Libro que mata a la Muerte - Instituto Cultural Quetzalcoatl
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El <strong>Libro</strong> <strong>que</strong> <strong>mata</strong> a <strong>la</strong> <strong>Muerte</strong><br />
Don Mario Roso de Luna<br />
habían dado <strong>la</strong>s musas; temió, como hombre escarmentado <strong>que</strong> pide, al modo de Jesús en<br />
el Huerto, <strong>que</strong> le aparte el ángel, si es posible, <strong>la</strong> copa de hieles y acíbares, y se dec<strong>la</strong>ró, ¡oh,<br />
dolor!, "no padre, sino padrastro de Don Quijote", y le trató, en efecto, como tal padrastro,<br />
haciéndole caer bajo <strong>la</strong>s estacas yangüesas, <strong>la</strong>s pedreas presidiarias de a<strong>que</strong>llos mismos a<br />
quienes libertara, <strong>la</strong>s bur<strong>la</strong>s macabras de los du<strong>que</strong>s, los desprecios soberbios de canónigos,<br />
curas y bachilleres, <strong>que</strong> le trajeron en jau<strong>la</strong> y le tapiaron el aposento de sus meditaciones y le<br />
<strong>que</strong>maron sus libros... Tal como hacía Cervantes hicieron también los bardos gaedhélicos,<br />
rúnicos y griegos, pues después de cantar lo único digno de ser cantado, <strong>la</strong> Edad de Oro<br />
perdida y el Grial de su caballeresca reconquista jina, cuidaban de establecer un falso<br />
divorcio entre <strong>la</strong> Verdad y <strong>la</strong> Belleza, añadiendo "<strong>que</strong> ellos cantaban unas cosas en <strong>la</strong>s <strong>que</strong><br />
no creían", ni más ni menos <strong>que</strong> el desvergonzado Mefistófeles del Fausto cuida de terminar<br />
su asombrosa endecha de <strong>la</strong> "serenata a Margarita", soltando, para borrar<strong>la</strong>, una escéptica<br />
carcajada <strong>que</strong> nos deja fríos. . .<br />
Así, debiendo el sublime manco escribir un drama -el drama de <strong>la</strong> crucifixión del Ideal y<br />
también de <strong>la</strong> ascensión del Ideal a los Cielos-, escribió una tragedia, por<strong>que</strong> no supo<br />
emanciparse -¡tampoco se emancipara Shakespeare, su alma geme<strong>la</strong>!- de esa maldición<br />
semítico-griega de <strong>la</strong> tragedia clásica, género filosóficamente imperfecto, digo, por<strong>que</strong> <strong>la</strong><br />
tragedia no es sino <strong>la</strong> mitad de un drama cortado precisamente en su nudo, como hiciera<br />
Alejandro en Gordio, cuando no supo desatarle por esa cuarta dimensión mística <strong>que</strong> permite<br />
desatar todos los nudos de los dramas humanos sin tocar a los dos cabos de su ciclo.<br />
Así también, <strong>la</strong> obra bipartita cervantiana es una obra archihumana, una obra-límite, en <strong>la</strong><br />
<strong>que</strong> <strong>la</strong> figura del protagonista Don Quijote <strong>que</strong>da totalmente destruída por <strong>la</strong> de Sancho, su<br />
contraprotagonista, o, si se quiere, su complemento negativo. Fáltale, pues, una tercera parte<br />
-parte <strong>que</strong> habrá de ser escrita algún día-, en <strong>la</strong> <strong>que</strong> el caballero Don Quijote, el héroe del<br />
Evangelio humano de <strong>la</strong> tierra, después de perseguido, crucificado, muerto y sepultado,<br />
como Jesús, el Divino Héroe de <strong>la</strong> Verdad Verdadera, suba también a los Cielos y habite en<br />
ellos por el derecho propio de su caballeresca y "violenta conquista", <strong>que</strong> éste dice.<br />
¿Fué <strong>la</strong> primera voz de su conciencia <strong>la</strong> <strong>que</strong> le inspiró a Cervantes ese temor <strong>que</strong> muestra<br />
al final de su obra, cuando ya ha hecho ser a su héroe enemigo de Amadís de Gau<strong>la</strong> y de<br />
toda <strong>la</strong> infinita caterva de su linaje, pues, conocedor de su necedad, <strong>la</strong>s abomina, renegando<br />
así de sus cuerdas-locuras idealistas; temor, decimos, de <strong>que</strong> algún día venga "el escritor<br />
fingido y tordesillesco <strong>que</strong> se atreva a escribir <strong>la</strong>s hazañas de mi valeroso caballero,<br />
imposibilitado de hacer <strong>la</strong> tercera jornada", es decir, <strong>que</strong> escriba <strong>la</strong> tercera parte de <strong>la</strong>s<br />
aventuras del hidalgo manchego bajo el título de Cómo Don Quijote subió a los cielos y bajó<br />
después de nuevo a realizar en <strong>la</strong> tierra su ideal divino?<br />
¿Fué so<strong>la</strong>mente su justa ira contra el p<strong>la</strong>giario de <strong>la</strong> primera parte del Quijote <strong>la</strong> <strong>que</strong>, por el<br />
contrario, le moviera a expresarse así? Si lo primero, por maravillosamente escrita <strong>que</strong> esté<br />
<strong>la</strong> obra, Cervantes no tuvo disculpa; es más, todo el mérito inconmensurable de el<strong>la</strong> está<br />
expresado por a<strong>que</strong>l proverbio hindú de <strong>la</strong> madera de sándalo <strong>que</strong> perfuma el hacha <strong>que</strong> <strong>la</strong><br />
corta. Cervantes, irónico, escéptico y archidesengañado de todos los ideales del mundo,<br />
habría sido el hacha cortadora, y <strong>la</strong> madera de sándalo los libros mismos de Caballería <strong>que</strong>,<br />
cortados y todo. hiciesen inmortal su libro.<br />
Por<strong>que</strong> los libros de esta índole, según hemos creído haber demostrado en el precedente<br />
capítulo, no eran, pese a <strong>la</strong> opinión corriente, para <strong>que</strong> se los tratase así. Cierto <strong>que</strong>,<br />
tomados al pie de <strong>la</strong> letra -"de <strong>la</strong> letra <strong>que</strong> <strong>mata</strong>"-, parecer podían una sarta de desatinos, y<br />
una sarta efectiva de desatinos fueron no pocos de ellos, sobre todo los últimos. Cierto <strong>que</strong><br />
EN EL mundo físico no hay fantasmas, ni endriagos, ni vestigios, ni caballeros <strong>que</strong> socorren a<br />
otros en el acto a distancia de miles de leguas, ni encantamientos, ni sierpes bramadoras en<br />
hirvientes <strong>la</strong>gos de azufre, etc., etc.; pero en el mundo de lo astral o de lo pasional, ¡vaya si<br />
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