Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl

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El Libro que mata a la Muerte Don Mario Roso de Luna mundo enseñaban. bajo enigmas difíciles de comprender, cuán necesario era purificarse antes de descender a las regiones desconocidas, para no ser precipitados en el abismo; porque sólo a los exentos de las impurezas del mundo les era permitido gozar de la presencia de la Divinidad: Tanta seguridad tenían los iniciados de ser admitidos en la sociedad de los dioses. En el caos de las supersticiones populares, sólo los Misterios pudieron libertar al hombre de la barbarie. De ellos nacieron las doctrinas de Confucio y de Zoroastro, y fueron conceptuados por San Clemente de Alejandría como el complemento de todo saber. en donde eran vistas y aprendidas todas las cosas, especialmente en los llamados Grandes Misterios. En efecto, si hubieran limitado su enseñanza a la moral únicamente, no habrían sido objeto de los elogios de tantos hombres ilustres como Píndaro, Plutarco, Isócrates, Diodoro, Platón, Sócrates, Aristóteles, Cicerón, Epicteto, Marco Aurelio y otros, quienes atestiguaron su sabiduría y grandeza. Nada se omitía de cuanto pudiera realzar a los Misterios de la iniciación, llegando sus ceremonias a poseer un encanto tan poderoso que, no sólo conjuró los males que amenazaban destruidos. sino que fué la causa de que se reputase como un honor poco común el favor de ser iniciado. Conservaron los Misterios el carácter de grandeza y santidad que los distinguía hasta mucho después de la época de Cicerón, y causaban en el ánimo de los más osados un profundo respeto, que ni aun el parricida Nerón se atrevió a penetrar en sus templos, y rehusóse a Constantino igual honor a consecuencia del homicidio de sus parientes. Eran, en general, fúnebres las formas de los Misterios y además el tipo de una muerte y resurrección místicas que aludían siempre a un personaje divino o heroico. Variaban los pormenores, según las localidades. si bien en el fondo era igual la alegoría en todos ellos. Este fondo no era otra cosa que la exposición de la fábula de Osiris (o bien la verdad revelada bajo la forma de figuras alegóricas), que representaba al Sol como principio del Bien, y a Tifón, o ausencia de aquel astro, como causa del mal y de las tinieblas. En todas las historias de dioses y héroes encontramos detalles secretos que hacen referencia a las operaciones visibles de la Naturaleza, pues sólo inteligencias sin cultura pudieron considerar como divinos al Sol, la Luna, las estrellas y al poder de la Naturaleza, consagrando a estos objetos un culto público. Inspirar al hombre piedad y hacerle soportable la vida y sus pesares, eran atenciones preferentes de los Misterios, dándole por recompensa el consuelo o la esperanza de otra vida feliz y eterna. Cicerón decía que no sólo recibían en ellos los iniciados la instrucción que les era necesaria para ser felices en este mundo, sino que también adquirían por medio de ella hermosas esperanzas para el momento de la muerte. Sócrates decía también que era una dicha el ser admitido en los Misterios, porque se tenía por cierta la inmortalidad. Y, en fin, Aristóteles aseguraba que los Misterios no sólo proporcionaban a los iniciados consuelos en esta vida, sino también la ventaja inapreciable de pasar al morir a un estado perfecto de felicidad. Sería fácil probar cuál era otro de los fines recomendables de la iniciación, pues según el mismo testimonio de los antiguos, ocupaba a los iniciados con entusiasmo la idea de civilizar las hordas salvajes, mejorar sus costumbres y que formasen parte de la sociedad; es decir, hacer recorrer al hombre una vía digna de él. Eran los Misterios de Eleusis, según Cicerón, un bien que Atenas acordaba a los pueblos; porque era también misión de sus iniciados realizar la empresa que. acabamos de indicar e inculcar la moral como base de la institución. El mismo orador filósofo, en su apóstrofe a Ceres y Proserpina, dice que el género humano debía a estas diosas los primeros elementos de la vida intelectual y física, el conocimiento de las leyes, los preceptos de la moral y los ensayos de la civilización que tan útiles son a la Instituto Cultural Quetzalcoatl (Gnosis) 58 www.samaelgnosis.net

