Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
virtud y eficacia los muertos rasgan el sudario, rompen el ataúd, desvisten <strong>la</strong> mortaja,<br />
viniendo a confundirse con todos nosotros y a damos unas horas de solemne me<strong>la</strong>ncolía<br />
trágica y espiritual en esta prosaica comedia de costumbres <strong>que</strong> l<strong>la</strong>mamos humana<br />
existencia. ¡Misterios y más misterios por todas partes! Y en estos misterios, encerrado así el<br />
comienzo de nuestra vida como <strong>la</strong> perdurable duración de nuestro ser, lo <strong>que</strong> habrá de<br />
pasarnos allende nuestro tránsito a <strong>la</strong> región de ultratumba. No <strong>que</strong>ráis penetrar en el<br />
misterio: jamás se nos reve<strong>la</strong>rá. No l<strong>la</strong>méis a <strong>la</strong>s losas del sepulcro: nadie os responderá.<br />
Renegar del misterio es como renegar de <strong>la</strong> noche. Un día eterno en el cielo, como una vida<br />
eterna en <strong>la</strong> tierra, nos incomunicarían el primero con <strong>la</strong> creación y <strong>la</strong> segunda con el Criador.<br />
Así como sin <strong>la</strong> negra noche no veríamos los soles innumerables, sin el obscuro misterio no<br />
veríamos <strong>la</strong>s ideas religiosas. Cuántas veces al mirar <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s lejanísimas y ver <strong>que</strong> ni al<br />
pensamiento le es dado el salvar <strong>la</strong>s distancias incalcu<strong>la</strong>bles interpuestas entre el<strong>la</strong>s y<br />
nosotros, fortalecemos nuestra fe pensando <strong>que</strong> por los átomos químicos de nuestro cuerpo<br />
estamos unidos con los de todo el Universo! La estrel<strong>la</strong>, pues, tiene innumerables re<strong>la</strong>ciones<br />
con el cuerpo humano, a pesar de su alejamiento. Y lo mismo sucede con los muertos, pues<br />
cuanto pasa en el espacio, pasa también en el tiempo, filosóficamente sinónimos...<br />
Descendientes de todos los siglos, debemos identificarnos con todos los muertos, en <strong>la</strong><br />
Humanidad y en <strong>la</strong> Historia. De aquí el culto universal a los <strong>que</strong> se fueron...<br />
"Tememos a <strong>la</strong> muerte por<strong>que</strong> no <strong>la</strong> miramos de frente, por<strong>que</strong> nos hemos propuesto<br />
desconocer<strong>la</strong> y olvidar<strong>la</strong> entre <strong>la</strong>s algazaras del mundo. Pero <strong>la</strong> muerte no <strong>mata</strong>; es, sí, un<br />
mero nacimiento a otra vida. Parece una descomposición, por<strong>que</strong> nunca brota el tallo sin<br />
descomponer <strong>la</strong> semil<strong>la</strong>; nunca el fruto sin secar <strong>la</strong> flor; nunca una forma nueva sin<br />
<strong>que</strong>brantar, por lo menos, <strong>la</strong>s formas de <strong>la</strong>s <strong>que</strong> ha nacido en el crecimiento y progreso de<br />
todos los seres. Hay gusanos en el cadáver, pero ellos, al éter del amor divino, se tornan en<br />
mariposas del cielo. Si no hubiera muerte, no habría renovación. La tumba, mirada desde<br />
abajo, parece un pudridero; mirada desde arriba, una florescencia. El sepulcro, <strong>que</strong> tanto nos<br />
aterra, será mañana nuestra cuna. Mientras nosotros lloramos a un muerto, como <strong>la</strong><br />
individualidad tan trabajosamente conseguida a través de <strong>la</strong> evolución no puede perderse<br />
jamás, ven otros un recién nacido, por<strong>que</strong> <strong>la</strong> vida es eterna. Y mientras haya dolor y haya<br />
muerte habrá religión, por<strong>que</strong> a <strong>la</strong>s puertas del sepulcro se <strong>que</strong>dará inmóvil y cal<strong>la</strong>da <strong>la</strong><br />
razón, y hab<strong>la</strong>rá el Verbo divino y abrirá sus a<strong>la</strong>s a <strong>la</strong> luz <strong>la</strong> celestial e inspirada fe... La vida<br />
en <strong>que</strong> no caen, por el dolor, unas gotas de lágrimas es como uno de esos desiertos en los<br />
<strong>que</strong> no cae del firmamento una gota de agua; sólo engendran víboras. Si quitamos de <strong>la</strong><br />
frente del obrero sus sudores; de <strong>la</strong>s grandes causas, sus mártires; de <strong>la</strong> obra del artista, sus<br />
penas; del amor, sus tristezas y de <strong>la</strong> vida, en fin, ese fúnebre ciprés <strong>que</strong> se l<strong>la</strong>ma muerte, no<br />
habrá fe, pero tampoco habrá ni virtud, ni esperanza, ni poesía, ni belleza moral en el mundo,<br />
ya <strong>que</strong> todo lo grande nace del dolor y crece bajo el riego de <strong>la</strong>s lágrimas...<br />
"El culto de los muertos es rama principalísima en el árbol místico de <strong>la</strong> Religión. ¡Cuán<br />
poético el dogma profesado por los celtas, creyéndose por <strong>la</strong> noche seguidos de un espíritu<br />
<strong>que</strong>, sin amedrentarles lo más mínimo, les ampara cual una protección especial de <strong>la</strong><br />
Naturaleza concentrada sobre sus hijos predilectos!... El to<strong>que</strong> de ánimas en <strong>la</strong>s altas horas<br />
de una noche de invierno nos produce cierto escalofrío al roce de <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>s de un espíritu, de<br />
un ser del otro mundo en nuestras sienes. El cirio gualdo en <strong>la</strong> tablil<strong>la</strong> negra; el pan colocado<br />
sobre <strong>la</strong> piedra sepulcral; <strong>la</strong> corona de siemprevivas, símbolo de <strong>la</strong> inmortalidad; el rezo<br />
fúnebre, todas estas fases y prendas en <strong>la</strong>s liturgias mortuorias no son más <strong>que</strong> íntimas<br />
comunicaciones de los muertos con los vivos en el seno de <strong>la</strong> eternidad..."<br />
Abundando en esperanzas nobilísimas de un más allá, el capítulo XLI del Eclesiástico<br />
describe admirablemente cómo <strong>la</strong> muerte es dulce o amarga, según el vivir del <strong>que</strong> <strong>la</strong> recibe,<br />
diciendo: "¡Oh muerte, cuán amarga es tu memoria para el hombre sosegado en el seno de<br />
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