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Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl

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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />

Don Mario Roso de Luna<br />

radio es el de repetidas vidas físicas.<br />

El problema, así p<strong>la</strong>nteado analógicamente, no es sino el ya debatido del método analógico<br />

mismo, y <strong>la</strong> solución forzosamente tiene <strong>que</strong> ser <strong>la</strong> misma también; <strong>la</strong> <strong>que</strong> podemos expresar<br />

así: "Con <strong>la</strong> concepción, nacemos en el mundo materno, mundo en el <strong>que</strong>, por cierto, vivimos<br />

un tiempo igual al <strong>que</strong> Venus -el simbólico p<strong>la</strong>neta del Amor- emplea en cerrar su año o su<br />

órbita. Morimos luego para ese mundo materno en el mismo instante en <strong>que</strong> nacemos para<br />

este mundo físico, y todo el tiempo <strong>que</strong> en este último mundo vivimos no es sino un continuo<br />

ciclo de muertes y vidas, pues <strong>que</strong> morimos con el día, restaurándonos en "su noche, de<br />

aparente inconsciencia física", para renacer vigorosos al siguiente día; morimos y renacemos<br />

con <strong>la</strong> lunación en <strong>que</strong> el astro de <strong>la</strong>s noches cierra su ciclo vital iluminativo; morimos y<br />

renacemos más ampliamente con el año, como muere y renace toda <strong>la</strong> Naturaleza... ¿Por<br />

qué, pues, no ha de seguir semejante serie de unidades matemáticonaturales de diferentes<br />

órdenes, si <strong>la</strong> serie de los números, repetimos, es indefinida?<br />

Con esto sólo -digámoslo en términos de juristas-, <strong>la</strong>s respectivas posiciones de los <strong>que</strong><br />

niegan y de los <strong>que</strong> afirmamos <strong>la</strong> existencia de <strong>la</strong> otra o "<strong>la</strong>s otras" vidas, se cambian por<br />

completo en <strong>la</strong> contienda. Nosotros, en efecto, como "demandantes", como "afirmadores",<br />

estamos obligados, es cierto, a probar con hechos, ante el tribunal del buen sentido,<br />

semejante realidad de ultratumba, cosa <strong>que</strong> <strong>la</strong> muerte se encargará de reve<strong>la</strong>r, pero con sólo<br />

demostrar, como creemos haber demostrado, <strong>la</strong> necesidad lógica del método científico al <strong>que</strong><br />

l<strong>la</strong>mamos analógico, y a más <strong>la</strong> existencia de <strong>la</strong> "muerte y <strong>la</strong> renovación sucesiva de <strong>la</strong><br />

conciencia" a lo <strong>la</strong>rgo de otros ciclos de menos radio, pero analógicamente idénticos entre sí,<br />

hemos comprobado <strong>que</strong> tales nacimientos, muertes y renacimientos de <strong>la</strong> conciencia<br />

psicológica siguen una perfecta ley de seriación cíclica a <strong>la</strong> manera de <strong>la</strong>s unidades<br />

matemáticas de los diferentes órdenes. Desde un instante tal, son los positivistas los <strong>que</strong><br />

tienen <strong>que</strong> demostramos, en cambio, <strong>que</strong> fuera de esa ley matemática serial a <strong>la</strong> <strong>que</strong> hemos<br />

llegado, y <strong>que</strong> responde siempre confirmando nuestros cálculos en eclipses, etc., existe algo,<br />

y <strong>que</strong> este algo, no demostrado, es lo <strong>que</strong> rige al mundo.<br />

Seguir por esta senda positivamente demostradora nos sería cosa fácil, pero nuestra<br />

conciencia misma protesta indignada de tan profano proceder nuestro; ¿a qué demostrar, en<br />

efecto, <strong>la</strong> luz a los ciegos, transgrediendo a<strong>que</strong>l divino precepto evangélico re<strong>la</strong>tivo a "los<br />

tesoros del Reino de Dios"?<br />

Dejemos, pues, su cretino mundo a los escasos positivistas <strong>que</strong> van <strong>que</strong>dando después de<br />

<strong>la</strong> mundial catástrofe, y oigamos siempre a los sabios del pasado y a los poetas.<br />

Uno de éstos, el ático Enri<strong>que</strong> Gómez Carrillo, nos dice, hab<strong>la</strong>ndo de <strong>la</strong>s este<strong>la</strong>s del<br />

Cerámico:<br />

"En <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ras tardes de Atenas, cuando <strong>la</strong>s cimas armoniosas del Himeto comienzan a<br />

perderse en el profundo azul del crepúsculo, no hay sitio ninguno de peregrinaciones<br />

apasionadas <strong>que</strong> atraiga con tanto poder como el antiguo cementerio del Cerámico. Entre <strong>la</strong>s<br />

este<strong>la</strong>s de mármol conservadas intactas por mi<strong>la</strong>gro, toda <strong>la</strong> dulce filosofía de los paganos<br />

áticos conviértese en una visible lección de conso<strong>la</strong>dora realidad.<br />

"La muerte, <strong>la</strong> intrusa muerte, <strong>que</strong> en otros camposantos nos llena de angustia; <strong>la</strong> muerte,<br />

<strong>que</strong> antes había sido <strong>la</strong> obsesión dolorosa del Egipto; <strong>la</strong> muerte, <strong>que</strong> más tarde ha de bai<strong>la</strong>r<br />

ante <strong>la</strong> Edad Media medrosa su danza macabra; <strong>la</strong> muerte, <strong>que</strong> en todas partes se presenta<br />

descarnada, carcomida, gesticu<strong>la</strong>nte; <strong>la</strong> muerte, espantosa e imp<strong>la</strong>cable, aquí, en <strong>la</strong> Atenas<br />

de Pa<strong>la</strong>s, apenas nos sugiere, con su grave aspecto de bel<strong>la</strong> dama ve<strong>la</strong>da, una respetuosa<br />

me<strong>la</strong>ncolía. Las inscripciones <strong>que</strong> grabaron los poetas en <strong>la</strong>s piedras no lloran casi nunca, y,<br />

cuando lloran, es sin gemir ni desesperarse. "Aquí yace un hombre <strong>que</strong> se va del mundo lo<br />

mismo <strong>que</strong> vino" -dice un epitafio-. Y mejor <strong>que</strong> <strong>la</strong>s letras, <strong>la</strong>s figuras de los relieves hab<strong>la</strong>n,<br />

al <strong>que</strong> pasa, de resignación tranqui<strong>la</strong>. "Detente, viajero -murmura cada este<strong>la</strong>-, y contemp<strong>la</strong><br />

<strong>Instituto</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>Quetzalcoatl</strong> (Gnosis) 50 www.samaelgnosis.net

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