentable definición de la Real Academia Española. - ¿Quiénes son los "jinas"? - Un pasaje del orientalista Anquetil, respecto de los magos de Persia. - Los janos, indiatis, jainos o jinas, y su rebeldía. El simbolismo del humano poder. - ¡Desvanecidos por maya hipnótica!- Un caso análogo de "jinas" consignado en la Historia de México de Fr. Diego Durán. - El emperador Moctezuma el viejo quiere enviar una embajada a la "tierra de sus antepasados". - Se ponen en acción todos los magos del reino. - La entrevista con la madre del dios Huitzilopochtli. - El porqué de nuestra miseria y nuestra ceguera. - ¡Mortales inmortales! - Los hombres, al volver a saber esta verdad perdida, lloran con Moctezuma y Tlacaelel nuestra triste caída en la cárcel de esta vida transitoria. Para no cansar ya más al lector con cosas relativamente abstrusas y antes de entrar en un nuevo orden de consideraciones, tendamos una ojeada general a la doctrina de los siete precedentes capítulos. En ellos hemos visto, ante todo, la posibilidad y la necesidad de superar a nuestra ciencia moderna con el empleo del método teosófico o analógico fundado en la vieja clave de Hermes Trimegisto, porque este método, aunado con las más recientes conclusiones de la Hipergeometría, nos puede evidenciar la absoluta probabilidad de otros seres y otros mundos, hoy invisibles, que existen, sin embargo, a nuestro lado mismo, aunque ellos no nos sean apreciables de ordinario, por ser nosotros seres de meras tres dimensiones, y enedimensionados ellos. Apelando, en fin, a la Historia de la Filosofía, hemos demostrado también con textos relativos a Pitágoras, Platón, Lucrecio, Plutarco, Orígenes, San Pablo, Kant, etc., que para la Antigüedad sabia la tal existencia de otros seres y mundos invisibles era de absoluta realidad, desde el momento en que, unánimes y contestes, enseñan ellos que por encima de nuestro cuerpo está nuestra alma, y por encima de entrambas nuestro Supremo Espíritu, viviendo estos tres elementos fundamentales del verdadero Hombre, aun aquí abajo, tres vidas distintas: la animal, corpórea o terrestre; la humana, lunar o psíquica, y la divina, espiritual o solar, con .arreglo al sublime texto de Plutarco, cual si el verdadero Hombre fuera, como es, en efecto, un habitante al par del Sol, de la Luna y de la Tierra, un ser sometido, por tanto, a dos muertes sucesivas: la muerte física que le priva de su cuerpo material llevándole a los ámbitos del espacio demarcados por la órbita o esfera de la Luna, y la muerte psíquica, segunda muerte que, en el caso favorable, quizá poco frecuente, de un completo triunfo del alma o psiquis sobre los elementos inferiores pasionales, liga definitivamente al alma y al Espíritu, con arreglo al verdadero significado de la conocidísima fábula de Psiquis y Heros, de Apuleyo, de la que trataremos en su día, mientras que en el contrario y más frecuente caso de las almas encenagadas en las pasiones y en el egoísmo, esta unión puede hasta romperse, acarreando al hombre los más tristes destinos. Aquellos de nuestros lectores que conozcan los anteriores tomos de esta nuestra Biblioteca comprenderán sin esfuerzo que los siete, capítulos precedentes podrían continuarse con muchos otros relativos a los clásicos grecolatinos iniciados en los Misterios y aun con otros autores, tanto orientales como europeos; pero con ello no conseguiríamos sino abusar de la ansiedad de los que hasta aquí nos han seguido leyendo y que, impacientes, se habrán preguntado de seguro: "¿Cómo matar a la muerte, al tenor del titulo del presente libro? Y, además, ¿qué diablo de seres son esos jinas del subtítulo, -cuya palabra empieza por no estar en los diccionarios?" 50 . 50 Y es mejor que siga sin estar unos años más, los necesarios siquiera para que reine en estas cosas un poco de justicia, no sea que, por sectarismo cruel, se repita una vez más el triste caso que nos da siempre el estrecho espíritu de la Real Instituto Cultural Quetzalcoatl (Gnosis) 86 www.samaelgnosis.net

