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Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl

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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />

Don Mario Roso de Luna<br />

alzamos en una p<strong>la</strong>za no es <strong>la</strong> realización de los múltiples proyectos del escultor o de otros?<br />

¿Acaso <strong>la</strong>s soñadas utopías de hoy no han de ser, y siempre parcial o limitadamente, <strong>la</strong>s<br />

realidades del mañana? Hubo, en verdad, una Grecia histórica; pero hay hoy, y ha habido<br />

desde entonces, tantos millones de Grecias como de áticos artistas. No olvidemos, en fin,<br />

<strong>que</strong> si una fruta real puede servirnos una so<strong>la</strong> vez de alimento físico, <strong>la</strong> misma fruta,<br />

magistralmente tras<strong>la</strong>dada al lienzo por el arte, es infinitamente más real, por<strong>que</strong> es más<br />

durable y puede estamos alimentando espiritualmente con su belleza siglos y siglos...<br />

El gran respeto <strong>que</strong>, a pesar de su sátira cruel, le inspiraban a Cervantes los libros de<br />

caballería -sobre todo los merecedores de tal nombre, no los <strong>que</strong> vinieron después-, lo reve<strong>la</strong><br />

el mismo escrutinio <strong>que</strong> el cura y el barbero hicieron de los libros de Don Quijote en el<br />

capitulo VI de <strong>la</strong> parte primera. Allí se excluyen de <strong>la</strong> hoguera purificadora el Amadís de<br />

Gau<strong>la</strong>, como único en su arte; El jardín de flores, de Antonio de Tor<strong>que</strong>mada; el Palmerín de<br />

Ing<strong>la</strong>terra, merecedor de <strong>que</strong> se le destinase para su guarda nada menos <strong>que</strong> <strong>la</strong> caja en <strong>que</strong><br />

hizo guardar Alejandro <strong>la</strong>s obras del poeta Hornero; el Espejo de caballerías y Don Belianís<br />

de Grecia: <strong>la</strong> Historia del famoso caballero Tirante el B<strong>la</strong>nco, "tesoro de contento y mina de<br />

pasatiempos"; La Diana, de Jorge de Montemayor; Los diez libros de Fortuna de Amor,<br />

"único en su género"; El pastor de Filida, de Luis Gálvez de Montalvo; La Araucana, de<br />

Ercil<strong>la</strong>; La Austriada, de Juan Rufo; Las lágrimas de Angélica, de Soto, y El Monserrate, de<br />

Virués el valenciano; libros estos últimos más o menos tocados de gustos caballerescos.<br />

Por otra parte, el Quijote está influenciado también, no ya sólo por <strong>la</strong> literatura<br />

caballeresca, sino por <strong>la</strong>s propias Mil y una noches, tronco oriental de esta última literatura.<br />

Sabido es, en efecto, <strong>que</strong> dichos cuentos hindú-persas corrían por doquiera, traducidos al<br />

castel<strong>la</strong>no en los "pliegos de cordel", <strong>que</strong> Cervantes conocía a maravil<strong>la</strong>. Así, por ejemplo, <strong>la</strong><br />

genial aventura de C<strong>la</strong>vileño, ese aerop<strong>la</strong>no singu<strong>la</strong>r, émulo de los <strong>que</strong> aparecen en a<strong>que</strong>l<br />

libro "robando de <strong>la</strong>s terrazas de los pa<strong>la</strong>cios a <strong>la</strong>s gentiles princesas, <strong>que</strong> eran arrebatadas y<br />

conducidas por los aires a lugares remotos", cual hoy en cinta cinematográfica, está<br />

inspirada en tales cuentos, e igual acontece en pasajes como el del capítulo L de <strong>la</strong> parte<br />

primera, cuando a través de <strong>la</strong> misma influencia oriental <strong>que</strong> se aprecia en <strong>la</strong> fábu<strong>la</strong> de<br />

Apuleyo con su mito de Psiquis y Eros, nos describe el tránsito jina de éste hacia el otro<br />

mundo en estos hermosísimos términos: "¿Hay mayor ventura <strong>que</strong> ver como si dijéramos<br />

<strong>que</strong> aquí ahora se muestra de<strong>la</strong>nte de nosotros un gran <strong>la</strong>go de pez hirviendo a borbollones y<br />

<strong>que</strong> andan nadando y cruzando por él muchos dragones, culebras y <strong>la</strong>gartos y otros muchos<br />

géneros de animales feroces y espantables -los animales pavorosos de lo astral, <strong>que</strong> diría un<br />

ocultista-, y <strong>que</strong> del medio del <strong>la</strong>go sale una voz tristísima <strong>que</strong> dice: "¡Oh tú, caballero,<br />

quienquiera <strong>que</strong> seas, <strong>que</strong> el temeroso <strong>la</strong>go estás mirando: si quieres alcanzar el bien <strong>que</strong><br />

debajo destas negras aguas se encubre, muestra el valor de tu fuerte pecho y arrójate en<br />

mitad de su negro y encendido licor, por<strong>que</strong> si así no lo haces no serás digno de ver <strong>la</strong>s altas<br />

maravil<strong>la</strong>s <strong>que</strong> en sí encierran y contienen los siete castillos de <strong>la</strong>s siete Fadas <strong>que</strong> debajo<br />

desta negrura yacen", y apenas el caballero ha acabado de oír <strong>la</strong> voz temerosa, cuando sin<br />

entrar más en cuentas consigo, sin pararse a considerar el peligro a <strong>que</strong> se pone y aun sin<br />

despojarse de <strong>la</strong> pesadumbre de sus fuertes armas, encomendándose a Dios y a su señora,<br />

se arroja en mitad del bullente <strong>la</strong>go, y cuando no se cata ni sabe dónde ha de parar, se hal<strong>la</strong><br />

entre unos floridos campos con quien los Elíseos no tienen <strong>que</strong> ver ninguna cosa? Allí le<br />

parece <strong>que</strong> el cielo es más transparente y <strong>que</strong> el sol luce con c<strong>la</strong>ridad más nueva; ofrécese a<br />

sus ojos una apacible floresta de tan verdes y frondosos árboles compuesta, <strong>que</strong> alegra a <strong>la</strong><br />

vista su verdura y entretiene los oídos el dulce y no aprendido canto de los pe<strong>que</strong>ños,<br />

infinitos y pintados pajarillos <strong>que</strong> por los intrincados ramos van cruzando. Aquí descubre un<br />

arroyuelo, cuyas frescas aguas, <strong>que</strong> líquidos cristales parecen, corren sobre menudas arenas<br />

y b<strong>la</strong>ncas pedrezue<strong>la</strong>s, <strong>que</strong> oro cernido y puras per<strong>la</strong>s semejan... Acullá, de improviso, se le<br />

<strong>Instituto</strong> <strong>Cultural</strong> <strong>Quetzalcoatl</strong> (Gnosis) 223 www.samaelgnosis.net

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