Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
humanidad. Al poner en práctica los principios políticos y religiosos de <strong>la</strong> institución,<br />
enseñaban a los hombres sus deberes recíprocos, los <strong>que</strong> debían a los dioses y el respeto<br />
<strong>que</strong> éstos exigían, obteniendo de este modo el <strong>que</strong> es necesario dispensar a <strong>la</strong>s leyes; idea<br />
<strong>que</strong> Virgilio nos confirma de esta manera cuando nos hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong>s ceremonias de <strong>la</strong><br />
iniciación: me enseñaron allí, dice, a respetar 1a justicia "y los dioses" 23 .<br />
No fueron los Misterios simples purificaciones, fórmu<strong>la</strong>s o ceremonias arbitrarias, ni menos<br />
<strong>la</strong> manera de recordar a los hombres el estado anterior a su civilización, pues ya hemos<br />
dicho <strong>que</strong> inclinar al hombre a <strong>la</strong> piedad e inspirarle el temor de una vida futura fué en los<br />
primeros tiempos, si no desde su principio, uno de los fines de <strong>la</strong> iniciación.<br />
Mucho se ha escrito sobre el estado de barbarie del hombre antes de los Misterios, alusión<br />
puramente metafórica si no hiciera referencia a <strong>la</strong> ignorancia del candidato y, en general, a <strong>la</strong><br />
del hombre. Es indudable <strong>que</strong> los Misterios de Isis, y todos los <strong>que</strong> conocemos, lograron<br />
realizar el designio <strong>que</strong> se habían propuesto. Mejoraron <strong>la</strong> condición social del hombre y<br />
perfeccionaron sus costumbres, ligándole a su especie por medio de deberes sagrados y<br />
recíprocos. Fué este primer ensayo de <strong>la</strong> ciencia y sabiduría primitivas el <strong>que</strong> se esforzaba<br />
en crear una legis<strong>la</strong>ción sólida y duradera y en enseñar a<strong>que</strong>l<strong>la</strong> filosofía <strong>que</strong> asegura al<br />
hombre su felicidad, preserva a su alma del influjo moral de <strong>la</strong>s pasiones y conserva el orden<br />
en <strong>la</strong> sociedad. Era <strong>la</strong> obra del genio, cuyo pedestal fué <strong>la</strong> ciencia y el estudio incesante del<br />
hombre.<br />
Representaban al iniciado por medio de imágenes <strong>la</strong> felicidad del justo y <strong>la</strong> desgracia del<br />
hombre malvado después de <strong>la</strong> muerte; escogían los lugares más obscuros para presentar<br />
a<strong>que</strong>l<strong>la</strong>s imágenes en espectáculo, asistiendo propiamente a dramas a <strong>que</strong> daban el nombre<br />
de iniciación o Misterios y excitaban <strong>la</strong> curiosidad del iniciado con el secreto de <strong>la</strong>s<br />
ceremonias, no menos <strong>que</strong> con <strong>la</strong>s pruebas por <strong>la</strong>s cuales pasaba, en tanto <strong>que</strong> su atención<br />
recorría los diferentes objetos <strong>que</strong> le rodeaban: tales eran <strong>la</strong> variedad de escenas, <strong>la</strong> belleza<br />
de los adornos y <strong>la</strong>s rápidas transformaciones. Llenábanle de profundo respeto <strong>la</strong> gravedad y<br />
dignidad de los actores, y despertaban en él <strong>la</strong> augusta majestad del ceremonial, bien <strong>la</strong><br />
esperanza, o el temor, o <strong>la</strong> tristeza, o el regocijo.<br />
Los hierofantes, hombres inteligentes <strong>que</strong> conocían <strong>la</strong> manera de hacer sentir el efecto <strong>que</strong><br />
deseaban, emplearon con tal objeto los medios más oportunos. El celo del secreto cubría sus<br />
ceremonias y acostumbraban celebrar los Misterios en medio de <strong>la</strong> noche, haciendo más<br />
imponente al iniciado <strong>la</strong> impresión <strong>que</strong> recibía, más duradera <strong>la</strong> ilusión y mayor su asombro.<br />
El recinto escogido para <strong>la</strong>s ceremonias eran cavernas débilmente alumbradas, y árboles<br />
frondosos rodeaban el exterior de los templos, por<strong>que</strong> se tenía el propósito de hacer sentir al<br />
alma el temor saludable <strong>que</strong> suelen inspirar los lugares me<strong>la</strong>ncólicos.<br />
La pa<strong>la</strong>bra Misterias, según Demetrius Phalerus, era una expresión metafórica y sinónima<br />
de <strong>la</strong> idea del pavor <strong>que</strong> ocasionan <strong>la</strong> obscuridad y el silencio. Siendo <strong>la</strong> noche <strong>la</strong> hora en<br />
<strong>que</strong> se practicaban, recibieron también el nombre de ceremonias nocturnas, y, según<br />
Apuleyo, en dicha hora era también cuando tenían lugar <strong>la</strong>s iniciaciones en los Misterios de<br />
Samotracia y en los de Isis.<br />
Nada pudo excitar más vivamente <strong>la</strong> curiosidad del hombre <strong>que</strong> los Misterios, en los cuales<br />
se enseñaban ciertas verdades <strong>que</strong> aumentaban su deseo no menos <strong>que</strong> los obstáculos <strong>que</strong><br />
23 Delfos, o sea <strong>la</strong> ciudad griega del δελφνς (útero o abdomen) era <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción en <strong>la</strong> <strong>que</strong> <strong>la</strong> Pitonisa pronunciaba el oráculo<br />
de Apolo. P<strong>la</strong>tón y los brahmanes consideraban al ombligo como el órgano del astral en el hombre. Los símbolos de Delfos<br />
eran femeninos y lunares, recordándonos <strong>que</strong> los arcadios eran l<strong>la</strong>mados proseleni, pre-helénicos o anteriores al tiempo en<br />
<strong>que</strong> el culto lunar Tónico y Olimpo fué introducido. El símbolo de Delfos era el Diktamnon o dictamnus, el arbusto siempre<br />
verde, <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta mágica consagrada a Diktynna (Diana, Astarté, Luna) y cuyo contacto, al paso <strong>que</strong> provoca el<br />
sonambulismo, lo cura en definitiva. Sus propiedades escolápicas son sedantes. Crece en el monte Dicte (Creta) y se daba a<br />
<strong>la</strong>s parturientas. (Isis. 1, 361).<br />
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