El Libro que mata a la Muerte Don Mario Roso de Luna Respecto de la primera pregunta, la contestación es sencilla: a la muerte se la mata así que se adquiere conciencia de la inmortalidad; se la mata desde el momento en que, por intuitiva fe y por filosófico estudio como el que vamos haciendo, se demuestra su gran mentira, puesto que, si desde el punto de mira positivista, no es ella sino un aniquilamiento de la conciencia y una disociación de los elementos del organismo hasta entonces vivo en otros organismos inferiores, acabando en agua, anhídrido carbónico y unos cuantos álcalis, para el que ve más hondo, al tenor de los principios filosóficos y analógicos, ya ella no es sino una mera transformación; uno como despojarse el alma lunar del hombre -y aun de los animales y plantas 51 de las viejas vestiduras corpóreas, para pasar al mundo inmediatamente superior, al que nosotros hemos denominado "mundo de los jinas". En cuanto a la pregunta segunda, o sea la relativa a quiénes sean estos seres y cuál su dicho mundo, la cosa, como nueva, resulta un poco compleja, precisando algunas previas explicaciones que se irán ampliando luego. De los varios tomos de esta nuestra Biblioteca de las Maravillas se desprenden, en efecto, multitud de detalles filosóficos, legendarios y aun históricos relativos a unos seres invisibles que existen, al parecer, a nuestro lado mismo, seres de cuarta o ulterior dimensión a los que, siguiendo la tradición universal, hemos dado en denominar genéricamente finas. Al intentar hoy en este honrado tomo un nuevo y más concreto tratado acerca de ellos, es indispensable, pues, el hacer un resumen de cuanto hemos podido apreciar en aquellos otros respecto a tan sugestivo asunto; es decir, una concreta exposición de hechos que más al por menor pueden verse en sus lugares respectivos y que vendrán así a contestar cumplidamente a aquella interrogación naturalísima. Semejantes detalles son los más propios para excitar la dormida curiosidad del más escéptico y aun ponerle los pelos de punta con el misterioso escalofrío de lo superliminar y lo sublime. Enumeremos con la sencillez de quien se siente muy por encima de todo temor al necio ridículo, cuantos casos de jinas conocemos. El lector, si se fija, recordará quizá alguno más de su propia experiencia, y si la encuesta sobre el particular de los extraños hechos de los Academia de la Lengua, autora de definiciones tan desdichadas como -aquella relativa a los teósofos y a la Teosofía, cual "secta de ciertos hombres -¡de ciertos locos, pudo y debió ya añadir!- que, despreciando a la razón y a la fe (sic), se creen iluminados por la Divinidad, y en estrecha comunicación con ella". No, injustos señores definidores, les decimos con la gallardía del que tiene tantos títulos de honradez, cultura y carácter enérgico como todos y cada uno de ellos, La Teosofia, como no es religión positiva, no tiene por qué tener dogmas, fuera de la creencia demostrada ya por todos los sabios de todos los tiempos, en la Fraternidad Universal de la Humanidad, y como, además, secta viene del verbo latino seco, secas, secare, cortar, hender, dividir, despedazar, mal podemos los teósofos ser calificados de sectarios, cuando, a diferencia de nuestros sectarios definidores, nos consideramos por encima de toda distinción de patria, Religión, casta, sexo, idea o color, puesto que somos antes hombres que españoles, franceses o chinos, y antes hombres también que cristianos, buddhistas, mahometanos o agnósticos. Por eso debiéramos ser llamados con justicia CATÓLICOS; es decir universales... En cuando a lo de la iluminación, si fuera cierta, seria idéntica a la de nuestros detractores académicos, al creerse que, con su definición, hacían una cosa realmente inspirada. Una veintena de libros tenemos ya en la calle, y desafiamos a cualquiera a que nos señale un solo texto de ellos en el que se hable de aquella supuesta "inspiración" nuestra como tales teósofos, Definiciones, pues, cual la que nos ocupa, y que harán sonreír a cualquier extranjero docto, nos hacen aun más daño que la leyenda -o no leyenda- de nuestra clásica intolerancia, y sería de desear que no se repitiesen, porque en nada "limpian, fijan ni dan esplendor", ni a nuestro idioma ni a nuestra ideología. Un diccionario no dogmático de una lengua cualquiera debe dar a cada palabra el valor que le dan sus mantenedores, y aun poner el de los contradictores si gusta. ¿Cómo resultarían sino cualesquiera de las relativas, por ejemplo, a los dogmas cristianos definidas por los que cristianos no fuesen? El Diccionario enciclopédico hispanoamericano, al menos, nos hace mayor justicia a los teósofos. echando así virtualmente abajo la tan lamentable definición académica, "definición" que es de desear sea rectificada en ediciones posteriores, para prestigio siquiera de dicha Corporación española. 51 Así lo exige la estricta etimología de alma, "lo que impulsa vitalmente", "lo que anima", a diferencia de ese divino y trascendente Hálito o Soplo, del Espíritu. Los animales y plantas, por tanto, como seres animados, también tienen alma, aunque' de clases distintas. Instituto Cultural Quetzalcoatl (Gnosis) 87 www.samaelgnosis.net

