Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
clásico, dentro de <strong>la</strong> extensión de quinto orden, y así hasta llegar a <strong>la</strong> extensión de infinitas<br />
dimensiones <strong>que</strong> <strong>la</strong>s comprende a todas y en <strong>que</strong>, según se demuestra por <strong>la</strong><br />
hipergeometría, se reproducen <strong>la</strong>s propiedades geométricas de <strong>la</strong> extensión de cero y, por<br />
tanto, no será más <strong>que</strong> un punto matemático de otras extensiones de órdenes superiores,<br />
inconcebibles para <strong>la</strong> inteligencia del hombre,"<br />
Gustosos seguiríamos transcribiendo, si no lo impidiese su mucha extensión, <strong>la</strong>s<br />
notabilísimas deducciones <strong>que</strong> nuestro insigne aviador y matemático hace de su teoría<br />
respecto a <strong>la</strong>s osci<strong>la</strong>ciones <strong>que</strong> <strong>la</strong>s manifestaciones físicas y químicas de nuestro sistema<br />
deben experimentar al ser nuestro espacio físicoetéreo giratorio y elástico, cayendo así en<br />
<strong>la</strong>s célebres adivinaciones orientales reproducidas por P<strong>la</strong>tón, re<strong>la</strong>tivas a inviernos y veranos<br />
siderales en cada yuga, o sean períodos en los <strong>que</strong> el fuego solsticial de éste, decimos<br />
nosotros, pudo destruir por paroxismos volcánicos al tercer contingente terrestre -<strong>la</strong> Lemuriahace<br />
unos cinco millones de años, y el mínimo invernal subsiguiente pudo anegar con sus<br />
aguas desbordadas a <strong>la</strong> Atlántida, todo ello ve<strong>la</strong>damente aludido también en el capítulo LXV,<br />
v. 17 de Isaías, y aun en el Apocalipsis, respecto a "nuevos cielos y tierras nuevas", como si<br />
presintiéramos ya <strong>la</strong> unidad filosófico-científica de esos remotos tiempos, en los <strong>que</strong> <strong>la</strong> mítica<br />
Torre de Babel de nuestra soberbia ignorancia no hubiese confundido <strong>la</strong>s lenguas, es decir,<br />
los pensamientos y <strong>la</strong>s universales doctrinas primitivas. ..<br />
En el problema del hiperespacio está <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve probable de todos los fenómenos l<strong>la</strong>mados<br />
espiritistas, telepáticos, hipnóticos, etc., cuantos hechos de <strong>la</strong> historia tenidos, más o menos,<br />
por efectivos mi<strong>la</strong>gros, y <strong>que</strong> autores tan <strong>que</strong>ridos como F<strong>la</strong>mmarión han tratado de<br />
catalogar, bajo el rótulo de Lo Desconocido o Lo maravilloso positivo, como diría nuestro<br />
Estanis<strong>la</strong>o Sánchez Calvo. No hay <strong>que</strong> decir también si ello puede ser c<strong>la</strong>ve, tanto para <strong>la</strong>s<br />
pretendidas comunicaciones interp<strong>la</strong>netarias, cuanto para explicarnos <strong>la</strong> dificultad <strong>que</strong><br />
tenemos hoy de comunicarnos con los muertos o con seres del otro mundo.<br />
Observando atentamente <strong>la</strong> historia de todos los grandes descubrimientos -y cuenta <strong>que</strong><br />
pocos serían más importantes como el <strong>que</strong> nos ocupa-, venimos a comprender <strong>que</strong> ellos han<br />
sido realizados por vía distinta de <strong>la</strong> <strong>que</strong> podríamos l<strong>la</strong>mar religiosa, artística, espiritista ú<br />
estrictamente científica. Siempre <strong>la</strong> mal l<strong>la</strong>mada casualidad, <strong>que</strong> no es sino "ley de<br />
causalidad" o juego de leyes <strong>que</strong> nos son desconocidos, es el alma de los más<br />
revolucionadores descubrimientos, como si los seres superiores, <strong>que</strong> invisibles actúan sobre<br />
nuestros destinos, "dejándose vencer por el esfuerzo del genio", otorgasen a su debido<br />
tiempo a <strong>la</strong> Humanidad, al tenor del juego de <strong>la</strong>s leyes de <strong>la</strong> historia, el descubrimiento <strong>que</strong><br />
precisamente <strong>la</strong> época necesita, descubrimiento mucho antes intuído, sin embargo, por<br />
genios al estilo del de Lope de Vega, adivinando <strong>la</strong> transmisión eléctrica, o el de Séneca<br />
presintiendo el hal<strong>la</strong>zgo de América, etc., etc. Siempre, además, llega el descubrimiento<br />
anhe<strong>la</strong>do, después de vencerse por <strong>la</strong> Humanidad una resistencia por demás extraña y a <strong>la</strong><br />
<strong>que</strong> conviene consagrar unas líneas.<br />
En efecto, los griegos sabios tuvieron respecto a semejante misterio de <strong>la</strong> comunicación del<br />
hombre con seres superiores todo un poema simbólico, el de Las Aves, de Aristófanes;<br />
poema en el <strong>que</strong>, de mano maestra, se nos traza <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> edad de oro -esa edad cuya<br />
reminiscencia se hal<strong>la</strong> como idea innata en todos nosotros, y cuyo recuerdo consta<br />
históricamente en todos los grandes libros religiosos-, edad del keitayuga, en <strong>la</strong> <strong>que</strong> los<br />
hombres y los dioses se entendían directamente, sin necesidad de intermediario alguno.<br />
Estos dioses recibían de aquéllos el debido homenaje a su paternal excelsitud, y los hombres<br />
primitivos, en cambio, obtenían para sus mentes infantiles <strong>la</strong> necesaria protección, guía y<br />
enseñanza, de los dioses jinas o ángeles, ni más ni menos -¡oh divina ley de <strong>la</strong> analogíal<strong>que</strong><br />
acontece en particu<strong>la</strong>r a cada niño con sus padre'), hasta <strong>que</strong> alcanza <strong>la</strong> edad de valerse<br />
por sí mismo.<br />
<strong>Instituto</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>Quetzalcoatl</strong> (Gnosis) 26 www.samaelgnosis.net