El Libro que mata a la Muerte Don Mario Roso de Luna humanidad. Al poner en práctica los principios políticos y religiosos de la institución, enseñaban a los hombres sus deberes recíprocos, los que debían a los dioses y el respeto que éstos exigían, obteniendo de este modo el que es necesario dispensar a las leyes; idea que Virgilio nos confirma de esta manera cuando nos habla de las ceremonias de la iniciación: me enseñaron allí, dice, a respetar 1a justicia "y los dioses" 23 . No fueron los Misterios simples purificaciones, fórmulas o ceremonias arbitrarias, ni menos la manera de recordar a los hombres el estado anterior a su civilización, pues ya hemos dicho que inclinar al hombre a la piedad e inspirarle el temor de una vida futura fué en los primeros tiempos, si no desde su principio, uno de los fines de la iniciación. Mucho se ha escrito sobre el estado de barbarie del hombre antes de los Misterios, alusión puramente metafórica si no hiciera referencia a la ignorancia del candidato y, en general, a la del hombre. Es indudable que los Misterios de Isis, y todos los que conocemos, lograron realizar el designio que se habían propuesto. Mejoraron la condición social del hombre y perfeccionaron sus costumbres, ligándole a su especie por medio de deberes sagrados y recíprocos. Fué este primer ensayo de la ciencia y sabiduría primitivas el que se esforzaba en crear una legislación sólida y duradera y en enseñar aquella filosofía que asegura al hombre su felicidad, preserva a su alma del influjo moral de las pasiones y conserva el orden en la sociedad. Era la obra del genio, cuyo pedestal fué la ciencia y el estudio incesante del hombre. Representaban al iniciado por medio de imágenes la felicidad del justo y la desgracia del hombre malvado después de la muerte; escogían los lugares más obscuros para presentar aquellas imágenes en espectáculo, asistiendo propiamente a dramas a que daban el nombre de iniciación o Misterios y excitaban la curiosidad del iniciado con el secreto de las ceremonias, no menos que con las pruebas por las cuales pasaba, en tanto que su atención recorría los diferentes objetos que le rodeaban: tales eran la variedad de escenas, la belleza de los adornos y las rápidas transformaciones. Llenábanle de profundo respeto la gravedad y dignidad de los actores, y despertaban en él la augusta majestad del ceremonial, bien la esperanza, o el temor, o la tristeza, o el regocijo. Los hierofantes, hombres inteligentes que conocían la manera de hacer sentir el efecto que deseaban, emplearon con tal objeto los medios más oportunos. El celo del secreto cubría sus ceremonias y acostumbraban celebrar los Misterios en medio de la noche, haciendo más imponente al iniciado la impresión que recibía, más duradera la ilusión y mayor su asombro. El recinto escogido para las ceremonias eran cavernas débilmente alumbradas, y árboles frondosos rodeaban el exterior de los templos, porque se tenía el propósito de hacer sentir al alma el temor saludable que suelen inspirar los lugares melancólicos. La palabra Misterias, según Demetrius Phalerus, era una expresión metafórica y sinónima de la idea del pavor que ocasionan la obscuridad y el silencio. Siendo la noche la hora en que se practicaban, recibieron también el nombre de ceremonias nocturnas, y, según Apuleyo, en dicha hora era también cuando tenían lugar las iniciaciones en los Misterios de Samotracia y en los de Isis. Nada pudo excitar más vivamente la curiosidad del hombre que los Misterios, en los cuales se enseñaban ciertas verdades que aumentaban su deseo no menos que los obstáculos que 23 Delfos, o sea la ciudad griega del δελφνς (útero o abdomen) era la población en la que la Pitonisa pronunciaba el oráculo de Apolo. Platón y los brahmanes consideraban al ombligo como el órgano del astral en el hombre. Los símbolos de Delfos eran femeninos y lunares, recordándonos que los arcadios eran llamados proseleni, pre-helénicos o anteriores al tiempo en que el culto lunar Tónico y Olimpo fué introducido. El símbolo de Delfos era el Diktamnon o dictamnus, el arbusto siempre verde, la planta mágica consagrada a Diktynna (Diana, Astarté, Luna) y cuyo contacto, al paso que provoca el sonambulismo, lo cura en definitiva. Sus propiedades escolápicas son sedantes. Crece en el monte Dicte (Creta) y se daba a las parturientas. (Isis. 1, 361). Instituto Cultural Quetzalcoatl (Gnosis) 59 www.samaelgnosis.net

El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />

Don Mario Roso de Luna<br />

mundo enseñaban. bajo enigmas difíciles de comprender, cuán necesario era purificarse<br />

antes de descender a <strong>la</strong>s regiones desconocidas, para no ser precipitados en el abismo;<br />

por<strong>que</strong> sólo a los exentos de <strong>la</strong>s impurezas del mundo les era permitido gozar de <strong>la</strong><br />

presencia de <strong>la</strong> Divinidad: Tanta seguridad tenían los iniciados de ser admitidos en <strong>la</strong><br />

sociedad de los dioses.<br />

En el caos de <strong>la</strong>s supersticiones popu<strong>la</strong>res, sólo los Misterios pudieron libertar al hombre<br />

de <strong>la</strong> barbarie. De ellos nacieron <strong>la</strong>s doctrinas de Confucio y de Zoroastro, y fueron<br />

conceptuados por San Clemente de Alejandría como el complemento de todo saber. en<br />

donde eran vistas y aprendidas todas <strong>la</strong>s cosas, especialmente en los l<strong>la</strong>mados Grandes<br />