El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />

Don Mario Roso de Luna<br />

CAPÍTULO VIII. LA HISTORIA Y LOS "JINAS"<br />

Conclusiones deducidas de los capítulos anteriores. - Una pa<strong>la</strong>bra <strong>que</strong> no está en los diccionarios. -. Una<br />

<strong>la</strong>mentable definición de <strong>la</strong> Real Academia Españo<strong>la</strong>. - ¿Quiénes son los "jinas"? - Un pasaje del orientalista<br />

An<strong>que</strong>til, respecto de los magos de Persia. - Los janos, indiatis, jainos o jinas, y su rebeldía. El simbolismo del<br />

humano poder. - ¡Desvanecidos por maya hipnótica!- Un caso análogo de "jinas" consignado en <strong>la</strong> Historia de<br />

México de Fr. Diego Durán. - El emperador Moctezuma el viejo quiere enviar una embajada a <strong>la</strong> "tierra de sus<br />

antepasados". - Se ponen en acción todos los magos del reino.<br />

- La entrevista con <strong>la</strong> madre del dios Huitzilopochtli. - El porqué de nuestra miseria y nuestra ceguera. -<br />

¡Mortales inmortales! - Los hombres, al volver a saber esta verdad perdida, lloran con Moctezuma y T<strong>la</strong>caelel<br />

nuestra triste caída en <strong>la</strong> cárcel de esta vida transitoria.<br />

Para no cansar ya más al lector con cosas re<strong>la</strong>tivamente abstrusas y antes de entrar en un<br />

nuevo orden de consideraciones, tendamos una ojeada general a <strong>la</strong> doctrina de los siete<br />

precedentes capítulos.<br />

En ellos hemos visto, ante todo, <strong>la</strong> posibilidad y <strong>la</strong> necesidad de superar a nuestra ciencia<br />

moderna con el empleo del método teosófico o analógico fundado en <strong>la</strong> vieja c<strong>la</strong>ve de<br />

Hermes Trimegisto, por<strong>que</strong> este método, aunado con <strong>la</strong>s más recientes conclusiones de <strong>la</strong><br />

