Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
Nuestro amigo don Antonio Zozaya, en una de sus crónicas gal<strong>la</strong>rdísimas, nos lo ha dicho<br />
también con estas frases <strong>la</strong>pidarias:<br />
"Un bello breviario de Amado Nervo, Plenitud, ha arrancado a un crítico ilustre, tan genial<br />
como dolorido, una imprecación contra el optimismo. El mundo debe ser mirado con ojos de<br />
recelo. El optimismo nos priva de <strong>la</strong> noble inquietud, de <strong>la</strong> divina tragedia espiritual <strong>que</strong><br />
engendra <strong>la</strong> belleza. Las voces optimistas deben ser en nosotros tímidas y tenues; nuestras<br />
campanas de Pascua deben sonar siempre a lo lejos; <strong>la</strong> esperanza optimista debe cantar en<br />
el ingenuo tono sensual de <strong>la</strong>s pánidas f<strong>la</strong>utas, o en <strong>la</strong> armonía jubilosa, pero desgarrada, de<br />
los mártires, o en <strong>la</strong> media voz suspirante de los místicos; pero nunca en el tono categórico<br />
de los Decálogos, sino con el eco remoto de <strong>la</strong>s princesas de Maeterlinck.<br />
"Es verdad, pero el optimismo es eso precisamente. La afirmación de <strong>que</strong> todo es bueno e<br />
inmejorable no existe ni siquiera en Leibnitz; no puede encontrarse fuera de <strong>la</strong> necia y<br />
paradójica doctrina de Panglos. El optimismo consiste en reconocer <strong>que</strong> el dolor es nuestro<br />
patrimonio, en sentir <strong>la</strong> mente conturbada y <strong>la</strong>s entrañas rotas por el hierro de <strong>la</strong> adversidad;<br />
pero sintiendo a lo lejos esos ecos, esas campanas, esos l<strong>la</strong>mamientos <strong>que</strong> nos dignifican y<br />
ennoblecen y sin los cuales <strong>la</strong> belleza no existiría y tras los cuales se extiende enigmática,<br />
pero magna y sublime, <strong>la</strong> <strong>que</strong> Goethe l<strong>la</strong>maba "región silente de <strong>la</strong>s causas". El absoluto<br />
pesimismo, sin esperanza y sin consuelo, es incompatible con <strong>la</strong> belleza, y por eso, conforme<br />
a <strong>la</strong> frase socrática, únicamente los artistas pueden ser verdaderamente sabios, y sólo los<br />
<strong>que</strong> saborean toda <strong>la</strong> amargura del vivir son verdaderamente felices."<br />
y tamaña felicidad, añadimos nosotros, es <strong>la</strong> natural felicidad <strong>que</strong> sigue a todo dolor y todo<br />
esfuerzo, piedra filosofal de <strong>la</strong> <strong>que</strong> ha dicho Franz Hartman:<br />
"No es <strong>la</strong> piedra filosofal una piedra en el sentido ordinario de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, sino una<br />
expresión alegórica <strong>que</strong> significa el principio de sabiduría, en el cual el filósofo <strong>que</strong> lo ha<br />
adquirido por experiencia práctica (no el <strong>que</strong> está simplemente especu<strong>la</strong>ndo sobre él) puede<br />
confiar tan por completo como en el valor de una piedra preciosa, o como confiaría en una<br />
sólida roca sobre <strong>la</strong> cual hubIese de construir los fundamentos de su casa (espiritual). Es el<br />
Cristo <strong>que</strong> está en el hombre; el amor divino sustancializado. Es <strong>la</strong> luz del mundo; <strong>la</strong> esencia<br />
misma de <strong>la</strong> <strong>que</strong> fué creado el Universo."<br />
El reino jina de semejante Luz es muy superior a cuantos edenes pueden enseñar místicos<br />
y poetas, a<strong>que</strong>llos <strong>que</strong> llegaron a describirle en textos arcaicos a <strong>la</strong> manera del <strong>Libro</strong> de los<br />
Números, caldeo, o del famoso manuscrito cifrado <strong>que</strong> se dice poseyese el célebre conde de<br />
Saint-Germain, reencarnación o continuación más bien de <strong>la</strong> personalidad excelsa <strong>que</strong> <strong>la</strong><br />
historia conoce por Apolonio de Tyana, el contemporáneo del emperador Adriano, venerado<br />
como un dios en <strong>la</strong> Roma de los Césares.<br />
Por eso expresa con gran acierto el teósofo alemán Rodolfo Steiner, en su Ciencia Oculta,<br />
<strong>que</strong> todo el Ocultismo reposa sobre estas dos ideas: <strong>la</strong> de <strong>que</strong> por encima de este nuestro<br />
mundo visible existe un mundo superior e invisible, al <strong>que</strong> nuestros ve<strong>la</strong>dos sentidos<br />
animales no pueden alcanzar, y <strong>la</strong> de <strong>que</strong>, no obstante ello, puede el hombre desenvolver en<br />
sí ciertas facultades aún <strong>la</strong>tentes en su ser, gracias a <strong>la</strong>s cuales se puede conseguir, aun en<br />
esta vida física, el conocimiento c<strong>la</strong>ro de semejante mundo. Estas facultades, hoy en<br />
germen, se l<strong>la</strong>man IMAGINACIÓN e INTUICIÓN, <strong>la</strong>s dos facultades <strong>que</strong> en todo el curso de <strong>la</strong><br />
Historia han elevado al hombre de a<strong>que</strong>l<strong>la</strong> su condición animal, dándole <strong>la</strong>s Bel<strong>la</strong>s Artes, con<br />
sus mágicas obras <strong>que</strong> se l<strong>la</strong>man poemas literarios y musicales, obras de arquitectura,<br />
escultura, pintura, coreografía, etc., a <strong>la</strong>s <strong>que</strong> jamás pudieron alcanzar los seres inferiores a<br />
nosotros en <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> zoológica, y dándole asimismo <strong>la</strong>s Ciencias, <strong>que</strong> naciesen todas en<br />
felices y geniales intuiciones de los grandes hombres, quienes, por chispazos intuitivos, a <strong>la</strong><br />
manera de cárdenos relámpagos en obscura noche de tempestad, pudieron columbrar<br />
hipótesis <strong>que</strong> pronto pasaran a teorías y luego a hechos científicos indiscutidos "<strong>que</strong> les<br />
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