Misterios. En efecto, si hubieran limitado su enseñanza a <strong>la</strong> moral únicamente, no habrían<br />

sido objeto de los elogios de tantos hombres ilustres como Píndaro, Plutarco, Isócrates,<br />

Diodoro, P<strong>la</strong>tón, Sócrates, Aristóteles, Cicerón, Epicteto, Marco Aurelio y otros, quienes<br />

atestiguaron su sabiduría y grandeza.<br />

Nada se omitía de cuanto pudiera realzar a los Misterios de <strong>la</strong> iniciación, llegando sus<br />

ceremonias a poseer un encanto tan poderoso <strong>que</strong>, no sólo conjuró los males <strong>que</strong><br />

amenazaban destruidos. sino <strong>que</strong> fué <strong>la</strong> causa de <strong>que</strong> se reputase como un honor poco<br />

común el favor de ser iniciado. Conservaron los Misterios el carácter de grandeza y santidad<br />

<strong>que</strong> los distinguía hasta mucho después de <strong>la</strong> época de Cicerón, y causaban en el ánimo de<br />

los más osados un profundo respeto, <strong>que</strong> ni aun el parricida Nerón se atrevió a penetrar en<br />

sus templos, y rehusóse a Constantino igual honor a consecuencia del homicidio de sus<br />

parientes.<br />

Eran, en general, fúnebres <strong>la</strong>s formas de los Misterios y además el tipo de una muerte y<br />

resurrección místicas <strong>que</strong> aludían siempre a un personaje divino o heroico. Variaban los<br />

pormenores, según <strong>la</strong>s localidades. si bien en el fondo era igual <strong>la</strong> alegoría en todos ellos.<br />

Este fondo no era otra cosa <strong>que</strong> <strong>la</strong> exposición de <strong>la</strong> fábu<strong>la</strong> de Osiris (o bien <strong>la</strong> verdad<br />

reve<strong>la</strong>da bajo <strong>la</strong> forma de figuras alegóricas), <strong>que</strong> representaba al Sol como principio del<br />

Bien, y a Tifón, o ausencia de a<strong>que</strong>l astro, como causa del mal y de <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s. En todas<br />

<strong>la</strong>s historias de dioses y héroes encontramos detalles secretos <strong>que</strong> hacen referencia a <strong>la</strong>s<br />

operaciones visibles de <strong>la</strong> Naturaleza, pues sólo inteligencias sin cultura pudieron considerar<br />

como divinos al Sol, <strong>la</strong> Luna, <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s y al poder de <strong>la</strong> Naturaleza, consagrando a estos<br />

objetos un culto público.<br />

Inspirar al hombre piedad y hacerle soportable <strong>la</strong> vida y sus pesares, eran atenciones<br />

preferentes de los Misterios, dándole por recompensa el consuelo o <strong>la</strong> esperanza de otra<br />

vida feliz y eterna. Cicerón decía <strong>que</strong> no sólo recibían en ellos los iniciados <strong>la</strong> instrucción <strong>que</strong><br />

les era necesaria para ser felices en este mundo, sino <strong>que</strong> también adquirían por medio de<br />

el<strong>la</strong> hermosas esperanzas para el momento de <strong>la</strong> muerte. Sócrates decía también <strong>que</strong> era<br />

una dicha el ser admitido en los Misterios, por<strong>que</strong> se tenía por cierta <strong>la</strong> inmortalidad. Y, en<br />

fin, Aristóteles aseguraba <strong>que</strong> los Misterios no sólo proporcionaban a los iniciados consuelos<br />

en esta vida, sino también <strong>la</strong> ventaja inapreciable de pasar al morir a un estado perfecto de<br />

felicidad.<br />

Sería fácil probar cuál era otro de los fines recomendables de <strong>la</strong> iniciación, pues según el<br />

mismo testimonio de los antiguos, ocupaba a los iniciados con entusiasmo <strong>la</strong> idea de civilizar<br />

<strong>la</strong>s hordas salvajes, mejorar sus costumbres y <strong>que</strong> formasen parte de <strong>la</strong> sociedad; es decir,<br />

hacer recorrer al hombre una vía digna de él. Eran los Misterios de Eleusis, según Cicerón,<br />

un bien <strong>que</strong> Atenas acordaba a los pueblos; por<strong>que</strong> era también misión de sus iniciados<br />

realizar <strong>la</strong> empresa <strong>que</strong>. acabamos de indicar e inculcar <strong>la</strong> moral como base de <strong>la</strong> institución.<br />

El mismo orador filósofo, en su apóstrofe a Ceres y Proserpina, dice <strong>que</strong> el género humano<br />

debía a estas diosas los primeros elementos de <strong>la</strong> vida intelectual y física, el conocimiento de<br />

<strong>la</strong>s leyes, los preceptos de <strong>la</strong> moral y los ensayos de <strong>la</strong> civilización <strong>que</strong> tan útiles son a <strong>la</strong><br />

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