Hipergeometría, nos puede evidenciar <strong>la</strong> absoluta probabilidad de otros seres y otros<br />

mundos, hoy invisibles, <strong>que</strong> existen, sin embargo, a nuestro <strong>la</strong>do mismo, aun<strong>que</strong> ellos no nos<br />

sean apreciables de ordinario, por ser nosotros seres de meras tres dimensiones, y<br />

enedimensionados ellos. Ape<strong>la</strong>ndo, en fin, a <strong>la</strong> Historia de <strong>la</strong> Filosofía, hemos demostrado<br />

también con textos re<strong>la</strong>tivos a Pitágoras, P<strong>la</strong>tón, Lucrecio, Plutarco, Orígenes, San Pablo,<br />

Kant, etc., <strong>que</strong> para <strong>la</strong> Antigüedad sabia <strong>la</strong> tal existencia de otros seres y mundos invisibles<br />

era de absoluta realidad, desde el momento en <strong>que</strong>, unánimes y contestes, enseñan ellos<br />

<strong>que</strong> por encima de nuestro cuerpo está nuestra alma, y por encima de entrambas nuestro<br />

Supremo Espíritu, viviendo estos tres elementos fundamentales del verdadero Hombre, aun<br />

aquí abajo, tres vidas distintas: <strong>la</strong> animal, corpórea o terrestre; <strong>la</strong> humana, lunar o psíquica, y<br />

<strong>la</strong> divina, espiritual o so<strong>la</strong>r, con .arreglo al sublime texto de Plutarco, cual si el verdadero<br />

Hombre fuera, como es, en efecto, un habitante al par del Sol, de <strong>la</strong> Luna y de <strong>la</strong> Tierra, un<br />

ser sometido, por tanto, a dos muertes sucesivas: <strong>la</strong> muerte física <strong>que</strong> le priva de su cuerpo<br />

material llevándole a los ámbitos del espacio demarcados por <strong>la</strong> órbita o esfera de <strong>la</strong> Luna, y<br />

<strong>la</strong> muerte psíquica, segunda muerte <strong>que</strong>, en el caso favorable, quizá poco frecuente, de un<br />

completo triunfo del alma o psiquis sobre los elementos inferiores pasionales, liga<br />

definitivamente al alma y al Espíritu, con arreglo al verdadero significado de <strong>la</strong> conocidísima<br />

fábu<strong>la</strong> de Psiquis y Heros, de Apuleyo, de <strong>la</strong> <strong>que</strong> trataremos en su día, mientras <strong>que</strong> en el<br />

contrario y más frecuente caso de <strong>la</strong>s almas encenagadas en <strong>la</strong>s pasiones y en el egoísmo,<br />

esta unión puede hasta romperse, acarreando al hombre los más tristes destinos.<br />

A<strong>que</strong>llos de nuestros lectores <strong>que</strong> conozcan los anteriores tomos de esta nuestra<br />

Biblioteca comprenderán sin esfuerzo <strong>que</strong> los siete, capítulos precedentes podrían<br />

continuarse con muchos otros re<strong>la</strong>tivos a los clásicos greco<strong>la</strong>tinos iniciados en los Misterios y<br />

aun con otros autores, tanto orientales como europeos; pero con ello no conseguiríamos sino<br />

abusar de <strong>la</strong> ansiedad de los <strong>que</strong> hasta aquí nos han seguido leyendo y <strong>que</strong>, impacientes, se<br />

habrán preguntado de seguro: "¿Cómo <strong>mata</strong>r a <strong>la</strong> muerte, al tenor del titulo del presente<br />

libro? Y, además, ¿qué diablo de seres son esos jinas del subtítulo, -cuya pa<strong>la</strong>bra empieza<br />

por no estar en los diccionarios?" 50 .<br />

50 Y es mejor <strong>que</strong> siga sin estar unos años más, los necesarios siquiera para <strong>que</strong> reine en estas cosas un poco de justicia,<br />

no sea <strong>que</strong>, por sectarismo cruel, se repita una vez más el triste caso <strong>que</strong> nos da siempre el estrecho espíritu de <strong>la</strong> Real<br />

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